
Entrevista
Borja Jiménez llega a San Isidro: "Hay veces que, cuanto menos piensas, mejor. Sobre todo en plazas como Madrid"
El torero sevillano repasa su presente, su entorno y su ambición antes de afrontar tres tardes decisivas en Las Ventas

Borja Jiménez no necesita ya carta de presentación. El pasado año, con una Puerta Grande en San Isidro, la única conseguida por un matador dentro del abono, se metió de lleno en los puestos altos del escalafón, pero sobre todo se ganó el respeto de los aficionados. En 2025 no ha hecho más que confirmar que aquello no ha sido flor de un día. Tras triunfar en Sevilla y encarar una temporada de máxima exigencia, el torero de Espartinas habla con naturalidad de su momento, sus miedos, su rutina en Salamanca y el papel clave de su entorno. Desde su refugio, analiza todo sin pose: con los pies en la tierra, pero con ambición.
¿Cómo se está encontrando ahora, ya sin la etiqueta de «torero revelación»?
Muy bien. La verdad es que sigo con el mismo ritmo que llevaba el año pasado. Entrenando, haciendo mucho campo… pero sobre todo, estoy feliz delante del toro, que es lo más importante. Cada vez que me pongo delante de uno, me encuentro bien. Me siento con ganas, con ilusión. Y cuando estás así, todo lo demás viene solo.
¿Sigue viviendo en Salamanca?
Sí, aquí sigo. Me vine hace un tiempo y me ha venido muy bien para centrarme. Tengo mis rutinas, mis sitios de entreno, la tranquilidad… Me ayuda mucho a enfocarme.
¿Y en lo personal, ha echado raíces o sigue todo volcado en el toro?
Ahora mismo, el toro es todo. No hay espacio para otra cosa. Acabo de situarme en el sitio que llevaba años buscando y sé que soy el que molesta, por eso no puedo bajar la guardia. Tengo mucho por hacer todavía, muchas metas por delante, y este es el momento de estar al cien por cien. Aprovecho cada hora del día para seguir empujando.
¿De esas metas que habla, alguna en concreto para esta temporada?
Tengo varias, pero no son nuevas. Son metas que tengo en la cabeza desde hace años, cuando no toreaba, cuando las veía muy lejos. Quiero estar entre los de arriba, pero no un año, sino de forma estable. Y ahora siento que ese objetivo ya no es un sueño, sino algo posible.
¿Con Madrid, nota que ahora empieza lo serio?
Sí, claro. Llega lo gordo, lo importante. Pero si has hecho bien el trabajo en invierno, llegas tranquilo. Yo me he preparado a fondo, he entrenado todo lo que tenía que entrenar, incluso a veces creo que más de la cuenta, y eso te da paz. Llego a las plazas sabiendo que no me he dejado nada. Esa es la clave para dormir tranquilo.
¿Cuánto peso tiene la cabeza en todo eso?
Muchísimo. Una vez que estás bien física mente y técnicamente, todo pasa por la cabeza. Estas ferias no perdonan: toreros grandes, plazas llenas, carteles fuertes… Todo eso mete presión. Y tienes que saber manejarlo. No se trata de que no te afecte, sino de convertirlo en algo que te empuje, que te motive. Eso también se entrena.
¿Qué le preocupa hoy a Borja Jiménez cuando pisa el patio de cuadrillas?
Que la gente que confía en mí se sienta orgullosa. Hay muchas personas que han apostado fuerte por mí, y yo lo que quiero es que, cuando acabe la corrida, puedan decir: «Este es el torero en el que había que creer». Eso es lo que me mueve cada tarde.
La Puerta Grande de San Isidro en 2024 llegó en un momento clave, justo cuando la exigencia estaba siendo mayor. ¿Sintió esa presión?
Sí, sin duda. Pero eso es bueno. Cuando la gente te exige es porque te está mirando, porque espera algo de ti. Eso es señal de que vas en el buen camino. En Madrid me exigen, pero también me entienden. Es una plaza que me hace sentir torero. Y cuando llegas preparado, esa presión se convierte en un motor.
¿Y qué pasa cuando el público no entiende lo que está haciendo usted en el ruedo?
Yo, la verdad, no tengo quejas. En Madrid siempre me han respetado, me han sabido esperar. Cada vez que he ido de verdad, con entrega, me lo han reconocido. Y eso es lo que cuenta. Por eso le tengo tanto cariño a esa plaza.
¿Sigue entrenando con su hermano Javier?
Ahora menos, porque él también está liado, tiene su trabajo. Pero cuando coincidimos en Sevilla o puede subir a Salamanca, entrenamos juntos. He pasado toda mi vida entrenando con él y se nota cuando falta. Es lo que más echo en falta desde que me vine.
¿Cómo es esa relación entre hermanos que son toreros?
Muy buena. Nos entendemos como hermanos y como profesionales. Hemos vivido etapas muy distintas: cuando yo no toreaba y él sí, y ahora al revés. Pero siempre nos hemos apoyado. En las tardes clave, hablar con él me ha dado mucha paz. Me conoce mejor que nadie.
¿Recuerda algún consejo que le haya marcado especialmente?
Sí. El día de la Puerta Grande de Madrid, la última conversación antes de salir al ruedo fue con él. Me dijo: «Hoy tienes que tirar para adelante como sea». Eso se me quedó grabado. Y así fue. Muchas veces he salido con fuerza gracias a esas palabras suyas antes de vestirme.
Ahora viene un bloque de diez días con tres tardes en Madrid y varios compromisos duros más. ¿Cómo se afronta algo así?
Con ganas. Son diez días de máxima concentración, sin espacio para salirte del toro ni un minuto. Pero me gusta vivirlo así. Tengo, los seis «Victorinos» en Nimes el día después de la Beneficencia, y otras tardes en Plasencia, Ondara… y en medio las tres tardes en Las Ventas. Cada cartel es distinto, cada tarde tiene lo suyo. Pero me gusta que sea todo tan seguido, porque no te da tiempo a desconectarte ni a pensar demasiado.
¿Es mejor no pensar?
Sí. Hay veces que, cuanto menos piensas, mejor. Sobre todo en plazas como Madrid, donde darle muchas vueltas a la cabeza te puede jugar en contra. Prefiero no tener tiempo para desgastarme mentalmente.
La corrida de los seis Victorinos en Nimes ha levantado mucha expectación. ¿Cómo nace esa idea?
Pues cuando hablamos con la empresa y me dijeron que había una corrida de Victorino, lo primero que pregunté fue si alguien había confirmado su alternativa matando seis toros de esa ganadería. Me dijeron que no. Y ahí lo tuve claro: quería hacerlo. Quería ser el primero. No solo como homenaje a Victorino, que me ha dado mucho, sino también como algo que quede en la historia del toreo. Ese tipo de retos me motivan. Son los que te hacen crecer.
A su generación le ha tocado vivir bajo la sombra de figuras como El Juli o Ponce. Ahora, sin ellos en el escalafón, ¿siente que es su momento?
Sí. Cuando ellos estaban arriba, yo apenas empezaba. Eran referentes, figuras intocables. Pero ahora que ya no están, uno siente que le toca a su generación. Y eso te impulsa. La competencia es buena. Te obliga a mejorar. Te empuja. Nos hace bien a todos
¿Cómo fue torear con ellos?
Pues mira, esa es una de las espinitas que me quedan clavadas. El Juli ha sido mi ídolo desde niño y nunca llegamos a torear juntos, me quedé con ese sueño por cumplir. Ojalá algún día vuelva y podamos compartir una tarde. Sería algo realmente especial para mí.
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