
Feria de Abril
Borja Jiménez, el doble trofeo de una Sevilla perdida
En una tarde de silencios el sevillano suma las dos orejas del último toro de la ganadería de Jandilla en la Feria de Abril

La resaca del día anterior sobrevolaba porque lo vivido había penetrado por todos los poros de esta plaza suya, de esta Maestranza nuestra. A Morante lo había encontrado justo después de comer caminando con Pedro por la calle Sierpes. En la cara no llevaba la expresión del triunfo del día anterior, «no estoy como me gustaría, pero ahí voy».
Le cambia después al hablar de toros, de anécdotas, de momentos posibles e imposibles. Mantiene el temple en el verbo con la misma parsimonia que el ritmo al toro. En la profundidad de su mirada se esconde un mundo inútil de descifrar. Pedro, su apoderado, recuerda un reportaje que hicimos hace unos cuantos años con un elefante con la idea esa de presentar los respetos a los animales cuando las cosas comenzaron a ponerse difíciles para los circos. Y las imágenes fueron brutales. Morante tiene una fuerza huracanada dentro de la que puede que no sea consciente. El torero sigue siendo la salvación del hombre.
Hasta el clima sabía
Hoy Sevilla amanecía con lluvia, como si hasta el clima solo hubiera sido cómplice el día anterior de todo lo que pasó. Y entonces acudíamos a la plaza entre el agua y el fresquete, porque también había viento. Castella se fue a portagayola. Fue su declaración de intenciones, que no es poco. Se desmonteró José Chacón y después la faena del francés tuvo mucha rapidez cuando el toro arreaba y transmitía con ese punto de picante y cuando se puso encimista y el toro bajó revoluciones se acabó la cosa. Regresábamos a sensación de haber visto lo mismo muchas veces. Y podríamos contar algo muy similar con el cuarto, que fue encastado y con su car carbón. Exigente, pero también agradecido. De apostar. Castella no volvió la cara solo que le hizo la misma faena que hace a todos los toros. Y las matemáticas al toreo son un arma de destrucción masiva para la ilusión. Se tiró a matar muy derecho y cayó a plomo otro silencio.
El lote de Manzanares
Rebañó con peligro el segundo en los primeros muletazos en los que iba a su aire. No duró mucho la faena de Manzanares, que reaparecía después de la cornada que sufrió tras un pitonazo en la pasada Feria de Fallas de Valencia. Se lo echó por fuera por el derecho y por el izquierdo siempre suele pegarle una tanda y no más. El toro se apagó y tiró por la calle del medio.
Le pegaron en el caballo al quinto y luego la faena de muleta de Manzanares fue un sí, pero no para justificar que el toro no se movía.
Y así quedó Borja Jiménez
Muy rebrincado el tercero ensució gran parte de la faena de Borja Jiménez, que le faltó temple en las muñecas. Después el toro se fue muy a menos y ya aquello estaba muy desmoronado. En el sexto venía el premio. El toro bueno y la música sonó tras la primera tanda de Jiménez. Quizá la mejor. Después dejó una faena inconexa. Lo mismo venía un circular que una versión más encimista sin haberlo cuajado o por fuera. Comienzo y final fueron los mejores pasajes. Los más clásicos, relajados y reunidos. Un espadazo fue el remate. Exagerado el doble premio. Si no se jerarquiza, se deja de reconocer lo sublime. Vale todo. Y Sevilla hace tiempo que ha entrado en ese juego. Al público le valía y a presidencia también. ¿Qué diferencia entonces lo bueno de lo excelso?
Ficha del festejo
Sevilla. Séptima de feria. Lleno en los tendidos Se lidiaron toros de Jandilla, desiguales. El 1º, con carbón y a menos; 2º, sin clase ni entrega; 3º, rebrincado y deslucido; 4º, encastado y exigente; 5º, deslucido; 6º, bueno.
Sebastián Castella, de tabaco y oro, media (silencio); estocada (silencio).
José María Manzanares, de azul marino y oro, estocada (silencio); estocada (silencio).
Borja Jiménez, de grana y oro, pinchazo, estocada (silencio); estocada (dos orejas).
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