La cárdena mansedumbre de Los Maños puso a prueba a la terna
Fue tarde de ovaciones y avisos para los novilleros, aunque más que de sus aciertos o desaciertos, habría que culpar de ello a la falta de raza de los novillos
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La tarde comenzó entre contradicciones, pues al primero le aplaudieron una estampa que, de no llevar pelo cárdeno, seguramente se habría pitado. Y después se le quiso ver como bravo, cuando en realidad resultó un manso con genio, de esos bravucones que sólo quieren quitarse de en medio aquello que les molesta, o sea o sin intención de pelear ni entrega en la embestida. Por eso fue clave que Jorge Molina no le dejará parar y le atacara entre muletazo y muletazo. Algo que, aunque hizo, no siempre encontró la respuesta del novillo, tan tardo y desrazado. Sin embargo, cuando consiguió provocar la arrancada y sostenerla, los muletazos tuvieron estética, más encajados por la izquierda, y esa emoción efímera de la chispa que otorga el genio y que desaparece tras el embroque, del que siempre salió desentendido. Así, la faena resultó tan laboriosa como intermitente y prolongada, pues llego a sonar el aviso cuando todavía estaba toreando. Menos mal lo mató bien y a la primera, pues el novillo le quiso cerrar el paso. Otro fondo tuvo el cuarto, que a pese de sus naturales dificultades -ninguna insalvable-, exigió un mínimo de colocación, distancia y gobierno para responder con humillación, ritmo y profundidad. Además, tuvo la virtud de ir a más, por mucho que el inicio de la faena de Molina tuvo menos entidad que la segunda parte de la faena, tan ligera y buscando la estética primero, y tan asentada y acertada después, cuando descubrió el buen fondo del de Los Maños. Fue a la cuarta serie cuando el de Torrijos entendió que la firmeza de plantas y la autoridad podrían sacar lo mejor del novillo. Fue entonces cuando los derechazos fueron más largos, más cadenciosos, más bajos y más hondos. Mientras más se lo creyó el toledano, mejor fueron las tandas y el novillo respondió yendo a más. Tres naturales cayeron también rotundos, pero el acero se llevó todo por delante.
La cara lavada del segundo provocó algunas palmas de protesta entre los del 7, aunque el novillo dio una pelea aceptable en el caballo, con el que se enceló, después de quererse vencer por el izquierdo en las enérgicas verónicas de Álvaro Burdiel, más relajado en la media de remate. Tuvo fijeza el novillo, pero le costó desplazarse y se revolvió con agilidad, por eso Burdiel quiso estirar los viajes desde el inicio con la muleta, pero una banderilla golpeó con fuerza en la cara del novillero que abortó el intento y se puso a torear entre las rayas del tercio. Uno a uno lo intentó Burdiel, tocando con fuerza para evitar las coladas de un novillo loco por vencerse y recolocándose tras cada muletazo, cada vez con más ritmo, poder y temple, aunque la profundidad se hacía inviable sin la entrega del animal. Hubo espacio, eso sí, para un interesante cierre por bajo antes de agarrar una estocada suelta, a pesar de haber entrado muy recto. Volvió la llovizna en el quinto, un novillo sin malas ideas peor que no termino de humillar, se desplazó poco y sin clase, se revolvió pronto y, para rematar, se rajó pronto. Burdiel quiso y lo intentó por todos los medios, sin perder sus formas, robó derechazos de más mérito que valor estético y no se descompuso cuando, tras una colada infame, el novillo se lo echó a los lomos sin aparentes consecuencias. Burdiel recuperó la vertical y siguió porfíando, a pesar de que el "maño" ya había renunciado a cualquier pelea.
Más vibrante resultó la faena al tercero, un novillo más hecho en apariencia, pero también de justa presencia, que se tapó por su bonito pelaje cárdeno claro, y que quiso saltar al callejón nada más pisar la arena, mostrando la poca raza de la que después hizo gala. No obstante acudió obediente a los cites de Víctor Cerrato, enjundioso en los lances de recibo y decidido muleta en mano, aunque nunca terminó de dar el paso ni de ajustarse a un novillo que, una vez notó la falta de autoridad, comenzó a soltar derrotes a la hora del embroque y a querer meterse por dentro cuando vio la ventana abierta, quedando la labor del novillero en un querer más que poder. Las malas ideas y el feo estilo los trajo el sexto, que ya se frenó en seco delante del percal de Cerrato. Un mal trago que después pasó también pasó la cuadrilla en banderillas tras una pelea de manso en el peto. Hizo bien el novillero en taparse mucho tras la muleta, tratando de meter al animal en ella, aunque esté le buscará por debajo con saña y no perdonará rendija por la cual colarse. Muy listo anduvo Cerrato, que tiró de arrojo para ganar siempre la acción y evitar la cogida que parecía segura una y otra vez, e incluso le alcanzó para robar un par de derechazos recios y desmayar el trazo en un natural eléctrico, justo antes de buscar la igualada e intercambiar una espada que hizo guardia por una voltereta de la que es posible que haya salido herido, por cómo se dolía del muslo derecho. Después lo de la espada fue un despropósito.
Domingo 5 de mayo de 2024. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Alrededor de un cuarto de entrada en tarde agradable.
Se lidiaron novillos de Los Maños, de variada estampa y justa presencia.1º, manso; 2º, fijo y sin recorrido; 3º, manso pero obediente; 4º, encastado y a más; 5º, manso; y 6º, manso con peligro.
Jorge Molina, de verde botella y oro, aviso, estocada atravesada, aviso y descabello (ovación); y aviso, dos pinchazos hondos, estocada, aviso y descabello (ovación).
Álvaro Burdiel, de azul cobalto y azabache, estocada suelta, aviso y tres descabellos (ovación); y aviso y estocada trasera (ovación).
Víctor Cerrato, de coral y oro, estocada caída (silencio); estocada que hizo guardia, tres pinchazos, aviso, media estocada, dos descabellos, aviso y cuatro descabellos (silencio).