Efemérides
El San Isidro que lanzó a Chicuelo II
Se cumplen 70 años de la gran actuación de Manuel Jiménez «Chicuelo II» en San Isidro, un serial en el que logró siete trofeos en tres tardes
Aunque nacido en la provincia de Cuenca, en Iniesta, se le tiene por albaceteño, pues fue en Albacete donde se crio este torero tenido como uno de los más valientes que han pisado los ruedos.
Tras una etapa novilleril que arrancó en 1950, destacando más por su arrojo y ganas de agradar que por la calidad de su toreo, tomó la alternativa en Valencia, como hiciera su paisano Pedrés el año anterior, el 24 de octubre de 1953.Domingo Ortega y Dámaso Gómez fueron el padrino y el testigo de la ceremonia, y los toros pertenecieron a la ganadería de Pilar Sánchez Cobaleda.
En la temporada siguiente llegaría la confirmación en Madrid y el éxito que le catapultó. Fue el lunes 17 de mayo, con toros de Carlos Núñez y con Jumillano de padrino y Pedrés como testigo. Su balance lo dice todo: cortó las cuatro orejas de los toros de su lote.
Dos días más tarde repitió en Las Ventas matando en esta ocasión reses de Barcial y teniendo como compañeros a Manolo Vázquez y Antoñete, que resultó herido grave. Chicuelo cortó otra oreja de su primero y las dos del segundo que mató.
Todavía haría un tercer paseíllo en aquella feria el día 20 de mayo, con ganado de María Teresa Oliveira y Escudero Calvo, alternando con Jesús Córdoba, que resultó cogido y solo mató un toro, y Juan Posada que fue abroncado. En esta ocasión tan solo pudo dar la vuelta al ruedo tras acabar con su primero.
Barico, en El Ruedo del día 20 de mayo de 1954, describía así su actuación en la corrida de su confirmación:
«...Chicuelo II vestía traje blanco y oro, y el toro de la ceremonia se llamaba `Acusón´. Manuel Jiménez, de Iniesta (Cuenca), cortó cuatro orejas -más no pudo ser- y salió a hombros, después de haber hecho con su toreo que la pasión se desatase en los tendidos y las discusiones alcanzaran tonos violentísimos.
¿Sabe o no sabe torear Chicuelo II? Este era el tema que se debatía. Convendría que, antes de entrar en discusión, los opinantes se pusieran de acuerdo en si es lo mismo saber torear que torear bien. Chicuelo II, para mí, sabe torear. Podrá discutirse su estilo; pero como su valor no admite discusión, resulta, al final, que arrebata a las multitudes. La tarde del lunes día 17 de mayo de 1954 fue la de la confirmación de la alternativa y la de su encumbramiento, ¡cuatro orejas!
El viento, que molestaba mucho, no fue obstáculo para Chicuelo II. Su estatura, harto escasa, tampoco. Observé que cuando toreaba uno de sus compañeros estaba Chicuelo II tras un burladero y no alcanzaba a ver lo que ocurría y tuvo que empinarse mucho; pero la postura no era cómoda y salió al ruedo para ver mejor. Es posible que todo esto sea significativo. A Chicuelo II le interesa siempre lo que ocurre en el ruedo y es torero que se empina cuando hace falta.
Con el capote toreó el conquense de manera espeluznante. Nadie se ajustó más que él ni nadie hizo un quite tan emocionante como el suyo al tercero.
La faena al toro de la confirmación fue magnífica. El toro era bueno, pero tenía querencia a las tablas y había que arrimarse mucho para hacerle embestir. Chicuelo II le dio todas las ventajas. Toreó en tablas, muy cerca y con arrobas de valor. Por naturales, de pecho, en redondo, giraldillas, por bajo, uno por alto citando y ejecutando de espaldas... Los tendidos ardían. Mató de media superior y cortó las dos orejas. Al sexto le hizo faena más larga y con más abundancia de toreo con la izquierda. Otra vez logró que las discusiones enardecieran. a los aficionados con su toreo ajustadísimo y emocionante en extremo, y otra vez cesaron las divergencias para pedir todos las dos orejas antes de que el toro doblase. Fue cogido por unos entusiastas, paseado a hombros y sacado así a hombros por la puerta grande. ¡Cuatro orejas y salida a hombros! Ahora discutan si sabe torear Chicuelo, ese torero que se empina cuando hace falta».
A raíz de ese gran éxito intervino también en la Corrida de Beneficencia, cobrando la cantidad, extraordinaria para aquellos tiempos, de 300.000 pesetas.
Aquellos triunfos en el serial isidril de 1954 le sirvieron para ponerse en figura, siendo en la campaña siguiente el líder del escalafón al torear 67 corridas, aunque no fue la suya una carrera dilatada en el tiempo, dejando pasar en blanco la campaña de 1958, y cuando regresaba de torear en América, el avión en el que viajaba se estrelló en Jamaica, falleciendo en aquel siniestro ocurrido el 21 de enero de 1960.
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