Fra Angelico, alas de oro de 23 quilates
La restauración de "La Anunciación"de Fra Angelico, una de las obras maestras de la pinacoteca, recupera los colores originales que el pintor usó y que se habían perdido bajo los repites y la suciedad
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La restauración de "La Anunciación"de Fra Angelico, una de las obras maestras de la pinacoteca, recupera los colores originales que el pintor usó y que se habían perdido bajo los repites y la suciedad
Fra Angelico remató una pintura religiosa que resiste la dentellada de los laicismos occidentales. Sus tablas aguantan el envite de esta época desacralizadora y todavía atraen la imaginación del público, que está hecha de asombros y fascinaciones, en una demostración de que el arte es más que la elección del tema, es una suma de habilidades. Juan Pablo II beatificó en 1982 a Fra Angelico haciendo aún más sagrada unas obras ya muy sacralizadas por ese pontificado moderno que son los museos, los historiadores y otros especialistas en la cosa del arte. Pero lo que bendice el hombre, no lo deifica el tiempo, ese agente erosionador que le falta el respeto a casi todo. Existe cierta paradoja interna en descubrir que las obras destinadas a perpetuarse en el fondo forman un sutil entramado de fragilidades. El Museo del Prado presentó ayer la restauración de «La Anunciación», de Fra Angelico, que es uno de sus iconos porque la suciedad y los repintes habían ennegrecido sus colores y restado matices de la composición. Así hemos descubierto que los visitantes de la pinacoteca contemplaban una versión empalidecida de la composición. Lo que ha surgido ahora es un original sorprendente que da prueba de la maestría de Fra Angelico para dar profundidad espacial, lograr tonalidades pictóricas sorprendentes y hacer que los detalles no sean meros detalles, sino logrados matices. Almudena Sánchez, que se ha encargado de recuperar el Fra Angelico que aguardaba debajo de este Fra Angelico, ha rescatado colores, como el lapislázuli y la malaquita, formas olvidadas, como las del traje de la Virgen y líneas extraviadas, como la que dibujaba una de las alas del ángel (la más próxima al espectador), que había quedado eclipsada por los daños de una grieta entre las tablas y un repinte anterior. Para restituir las pérdidas de esta sección se ha acudido a delgadas láminas de oro en una proporción de 23 quilates y tres cuartos, lo que permite disfrutar de nuevo de los efectos que Fra Angelico quiso introducir. El artista pensó esta imagen con una mirada muy cinematográfica y moderna. Lo que pretendía era visualizar al creyente de entonces el momento concreto en que San Gabriel se posaba en el suelo. Ahora que contemplamos todo bajo la luz industrial que nos suministra la corriente eléctrica no podemos apreciar su intención primera. La obra resultó concebida para ser admirada con velas. El titilar de la llama se reflejaba en el oro de las alas, que es desigual, brillante en unas áreas y mate en otras. El efecto que el devoto percibía al mirar el retablo era que las alas casi estaban vibrando, que la escena estaba viva, que aquello era más que pintura. Era arte, que es mucho más y es infinitamente más valioso que el oro.