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Vandalismo en la antigua Roma: una pintada tan indeleble como la estupidez humana

Un joven de 27 años dibuja un grafiti en un muro de Herculano y ahora puede afrontar una multa que va desde los 10.000 euros hasta los 40.000
Un turista de Países Bajos ha garabateado su firma en rotulador indeleble en un fresco de época romana
Un turista de Países Bajos ha garabateado su firma en rotulador indeleble en un fresco de época romana Carabinieri de NápolesEFE
La Razón
  • Sofía Campos

    Sofía Campos

Madrid Creada:

Última actualización:

Algunos ponen nombre al problema. Unos lo llaman «vandalismo» y otros, «turismo masivo». Pero los que más aciertan son los que lo denominan «ignorancia», que es una virtud que, aparte de caminar de manera independiente y viajar a su aire, suele ir unido al «vandalismo» y al «turismo masivo» en más ocasiones de las convenientes. Un individuo de nacionalidad portuguesa se ha tomado las «molestias» de viajar a Italia y desplazarse hasta la ciudad de Herculano para demostrar su analfabetismo. La carencia de sensibilidad es de este tipo de calibre, capaz de gastarse la pasta en un billete de avión, otra cantidad nada despreciable en un hotel y además acoquinar una entrada para demostrar a todo el mundo que uno carece de cualquier aporte cultural, además de ir bastante escaso de empatía. El menda, de veintisiete palos, no ha tenido otra ocurrencia que improvisar un grafiti en la ciudad de Herculano y garabatear su firma en una de sus paredes.
Por lo visto todavía no sabe diferenciar entre lo que es un gamberro y lo que es ser un Banksy (a este último jamás se le hubiera ocurrido atentar contra un resto arqueológico; además, sus dibujos tienen una intencionalidad política evidente, lo que supone una carga intelectual, aunque no se esté de acuerdo con ella). Existen hombres que invierten su tiempo y su vida para descubrirnos quiénes somos y quiénes hemos sido. Y luego existe otra clase de personas a las que les da igual dañar o perjudicar el trabajo arqueológico, el arte y cualquier manifestación del pasado. A esto se le ha dado hasta una palabra, como si fuera un síndrome: «erostratismo». Viene de Eróstrato, aquel pastor que pasó a la historia por quemar el templo de Artemisa en Éfeso. Quería pasar a la posteridad. Y lo hizo, pero para mal, porque esto de querer aparecer en los anales tiene su peligro y uno puede hacerlo como un héroe, pero también corre el riesgo de pasar como alguien despreciable. Es el caso de este portugués, que, por desmarcarse con una gracia, ahora le puede caer una multa que oscila entre los 10.000 y los 40.000 euros. Malos tiempos estos en que, pudiendo acceder a la sabiduría, muchos eligen quedarse en la ignorancia.