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Pintura

Vanguardia es un nombre femenino

El Museo Thyssen reúne en «Pioneras» a las pintoras rusas que revolucionaron el arte a principios del siglo XX

Imagen de “Pioneras”, la exposición de la vanguardia rusa que acoge el Thyssen
Imagen de “Pioneras”, la exposición de la vanguardia rusa que acoge el Thyssenlarazon

El Museo Thyssen reúne en «Pioneras» a las pintoras rusas que revolucionaron el arte a principios del siglo XX

La vanguardia real eran ellas, que supieron desembarazarse de ese telón de acero que eran los machismos de la época y crear tendencia, o sea, arte. El Museo Thyssen se ha sacado esa matrioshka de estilos que son las pintoras rusas del principios del siglo XX. Una encarnación de corrientes y rupturas que iban desde la pionera, la viajera, la poeta, la cubista, la frenética, la futurista, y así. Un conjunto de voces, o de miradas, mejor dicho, que revolucionaron el motor de la creación y lo arrastraron hasta una de sus velocidades punta. Unos nombres que, después de haber quedado eclipsados por una historia patriarcal que ha ignorado todo lo que no procedía de los nombres de poder y los hombres, afloran para romper el techo de cristal que se les había impuesto. Y no, como recalcó ayer Guillermo Solana, director artístico de la pinacoteca, por un «falso revisionismo», una moda puntual o una tendencia buenista que haya cogido alas al rebufo del #Metoo y otros movimientos recientes.

Aquí lo que hay es una reivindicación sincera, probada, de una generación de artistas que se codearon con sus colegas de generación sin renunciar a su identidad propia: Natalia Goncharova, Alexandra Exter, Olga Rózanova, Nadeshda Udaltsova, Liubov Popova, Varvara Stepanova y Sonia Delaunay. Un puñado de inconformistas que reforzaron los vínculos entre las innovadoras propuestas europeas y las del este de Europa, que recorrieron las capitales de los hitos y los «ismos», aunque después las leyendas, y cierta pereza intelectual, hayan tratado de estabularlas en el recinto de los lugares comunes. «Aquí no hay nada forzado. Todas fueron reconocidas en su momento y fueron protagonistas incuestionables de la vanguardia rusa», subrayó Guillermo Solana. Él mismo ha querido romper el herrumbroso molde de los tópicos y despachar la infundada historia de que sus méritos provenían de la transigencia del bolchevismo. «Es totalmente falso. Las vanguardias comenzaron antes del régimen de octubre. Los bolcheviques, de hecho, lo que hicieron es someter las vanguardias, ponerlas a su servicio, disolverlas y, en algunos casos, fusilar a algunos de sus miembros».

Solana insistió en la entidad de esta muestra y ha querido combatir esa opinión, extendida, de que organizar una exposición alrededor de nombres femeninos es crear una especie de gueto. «Al revés aquí están individualizadas, no tomadas como un colectivo. Es una forma de contrarrestar ese efecto», comentó. A partir de los óleos que conserva el museo se ha organizado así un recorrido por esa autopista rupturista que resultó el arte ruso, que desafió la época, el régimen preindustrial, la autoridad moral para desarrollar unos nuevos lenguajes artísticos valientes y transgresores. Vamos, modernos.