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Real Madrid - Inter (3-2): El Madrid tiene mil vidas

Ròdrygo, tras pase de Vinicius, decidió un partido en el que pudo pasar de todo. Ahora el conjunto de Zidane ve la Champions con mucho más optimismo

El defensa marroquí del Inter, Achraf Hakimi (i) presiona al centrocampista belga del Real Madrid, Eden Hazard, durante el partido de la fase de grupos de la Liga de Campeones que se disputa este martes en el estadio Alfredo di Stéfano. EFE/JuanJo Martín
El defensa marroquí del Inter, Achraf Hakimi (i) presiona al centrocampista belga del Real Madrid, Eden Hazard, durante el partido de la fase de grupos de la Liga de Campeones que se disputa este martes en el estadio Alfredo di Stéfano. EFE/JuanJo MartínJuanJo MartínEFE

Vinicius. Ese es Vinicius, el que corre y aprovecha los pocos huecos que deja el rival. El brasileño necesita espacios para correr y cuando los encuentra es un peligro, un jugador del que nadie puede cuchichear a sus espaldas. Por ahí recobró la vida que se le estaba escapando al Real Madrid en la segunda parte del choque contra el Inter, cuando le habían empatado y se estaba quedando sin fuerza. Fue un partido con muchas caras, donde el Madrid de Zidane demostró tener más recursos para hacer frente a las adversidades. Algunos encuentros como este tan trascendental tienen varios nudos y el Madrid se enfrentó a ellos con más variedad que un rival intenso, pero monocorde.

En la primera mitad, el Madrid plantó cara a la agresividad del Inter y le ganó, pero después se empezó a venir abajo y vio el abismo muy cerca, demasiado.

Entonces, Zidane hizo el cambio habitual: quitó a Hazard y a Asensio y sacó a los brasileños. El Inter tenía más cuerpo, estaba llegando con claridad, había que hacerle mirar para atrás. Le salió bien a Zizou. El Madrid es una ruleta rusa que tan pronto te juega bien como se desvanece; tan pronto va ganando un partido por dos goles como teme que se le escape y tan pronto está casi fuera de la Champions como que puede y debe aspirar ahora al primer puesto de grupo.

Solucionaron Zidane y los suyos un futuro incierto. Casemiro en Alemania y Rodrygo contra el Inter. Aún queda mucho, pero ahora la competición se ve de otra manera. Es el Inter al que le va la vida en la próxima jornada.

Sufrió mucho el Madrid, cuando estuvo bien y cuando estuvo mal. Arturo Vidal fue un tormento. Había dicho antes del partido que si marcaba lo iba a celebrar por los aficionados del Inter y por los del Barcelona. De lo que no avisó era de sus planes aunque no marcase: el chileno llegó a Valdebebas con ganas de venganza, aunque no había ningún motivo, o con ganas de ir dejando su marca en la piernas de los rivales o simplemente porque es así, y fue repartiendo patadas según se iba encontrando con uno de blanco en su camino. Marcó el estilo del partido, pero el Real Madrid no se arrugó: plantó cara, pudo, de vez en cuando, imponer a veces y, aunque desfalleció un rato, revivió.

Para un encuentro en el que no se podía ni pestañear ni dudar, Zidane jugó con el once esperado. Tiene pinta de que es el que le gusta, y que, después, Rodrygo y Vinicius ataquen a un rival cansado. Tiene un banquillo amplio para cambiar de planes y acabar con los rivales cuando menos lo esperan. Pero sí, ya hay once tipo. Puede que con Carvajal en vez de Lucas Vázquez, aunque el nuevo lateral derecho va a vender cara su piel. Sin menos obligaciones en ataque y apareciendo por sorpresa, resulta más efectivo y abre una vía de paso por ese lado. Un descubrimiento. Zidane debe manejar a Modric, pero ahora mismo es complicado imaginar un once sin Casemiro o Valverde. Los partidos ya son casi todos como el que planteó el Inter: cada pelota una guerra.

Lo malo es que no se pueden cometer errores. El choque estaba igualado, tenso porque había demasiado en juego, precipitado pero entretenido, hasta que Achraf se le olvidó que ya no es del Real Madrid. Dio un pase atrás que fue un paso hacia el suicidio. Benzema, que está atento siempre, hizo de Raúl, de pillo, llegó antes que el portero, le regateó y puso el partido de cara.

No había un minuto de paz. Y cuando lo hubo, duró o duraron muy poco. Sergio Ramos marcó de cabeza, tras un saque de esquina, su gol número cien, porque bien podía funcionar como delantero y el Madrid pensó que lo más difícil ya estaba hecho.

Pero Barella se inventó un pase de tacón a media altura en el que nadie en la defensa del Real Madrid había pensado y el Inter se metió en el partido. El conjunto de Conte tampoco podía permitirse una derrota y sus equipos tienen la virtud de que nunca se rinden. Agotan al rival y más si está la clasificación de la Champions en juego. Es una pena, de todos modos, que sea el alma de Arturo Vidal la que mande en su fútbol y no la clase de los futbolistas de ataque.

Se le hizo pesado el ritmo al Real Madrid. Hazard y Asensio estaban más cansadso y el Inter siguió a lo suyo, cada vez con más campo y dando más miedo. Empató y en el frío de Valdebebas se palpó el miedo.

Entonces, corrió Vini.