Ferrer anima a Zverev durante un partido

David Ferrer y su primera experiencia como entrenador: «Con la edad maduras, y es lo que está haciendo Zverev»

Dirige desde verano al alemán, cuyo talento choca a veces con los nervios y la irregularidad

David Ferrer toma apuntes en una libreta pequeña sobre lo que sucede en el partido, que mira y en el que sufre, pero de una manera diferente. Antes lo hacía en la pista, y sabía hacerlo, porque en su carrera hubo remontadas impensables, algunas para conquistar sus 27 títulos, uno de ellos de categoría Masters 1.000 (París-Bercy 2012), a lo que suma haber jugado una final de Roland Garros (2013) y una de la Copa Masters (2007). Justo en el torneo de los maestros es en el que ahora sufre, pero desde la grada, siguiendo lo que hace Alexander Zverev, al que entrena desde el pasado verano. No está del todo fino el alemán en esta última cita del año, pero con su triunfo ante Schwartzman (6-3, 4-6 y 6-3), mantiene sus opciones, que apurará el viernes ante Djokovic. Algo irregular, sólo a ratos mostró su mejor versión, la que le hace temible y dominador. Eso sí, cuando vinieron malas, mantuvo la calma. En Youtube se pueden encontrar varias recopilaciones de Zverev rompiendo raquetas durante los encuentros. La furia le podía. Ahora es otro tenista en ese sentido, más calmado, y todos miran a Ferrer para encontrar el motivo. «No lo creo, sinceramente», responde el ahora técnico español por email a este periódico antes del comienzo de la Copa Masters. «Antes de empezar conmigo ya era un gran jugador y ha ganado títulos muy importantes. Con la edad vas madurando, y es lo que él está haciendo», es la explicación de Ferrer, que también fue domesticando su carácter con la experiencia.

Zverev sólo tiene 23 años, pero desde hace mucho se le señala como el futuro número uno, el próximo dominador del circuito... Y ha disfrutado de varios éxitos sonados, pero no encuentra la solidez ni la regularidad que tenía Ferrer, al que admira desde que eran rivales. La primera vez que se enfrentaron fue en unas semifinales en Hamburgo. El germano tenía 17 años y ya se decían todas esas cosas de él. «Ferru» le metió un 6-0 y 6-1. Quizá fue su primera lección, enseñarle que no todo iba a ser tan fácil, pues Zverev había conquistado meses antes el Abierto de Australia júnior. Era 2014. «Creo que de ese partido puede ser que viniera su interés en conocerme», opina Ferrer. El destino los enfrentó siete veces más, incluido el último duelo del valenciano como profesional, en mayo de 2019 en la Caja Mágica. Quien ahora es su pupilo pidió a la afición que le aplaudiera justo antes del punto definitivo, e incluso lloró en la ceremonia de despedida. Desde ahí fueron varios los intentos para trabajar con el español. «Habíamos hablado alguna vez el año pasado y ya me preguntó para probar algunas semanas, pero al estar como director del torneo Godó y hacer tan poco que me había retirado, no era el momento. Este año me volvió a contactar y bueno, fui a Montecarlo a probar y hasta ahora. Me gustó su manera de trabajar», cuenta Ferrer. El propio tenista le llamó personalmente. Y no ha quedado decepcionado. «David era conocido como el mayor luchador, el mayor competidor del mundo, y como entrenador es exactamente como era en la pista. Está superando las expectativas», admitió el tenista de Hamburgo en una entrevista a la web de la ATP.

«Intento ver cuáles son sus mejores cualidades, y potenciarlas. Simplemente intento ayudarle y trasladar mis conocimientos en la pista y fuera, mentalmente», describe el entrenador. Tiene mucho que transmitir para terminar de dar forma a todo el talento que hay en la raqueta del alemán y que no siempre logra mostrar. A veces se lía y empieza a cometer dobles faltas ante las que no encuentra explicación. En el estreno en Londres ante Medvedev, fueron siete, seis en el primer parcial. Así regala juegos y sets, y le afecta moralmente. «Bueno, hay veces que en momentos de nervios siempre dudas, pero no creo que sea un problema, sólo hay que ver la cantidad de saques directos que hace», piensa «Ferru» de las dobles faltas. Contra Schwartzman esas dudas amenazaron con salir, pero es cierto que después llegó a los diez «aces», cuatro en el set definitivo. Es todo una cuestión de cabeza. Y de intentar que el tenista se focalice en el juego. Desde joven, Zverev ha tenido que soportar presión, con su padre como parte del «staff» técnico, lo que para muchos tenistas ha sido históricamente un problema; y con todo lo que se espera de él. Zverev es él y lo que le rodea. Por ejemplo, recientemente ha tenido que defenderse de unas acusaciones de maltrato de una ex novia. «No considero a Sasha una persona complicada y su padre creo que es fundamental en el equipo, es quien más lo conoce y hasta hoy estoy muy contento con la relación con ambos. Mi trabajo en pista con él es muy correcto en todo momento. Sasha en ese aspecto es muy profesional. Y la presión... Con 23 años ha ganado una Copa de Maestros, tres Masters 1.000 y ha sido finalista en un Grand Slam», defiende «Ferru».

Esta parte final del año (París-Bercy y Masters) la ha hecho acompañándolo, como en Roland Garros. Sólo viaja a algunos torneos, pero están «siempre en contacto». Desde casa, el español también planifica entrenamientos, estudia rivales y tácticas y trata de corregir errores mientras le dedica tiempo a su hijo Leo, que tiene dos años. «La paternidad es una experiencia sacrificada, pero muy bonita, la verdad», reconoce.