Opinión
El sainete de Rodríguez Uribes y José Manuel Franco
Al ministro de Cultura y Deportes le tocó una cartera, en la piñata que reparte cargos al tuntún, de la que todo ignora. El presidente del CSD se apellida Franco y lo apartaron de su anterior función tras teorizar sobre el nacionalismo madrileño
«Lo que más me sorprendió es que del Estado español no fue casi nadie. El único que fue era un cónsul. No tuvo tiempo ni de ir el embajador». Presidente del Villarreal y dueño Mercadona, Juan Roig lamentó que ningún representante gubernamental acompañase a su equipo en la histórica ocasión de la final de la Europa League ganada al Manchester United en Gdansk (Polonia) el 27 de mayo. Un dicho inglés nos enseña que «el diablo está en los detalles», frase apócrifamente atribuida al Padre Brown, el de los cuentos de Chesterton, así que podemos tachar de absolutamente demoníaco el error cometido por el ministerio que dirige José Manuel Rodríguez Uribes, denominado de Cultura y Deporte, donde se desoyen adagios de los más grandes escritores al tiempo que se ignoran las sensibilidades epidérmicas que genera el fútbol. Vaya carrerón que llevan.
El sainete de la vacunación de la selección que debe representar a España en la Eurocopa es, por consiguiente, consecuencia de la política de recursos humanos de un Gobierno donde primero se eligen a las personas según el único criterio de sumisión a Su Sanchidad el Presidente y, en segunda instancia, se reparten los cargos al buen tuntún, como chuchería en piñata de cumpleaños infantil. Así, y según una alta funcionaria adscrita al Ministerio, Rodríguez Uribes «desconoce minuciosamente todo lo relacionado con la cultura sin que le interese absolutamente nada ningún deporte». En cuanto a popularidad, en fin, la última encuesta de Tezanos asegura que es conocido por al menos por el 36 por ciento de sus vecinos de escalera, entre los que no se cuenta a un expatriado colombiano que lo confundió con su antiguo presidente.
El presidente del Consejo Superior de Deportes, con rango de secretaría de Estado, ha recaído en su tocayo Franco, antiguo cabecilla del PSOE de Madrid y Delegado del Gobierno en la Comunidad, que teorizó sobre la nación madrileña cinco minutos antes de que le diesen una patada hacia la silla que ocupaba Irene Lozano, de profesión biógrafa de Sánchez y hoy exiliada como culiparlante en la Asamblea de Díaz Ayuso; cuando llegó al CSD, le preguntaron su relación con la actividad física y contestó que en 3º de BUP jugó «en clase de gimnasia, tres veces al voleibol», pero que al cuarto día se rompió un poste de la red y dedicó el resto del curso «a echar un cigarrito escondida en el vestuario». Un día la llevó su jefe de gabinete a entregar las medallas de un maratón e inquirió al vencedor por la distancia recorrida «en esta edición».
Resulta extraño, así, que ni el deporte ni los deportistas se sientan cómodos con este Gobierno que reduce todas sus políticas a la improvisación y el efectismo, ya que son contravalores que inhabilitan para la alta competición. Un gran torneo futbolístico o una medalla de oro son consecuencia siempre de la planificación milimetrada y del trabajo a largo plazo: no valen los atajos para eliminar a Djokovic ni es posible sepultar un penalti lanzado a las nubes en titulares filtrados a la prensa adicta. Como las de Juan Roig hace dos semanas, han sido numerosísimas las declaraciones críticas desde el ámbito deportivo hacia un Ejecutivo que sólo encuentra palabras amables en Luis Rubiales, el sindicalista trabucaire que acaudilla la Real Federación Española de Fútbol.
Sus buenas relaciones con el Consejo de Ministros le sirvieron para que Aymeric Laporte, central descartado por Francia y suplente contumaz en el Manchester City, obtuviese por la vía exprés el pasaporte español que le ha permitido estar en la convoctoria de Luis Enrique. Ahora sólo falta nacionalizar al alemán Pfizer y al danés Janssen para contar un terceto defensivo de tronío.
✕
Accede a tu cuenta para comentar