Copa del Rey de Baloncesto

Campeón por inercia

El Barcelona ganó la Copa en una final muy cómoda ante el Valencia. Iguala los 23 títulos del Madrid

Los jugadores del FC Barcelona Regal celebran su victoria
Los jugadores del FC Barcelona Regal celebran su victorialarazon

El Barcelona Regal se proclamó hoy campeón de la Copa del Rey de baloncesto al imponerse al Valencia, en Vitoria por 85-69. El vértigo que se presupone a una final de Copa sólo estuvo en los prolegómenos. Cuando lo importante era si sonaba el himno, su duración, cómo reaccionarían los de siempre ante la presencia del Rey... Si la tensión de una cita así sólo se masca en lo que va a suceder antes de que empiecen los triples o los mates, malo, muy malo. Si el público sólo se emociona cuando en el tercer cuarto aparece una pancarta que reclamaba aquello de «Sanidad Pública», peor. Si cuando más ruido se genera en el pabellón es en el descanso con la entrega de la MiniCopa por parte del ministro Wert, acabáramos.

Todo fue importante menos el baloncesto. Los protagonistas tampoco ayudaron. El Barça, lejos de protagonizar un partido recordable, supo estar más a la altura de las circunstancias y por eso se llevó el trofeo. Se trataba de ganar un título y eso fue lo que hicieron los azulgrana. Así de sencillo. Fue algo muy profesional, sin adornos. Llego, gano y me voy. Espectáculo y emoción, no gracias.

El Valencia nunca dio la sensación de poder discutir el título. En una de las finales más flojas y planas de las últimas ediciones, el Barcelona sumó su trofeo número 23, con lo que iguala al Real Madrid en el palmarés de una competición que merecía otra forma de resolverse. Acostumbrados a partidos memorables para la definición del torneo, lo de ayer es ya un mal recuerdo, aunque el Barça opine lo contrario.

Lo mejor que hizo Navarro fue ir a recoger la Copa de campeón de manos de Don Juan Carlos. Su equipo tampoco lo necesitó para mucho más. Si el Barça no precisa de la ayuda de su capitán y termina ganando una final por 16 puntos de diferencia... Navarro acabó el partido con un sonrojante 0/8 en el tiro, una valoración de -7 y sin una zapatilla. Se sentó en el banquillo en el último tramo cuando su equipo ya tenía la Copa en el bolsillo, la sexta para el capitán azulgrana.

La final se desarrolló con una placidez para el campeón más propia de un torneo menor. Del tanteo mutuo del primer cuarto, el Valencia pasó a ofrecer un rostro algo más ambicioso. Llegó propiciado por la intensidad de Pietrus y el acierto de Markovic. Con 21-26 (min 14) el equipo de Perasovic pareció en condiciones de buscar pelea. Fue visto y no visto. Para aspirar a un título hace falta algo más que intensidad y ganas. No es que el Barça hiciera un derroche de baloncesto. Le bastó con ofrecer pinceladas. Un poco de Jawai en el tercer cuarto para demostrar que, pese a su torneo, puede ser aprovechable. La aparición de Lorbek en la segunda parte como sucedió en semifinales. Tres acciones de Tomic, la presencia de Oleson y los colmillos que siempre muestra Pete Mickeal. Cuando Navarro no ha estado, el estadounidense ha sido la referencia. Su carácter competitivo es ideal para citas como la Copa. Él no hace prisioneros. Pareció el único consciente de que el partido no tenía una segunda oportunidad. El premio de Jugador Más Valioso fue el justo reconocimiento para él.

El Barcelona, casi sin forzar, fue construyendo un colchón que en el arranque del último cuarto era apenas de seis puntos (61-55), pero es que el Valencia no apretó. Actuó como si fuera incapaz de dar un paso al frente. Pareció resignado. Faverani, su mejor baza hasta ayer, se perdió entre las torres del Barça. Del resto no hubo noticias, nadie fue capaz de decir aquí estoy yo, de asumir responsabilidades. La seriedad atrás del Barça propició que las diferencias aumentaran, que se quedaran más allá de los diez puntos. Y el Valencia asumió su condición de subcampeón como si fuera suficiente premio.

La Copa deja un Barça que llegaba a Vitoria como víctima del Madrid y acaba con un trofeo que le iguala con el eterno rival en el palmarés copero.

El colmillo del Barça / Pete Mickeal, Alero del Barcelona

Cuando Pete Mickeal (22-2-1978, Rhode Island) huele sangre, el equipo rival tiene un problema. Con un instinto competitivo más que acreditado, el alero estadounidense se ha convertido en el mejor jugador de un torneo que ya ha ganado tres veces, dos con el Barça y una con el Baskonia. El Breogán lo presentó a la ACB hace nueve años. En Lugo brilló, pero los dólares le llevaron a las ligas de Grecia y Corea antes de regresar a España. El Caja Laboral lo rescató y después de dos años en Vitoria recaló en el Barça, donde se ha convertido en un jugador determinante. Su Copa arrancó con un partido sobresaliente ante el Madrid y siendo el más consistente de los suyos en la final. Cierra el torneo con un promedio de 15 puntos y 3 rebotes por partido. «Somos un equipo que cada día lucha y trabaja mucho. Por eso podemos vivir hoy aquí, en una pista que es muy especial para mí, este momento», aseguró.