Boxeo

Cinco minutos para ser campeón de Europa

Kerman Lejarraga sólo necesitó dos asaltos para tumbar al británico Skeete y conseguir el título continental. 10.000 personas presenciaron el combate en Miribilla.

Kerman Lejarraga celebra su triunfo /Alberto R. Roldán
Kerman Lejarraga celebra su triunfo /Alberto R. Roldánlarazon

Kerman Lejarraga sólo necesitó dos asaltos para tumbar al británico Skeete y conseguir el título continental. 10.000 personas presenciaron el combate en Miribilla.

La mano de Kerman Lejarraga pesa mucho más de los 66 kilos que midió la báscula el viernes en el pesaje oficial de la pelea. Pesa más por la fuerza de sus puños y por la que le dan las 10.000 almas que llenaban Miribilla y que convirtieron el recinto en un infierno para el británico Skeete. No es casualidad que 20 de los 25 combates del vasco hayan acabado antes del límite. “Mano de Piedra” llamaban a Roberto Durán, que había ejercido de padrino en el combate anterior. Pero s las de Lejarraga no son de piedra son de un material muy parecido. Quizá la clave sea su capacidad de recuperación, ésa que le permite engordar 10 kilos entre el pesaje y el combate, lo que le convierte en un boxeador de una categoría muy superior.

La tarde había sido un calentamiento para lo que esperaba. Era cerca de la una de la madrugada cuando Lejarraga asomó por el túnel de vestuarios. “Au, au”, era el aullido de la grada a la manera de los espartanos de la película 300. Kerman es un guerrero lleno de tatuajes que intimida desde el comienzo sin necesidad de empezar a mover las manos. Cuando lo hace, provoca terror.

El “Revólver de Morga” no considera que la paciencia sea una virtud. Sólo dedicó unos instantes del primer asalto a reconocer a su adversario. Ya lo había estudiado en los vídeos antes del combate. Kerman es un boxeador meticuloso en la preparación, le gusta saberlo todo de sus rivales antes de enfrentarse a ellos. Y lanzarse a la pelea sin darles tiempo a reaccionar. Las primeras manos llegaron en el primer asalto, cuando las únicas luces encendidas de todo el Bilbao Arena eran las que iluminaban el cuadrilátero. En realidad, la luz era la que desprendían los puños de Lejarraga. En el segundo asalto decidió que ya no había tregua. Skeete había aguantado en el primero entregado al estudio. Hasta que Kerman quiso. Lo tiró una vez al suelo y después dos más en menos de sesenta segundos. Quedaba un minuto y quince segundos cuando el árbitro decidió que no merecía alargar el sufrimiento del otro aspirante. Los jueces, un belga, un alemán y un italiano de apellido Montella no tuvieron nada que medir. La medida de todo estaba en los golpes de Lejarraga, que hicieron hundirse el suelo bajo los pies de Skeete. El británico, que había amenazado antes del combate con abrir al español “como una sandía” en palabras de su preparador, se derrumbó sin posibilidad de respuesta. “El Revólver” no hace prisioneros, gana por aplastamiento. Y Skeete ya sólo es el nombre de una de sus víctimas.

Desde ahora, Kerman Lejarraga es el nombre del nuevo campeón de Europa del peso welter. El nombre del boxeador español que aspira ya a pelear por el campeonato del mundo, quizá contra su admirado Lucas Mathysse. El argentino defiende en julio el título contra Pacquiao. Kerman quiere ponerse ya a la cola para esperar al ganador.

“Muchas gracias a todos, hacéis que sea una noche mágica de verdad. Los pelos de punta”, decía el campeón ya con el cinturón en su poder. “Y gracias a mi familia, a mi esquina. Sois los mejores”, añadía. Pero nadie duda de que el mejor es él. El hombre que consigue que dure menos el combate que el calentamiento. Y que hace que 10.000 personas salgan de la velada con una sonrisa una vez más. “Yo estaba en Miribilla cuando Kerman ganó el campeonato de Europa”, podrán contar. Los puños de Lejarraga, que acaba de cumplir 26 años, tienen todavía muchas más historias que contar.