Historias del balón
El triste final de Pickles, el perro que se convirtió en un héroe del fútbol mundial
El can alcanzó el estrellato tras recuperar la Copa del Mundo de 1966 que había sido robada
En1966, el trofeo Jules Rimet, con el que se premiaba a la selección campeona del mundo, fue robado. La policía jamás podría haber recuperado el galardón, de no ser por la ayuda de un perro blanco y negro llamado llamadoPickles. David Corbett paseaba junto a su perro Pickles por las calles del barrio londinense de South Norwood. El can se acercó a un árbol y regresó con algo entre sus fauces, un objeto grande envuelto en periódico. Para sorpresa de Corbett, se trataba de la Copa del Mundo robada. Sin dudarlo ni un momento, acudió a la estación de policía más cercana para entregarla. La rocambolesca y poco verosímil narración de los hechos convirtió por momentos a Corbett y Pickles en sospechosos del robo pero finalmente los investigadores dieron por buena la historia y Pickles se convirtió en héroe nacional.
Todo empezó el 20 de marzo, durante la gira de la Copa del Mundo, que en ese momento se encontraba exhibida en el Westminister Central Hall de Londres. En una maniobra que sigue todavía sin respuestas, el trofeo desapareció en un descuido de los guardias de seguridad. La noticia fue caótica y Scotland Yard empezó una investigación de urgencia. El ladrón contactó poco después con los agentes de la ley, exigiendo 15.000 libras a cambio del objeto sustraído. La policía arrestó con éxito al hombre que esperaba el dinero, aunque este se trataba tan solo de un simple intermediario. La copa seguía sin aparecer y la Federación Inglesa (FA) tomó la precaución de crear una réplica para el torneo por si no aparecía, pero sí lo hizo.
El trofeo fue encontrado, siete días después, envuelto en papel periódico en el fondo de un seto de un jardín suburbano en Beulah Hill, South Norwood, al sur de Londres, por Pickles durante un paseo con su propietario David Corbett.
Cuando la selección de fútbol de Inglaterra ganó el trofeo, como premio Pickles fue invitado al banquete de celebración y se le permitió lamer los platos después del banquete inaugural. Su dueño recogió un premio de 6.000 libras. El ladrón nunca fue atrapado.
“Por entonces, el IRA (Ejército Republicano Irlandés) andaba suelto, así que personalmente, pensé que era una bomba y lo dejé en el suelo. Lo levanté, lo volví a dejar. Entonces, la curiosidad me pudo. Rompí un poco el envoltorio por debajo y había una chapa lisa. Seguí rompiendo alrededor, y aparecieron Brasil, Alemania, Uruguay. Volví a casa corriendo y le dije a mi mujer: ‘¡Creo que he encontrado la Copa Mundial!”, declararía Corbett a los medios.
De sospechosos al estrellato
Su mujer ni se inmutó y, cuando lo presentó en la comisaría más cercana, la reacción fue así de poco entusiasta: “No me parece muy mundialista esta Copa…”. Aun así, a Corbett le quitaron bruscamente la copa y, cuando se confirmó que era auténtica, de pronto se dio cuenta de que estaba en el punto de mira. “Era el sospechoso número uno. ¡Hasta que no estaba sentado en la comisaría de Cannon Row, ni siquiera se me había pasado por la cabeza!”.
Después de unas horas de interrogatorio y de varias semanas incluido en una lista de sospechosos, su nombre quedó fuera de toda sospecha. Y entonces llegó el estrellato: dueño y amo salieron en televisión y acudieron a actos solemnes, amén de recibir una recompensa en efectivo. En cuanto a Pickles, hizo de extra en una película –El espía de la nariz fría–, y le dieron una medalla y comida para perros para un año entero.
Corbett también recuerda que los dos fueron invitados al banquete tras haber ganado Inglaterra el Mundial, y que Pickles fue la estrella de la fiesta, aunque huyó de toda pompa y solemnidad aliviando sus necesidades en las puertas del ascensor del hotel de cinco estrellas.
Pickles, sin embargo tuvo un triste final. Murió en 1967, cuando se estranguló con su correa mientras perseguía a un gato. Fue enterrado en el jardín trasero de la casa de su dueño. No pudo presenciar el siguiente Mundial al que también habían sido invitados.
No fue el único susto
A pesar del susto que generó el robo del trofeo, no fue el único que se dio porque en diciembre de 1983 unos ladrones ingresaron a las instalaciones de la Confederación Brasileña de Futbol (CBF) para hacerse con la copa. Las versiones oficiales sitúan al argentino Juan Carlos Hernández como el cerebro de la operación. Hernández se encargó de fundir el trofeo, que terminó por venderse en lingotes de oro y así terminó la existencia del galardón. Los que integraron la banda de asaltantes terminaron en la cárcel.
De acuerdo con las versiones de la época, se mandó hacer una reproducción del Jules Rimet, que es el actualmente se exhibe en la sede de la Confederación Brasileña de Futbol.
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