Atlético de Madrid

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Correa encontró la recompensa

Antoine Griezmann, hoy, en el Wanda Metropolitano. REUTERS/Susana Vera
Antoine Griezmann, hoy, en el Wanda Metropolitano. REUTERS/Susana Veralarazon

Se midieron mucho el Atlético y el Valencia. Jugaron a no fallar, a defenderse con mucho orden y a atacar con cautela. El partido, más táctico que espectacular, muy equilibrado en el juego, lo resolvió Correa con un disparo desde fuera del área. Era la recompensa para él y para Simeone, él que más empeñado está de hacer de su compatriota un futbolista de postín.

Los entrenadores pusieron las cartas boca arriba desde el minuto uno. Simeone había explicado lo que quería en la víspera y el Atlético no engañó a nadie. Marcelino recurrió a Maksimovic en vez de Soler y colocó a Vezo como lateral derecho. Lo demás, lo previsto con Mina y Zaza para incordiar a Oblak, con Kondogbia y Dani Parejo como jefes de operaciones.

Con Koke y Saúl a los mandos, con las bandas para Correa y Carrasco, que se esforzaron en ayudar por dentro, se trataba de que Griezmann y Diego Costa tuvieran balones en condiciones para girarse y encarar a Neto. Apenas lo pudieron hacer porque el Valencia apretó en defensa, tapó muy bien por el centro y las ocasiones de la noche se cuentan con dos dedos. Un cabezazo de Diego Costa a la salida de un córner con espectacular respuesta de Neto y el golazo de Correa en la segunda parte cuando los rojiblancos ya habían perdido a sus dos centrales. Savic se lesionó en el primer tiempo, tras una jugada con Santi Mina, y Godín perdió alguna pieza dental al intentar rematar un saque de esquina. Neto le propinó un puñetazo involuntario, que muchos reclamaron como penalti.

Sin los centrales titulares

Simeone recompuso líneas con Juanfran en la derecha y Vrsaljko en la izquierda. Y en el centro los jóvenes Giménez y Lucas –la pareja del futuro– para resolver el poco trabajo que les creaban los Zaza, Mina y, después, Rodrigo, en el arreón final de un Valencia sin sangre ofensiva, con buenos modales en el centro del campo, pero falto de ambición. La que tuvo el Atlético, que ayer movió la pelota con más criterio que otras veces porque Saúl y Koke estuvieron entonados. Diego Costa dio guerra sin estar sublime porque entendió el juego cuando era necesario y Griezmann, también cumplió. Se equivocó el francés al mandar callar al público. Retuvo el balón cuando la gente pedía que se fuera al ataque. Tirón de orejas para él. Fue el toque final de un partido donde el Atlético estuvo sobrio, serio, trabajador y eficaz. Además, encontró a Correa para sellar un triunfo merecido.