Italia

El Mundial fantasma: Así vive Italia el primer Mundial en 60 años sin la «Azzurra»

La crisis política y la ausencia de Italia han convertido el torneo en algo residual, aunque las audiencias televisivas indican lo contrario.

Romanos pasean delante de un mural en la Ciudad Eterna en la que están representados Putin, Trump y Giuseppe Conte
Romanos pasean delante de un mural en la Ciudad Eterna en la que están representados Putin, Trump y Giuseppe Contelarazon

La crisis política y la ausencia de Italia han convertido el torneo en algo residual, aunque las audiencias televisivas indican lo contrario.

A las puertas del restaurante Casta Maria han colocado una bandera española y otra alemana. Añadir la tricolor hubiera significado cerrar los ojos ante la realidad, pero en un país siempre orgulloso de su enseña sorprende la capitulación. Italia no está en Rusia, así que a alguien habrá que animar. El panorama, sin embargo, luce desangelado. El pasado miércoles en las pantallas se proyectaba el España-Irán. Sentados en primera fila se encuentran dos señores con alzacuellos. Restaurante Casta Maria, frente a la basílica Santa María la Mayor, ligada al Estado español: los únicos tifosi eran dos sacerdotes ibéricos. José Ramón y su compañero, que han venido a Italia para un encuentro entre religiosos.

«Mucho ambiente no hay, pero no nos queríamos perder el partido», señala el cura de la diócesis de Vitoria. Tampoco el juego acompaña para sumar adeptos a la causa. A la responsable del local, no le interesa el espectáculo y para el camarero, «el Mundial no existe». Directamente. Instan a visitar la cervecería de al lado, la Marconi, donde los parroquianos son más adeptos a eso de la birra y el fútbol.

En la ecuación no falla ninguno de los elementos, pero el primero parece ser necesario y el segundo sólo contingente. Grupos de turistas hablan animados sin sorprenderse siquiera ante la voltereta de Mohammadi. «Salimos en las guías y siempre tenemos gente –asegura Orazio, dueño del bar– pero sin Italia en el Mundial nos falta la clientela local y eso se nota en la caja». A Orazio, rara avis en un país apegado al Calcio, el balón tampoco le interesa ni ahora ni antes.

Tanto a las dos como a las seis de la tarde, las calles de Roma están tan atascadas como de costumbre por la gente que sale del trabajo. Símbolo inequívoco de que no juega la Nazionale, la única capaz de romper esta rutina. Los diarios deportivos ocupan sus portadas con los últimos movimientos del mercado de Juventus, Inter o Roma. Llega el verano y en los bares no se habla de fútbol sino de política. Algo muy grave debe estar pasando en este país. Un Mundial sin Italia es algo que no sucedía desde hace 60 años. «El nuevo Gobierno nos tiene tan agitados que no tenemos tiempo para más», sostiene el escritor y comentarista deportivo Marco Sconcerti. Si bien confiesa que no se pierde un partido. El periodista está viendo «una Copa del Mundo en la que no hay equipos fuertes ni nuevos jugadores que sorprendan por su clase», aunque esto «tampoco le hubiera dado grandes oportunidades a Italia», opina. «Un país feliz juega alegre, mientras que un país en crisis como el nuestro juega triste», analiza, en versión futbolero-antropológica.

Sconcerti relata que «estas dos décadas son las del ordenador y la Play Station; los niños ya no juegan en las calles ni en los patios de las iglesias, como era tradición en Italia, por lo que el fútbol se vuelve reflejo de una sociedad deprimida». Es la prueba, según él, de que «por primera vez en 20 años no despunte ningún fenómeno» en su país.

El último debate, con la vuelta de Balotelli a la selección, en realidad ha sido un déjà vu. El único consuelo es que el italiano está acostumbrado a rememorar su pasado grandioso y a lamentarse por un futuro incierto. Totti, Pirlo o Del Piero son los emperadores de esa época gloriosa que cerró Buffon, el último superviviente en la élite.

Italia lloró con su capitán el drama de la eliminación. Y en ese trance del luto colectivo, lo mejor para pasarlo es desprenderse de toda carga. Después llegó la rabia, con el ex seleccionador Giampiero Ventura como blanco principal. Y por último, donde nos encontramos, está la fase de la negación. Mundial es sinónimo de la Azzurra; lo contrario, la nada.

Y aún con todo, las audiencias en televisión indican lo contrario. El Brasil-Suiza de esta semana tuvo más de siete millones de espectadores, un 36 por ciento de cuota de pantalla. Es posible que en paralelo a la catarsis se esté conformando otro fenómeno, el del aficionado que niega seguir un espectáculo, pero que en realidad lo ve. Las televisiones de Berlusconi ya anticiparon el camino, el Mundial convertido en un reality. Italia siempre fue un gran teatro.