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Octavos de final

“Los leones del Atlas” convierten Marruecos en una fiesta

La clasificación para octavos de final de la selección magrebí, que se medirá a España el martes, desata la pasión en todo el país

Hinchas marroquíes se bañan en una fuente después de la clasificación para octavos de final
Hinchas marroquíes se bañan en una fuente después de la clasificación para octavos de finalJALAL MORCHIDIAgencia EFE

La oración rogatoria convocada en todas las mezquitas del Reino este martes tuvo dos días después premio doble: lluvia todo el día –la falta de precipitaciones y una sequía exasperante habían sido el motivo de la llamada a las alturas– y la clasificación, por segunda vez en la historia, para octavos de final de un Mundial de la selección marroquí de fútbol. Desde el final del encuentro contra Canadá –2-1 para Marruecos–, el éxtasis colectivo se ha apoderado del país magrebí.

Una marea interminable de personas tomó Rabat, y lo mismo ocurrió en el resto de grandes ciudades, en centros y barrios periféricos; mayores y niños, hombres y mujeres. Una celebración que hace añicos toda comparación con cualquier otra manifestación popular en este país: de las huelgas profesionales hasta la ya lejana primavera árabe, no ha habido nada comparable en los últimos años. Fue como, sin atisbo de exageración, si Marruecos hubiera alcanzado la final o ganado la Copa del Mundo. «Estoy muy feliz, como todo el pueblo marroquí. Fue una inmensa alegría la de la victoria de jueves, pues teníamos auténtica necesidad. Es una victoria histórica. Con el conjunto humano que forma esta selección nacional entramos en la historia con una nueva generación de jugadores», admite a LA RAZÓN Souad El Kamari, periodista deportiva marroquí además de ex jugadora de fútbol en competiciones locales. «Como todo el mundo, compartí la alegría con mi familia en casa y después con mis amigos en la calle», relata la joven de Fez.

En realidad la fiesta había comenzado el domingo pasado, cuando los «Leones del Atlas», aunque hace mucho que no quede ya ningún león en la cordillera norteafricana, vencieron, con toda solvencia, a Bélgica (2-0). Era la primera victoria de Marruecos en una fase final de un Mundial desde hace 24 años, y la tercera de su historia. Con el triunfo ante Canadá los marroquíes sellaron su segundo pase a octavos de final de una Copa del Mundo en 36 años.

Poco se hace hincapié en el poder salvífico, por lo menos transitoriamente, del fútbol para la gente. Como poco importó la sequía, la crisis económica –las crisis, porque se han ido amontonando en los últimos dos años y medio-, las malas perspectivas materiales para la mayoría en este país, o precisamente por eso, porque hay pocos motivos para celebrar, a las decenas de miles de personas que se echaron a la calle en la tarde y noche del jueves en Rabat. Está siendo, en fin, una sacudida de autoestima colectiva.

La euforia desatada desde hace unos días en Marruecos, país muy futbolero –medio país es del Madrid y medio del Barça, dependiendo los porcentajes del desempeño en los últimos años de cada uno de los dos grandes españoles–, aunque hasta ahora su selección nacional no hubiera disfrutado de un momento así, no ciega a sus aficionados. «La selección española es muy buena. No tenemos experiencia en estas fases, así que no podemos confiarnos en absoluto», me admitía Fouad, encargado de una cafetería de mi barrio en Rabat.

Hay un gran respeto y admiración por la selección y el fútbol español. El que escribe estas líneas vivió en la capital marroquí hace doce años la victoria de España en Sudáfrica y fue testigo de que en los escenarios donde el jueves se desató la locura colectiva por los «Leones del Atlas» también centenares de marroquíes salieron a festejar el histórico triunfo de la Roja demostrando un sincero afecto por los vecinos del norte.

El pase a octavos de Marruecos en Qatar es, en fin, toda una reivindicación de un fútbol técnico y desacomplejado -que sigue marcando una trayectoria ascendente en los últimos años- como es el marroquí. No en vano, sus futbolistas se desempeñan en las mejores ligas europeas: Ziyech juega en el Chelsea inglés; Hakimi, en el PSG y Bono y En-Nesyri, en el Sevilla.

El éxito de los marroquíes sirve para reivindicar el buen papel de los combinados africanos como Senegal. De la misma manera las victorias de los «Leones» han contribuido a un inesperado ejercicio de solidaridad árabe y musulmana, quizás espoleado por las reiteradas críticas a los organizadores, que estamos presenciando en este atípico Mundial.

Las coincidencias de la vida y el fútbol han querido que, cuatro años después del Mundial de Rusia, los caminos de la Roja y Marruecos vuelvan a cruzarse en una fase final. La última vez lo hicieron en la fase de grupos, ahora el choque entre los dos vecinos alejados tendrá un cariz definitivo. Mientras, la fiesta ya ha comenzado en Marruecos.