Golf

Sergio García, la importancia de la mente

El golfista español ha «esperado» a los 37 años para ganar su primer «Major», el Masters de Augusta. El trabajo emocional en el que antes no confiaba, una de las claves de su éxito

Sergio García, la importancia de la mente
Sergio García, la importancia de la mentelarazon

El golfista español ha «esperado» a los 37 años para ganar su primer «Major», el Masters de Augusta. El trabajo emocional en el que antes no confiaba, una de las claves de su éxito

«Ya no tendré que volver a responder nunca más si soy el mejor jugador que nunca ha ganado un grande», decía Sergio García después de vestirse la chaqueta verde de campeón del Masters de Augusta. «A lo mejor ahora tendré que responder si soy el mejor jugador que sólo ha ganado uno. Podré vivir con eso», bromeaba. Durante mucho tiempo el español ha convivido con el peso de no haber ganado ningún torneo del «Grand Slam». Procuraba no dar demasiada importancia a ese detalle, pero le torturaba por dentro. Competía además, con la leyenda de Ballesteros y Olazabal, siete grandes entre los dos. Y con la de Tiger Woods, que devoró rivales y torneos durante muchos años.

Pero Sergio, por fin, ha cerrado el círculo. Ganó el Masters de Augusta, que era también el último grande que había ganado el golf español. En 1999, Chema Olazabal ganaba su segunda chaqueta verde y García terminaba como el mejor amateur. Era un símbolo del relevo que llegaba. Pero han tenido que pasar 18 años para que se hiciera realidad ese cambio de guardia el mismo día en que Severiano Ballesteros hubiera cumplido 60 años. «Es increíble conseguir esto el día del 60 cumpleaños de Seve y unirme a él y a Olazabal, mis dos ídolos. Jose me mandó un mensaje el miércoles para transmitirme lo mucho que creía en mí y lo que tenía que hacer, que creyera en mí, estuviera tranquilo y no permitiera que se repitiera lo que me había ocurrido en el pasado», explicaba tras su victoria.

Cuando falló el «putt» decisivo en el hoyo 18 regresaron los fantasmas del pasado, el recuerdo del Open Británico perdido en 2007 ante Padraig Harrington. Pero Sergio ha demostrado tener una fuerza mental que antes no tenía. «A veces pensaba si podría ganar algún ‘‘Major’’. He tenido muy buenas oportunidades y las desperdicié, o alguien hizo algo extraordinario para derrotarme. Pero últimamente he estado recibiendo ayuda y vengo pensando algo diferente, un poco más positivo», reconoce. Sergio no acostumbra a dar muchos detalles, pero en los últimos tiempos ha trabajado mucho el aspecto mental. La muestra fue el torneo de Dubai, hace dos meses, cuando fue capaz de derrotar en la última jornada al actual campeón del British, el sueco Henrik Stenson. Sólo le faltaba demostrarlo en un «Grande». Y lo hizo en la última jornada de Augusta.

El par que salvó en el hoyo 13 después de mandar la bola a los matorrales desde la salida era el reflejo del trabajo de los últimos tiempos. «Me dio incluso más confianza y entonces pude hacer dos hoyos buenísimos. Fue una demostración de mi carácter y mi mentalidad, me mantuve positivo incluso cuando las cosas no iban tan bien en los hoyos 10 y 11», reconoce. Después de aquello se recuperó, con un «birdie» y un «eagle» para volver a igualar a Justin Rose a falta de tres hoyos. No fue la única demostración de su fortaleza mental. Se recuperó después de que Rose volviera a tomar ventaja en el 16 y después de fallar el «putt» decisivo en el 18. Supo gestionar mejor emocionalmente el desempate de su rival camino de la chaqueta verde.

La relación con su futura esposa, la periodista Angela Atkins, y con su familia le ha servido de ayuda. Su suegro, Marty Atkins, fue un destacado «quarterback» en el equipo de fútbol americano de la Universidad de Texas, aunque tuvo un fugaz paso por el profesionalismo por culpa de una lesión de rodilla. Sergio se ha convencido de la importancia de la mente, pero su grupo de trabajo sigue siendo muy reducido: su «caddie», Glen Murray; su agencia de representación y su padre, Víctor, que sigue siendo su entrenador desde que a los tres años le puso un palo de golf en la mano. No acostumbra a analizar sus recorridos en vídeo de manera obsesiva como hacen algunos de sus rivales. Sergio es un golfista de la vieja escuela. Ahora que todo está medido y estudiado al milímetro para no dejar nada al azar, él sigue escuchando a sus sensaciones, confiando en su inspiración.

Ni siquiera trabaja ya con un preparador físico específico, aunque nunca ha descuidado su forma. Su pasión por los deportes le llevó a presidir el Borriol, el equipo de fútbol de su pueblo, con el que jugaba cuando podía. La edad le ha hecho ir abandonando el fútbol poco a poco, aunque sigue entrenando y jugando pachangas con los amigos. El tenis sigue practicándolo. Una afición que le ha unido a Rafa Nadal, uno de sus grandes amigos deportistas. Como Figo. El ex jugador del Real Madrid lo ha acompañado durante su participación en el Masters de Augusta. Se ha alojado en casa de Sergio y juntos vieron el Real Madrid-Atlético del sábado, antes de que el español comenzara su penúltimo recorrido.

El portugués fue uno de los animadores más sonoros de Sergio durante su último recorrido. Una motivación más para ganar. Como la irrupción de Jon Rahm, que parecía discutirle el reconocimiento de mejor golfista español. Rahm le pasó por encima en el Mundial Match Play, pero tienen buena relación a pesar de la diferencia de edad. «Seve, Txema y ahora Sergio. ¡Qué grande! ¡Vamos! Si ya era mi ídolo, ahora mucho más», le felicitaba el vasco en su cuenta de Twitter. El azar ha querido que García haya ganado su primer «Major» en Augusta, el único «Grande» que habían ganado dos españoles. Olazabal tenía 33 años cuando ganó el segundo. Ballesteros tenía 31 cuando ganó su último grande. Sergio tiene 37, pero quiere seguir ganando.