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Polémica

El maratón más "bizarro" de Verdeliss en África: gana pero pierde

La famosa influencer ha compartido en las redes sus sensaciones tras su extraña victoria en África

MADRID, 09/04/2025.- La influencer y corredora Estefania Unzu, en redes Verdeliss, durante una entrevista con EFE en la que desvela las dificultades a las que se ha enfrentado, las exigencias de su vida personal y la dura preparación a la que se tuvo que someter para una hazaña que ahora salta a la pantalla en el documental “Verdeliss.7 maratones, 7 continentes, 7 días”(Movistar Plus+, desde el 14 de abril). EFE/JP Gandul
Verdeliss: "Lo que yo hago no es normal ni tiene que ser ejemplarizante"JP GAndulAgencia EFE

Correr 42 kilómetros en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, ya era en sí una pequeña hazaña. No por el tiempo, ni por la marca, ni siquiera por el calor o la humedad que desafían al cuerpo desde el primer kilómetro, sino por el escenario: un país golpeado por décadas de conflictos, desigualdades y carencias estructurales. Verdeliss, influencer, madre de siete hijos y corredora habitual, decidió correr allí su carrera número 43. No buscaba ganar. No había plan de ataque ni estrategia competitiva. Solo el deseo de cruzar la meta, sumar otra experiencia y, sobre todo, cumplir un sueño íntimo: correr en el corazón de África.

Verdeliss, primera sólo un rato

El resultado, sin embargo, fue tan inesperado como surrealista. Verdeliss terminó la maratón en primer lugar femenino. Cruzó la meta, recibió felicitaciones, compartió sonrisas, y hasta el chip de su dorsal corroboró lo que su memoria le recordaba con claridad: adelantó a la segunda mujer a medio minuto de diferencia. !No exagero si os digo que he vivido la experiencia más bizarra de mis 43 carreras", escribió.

Lo que vino después es digno de un guion de comedia absurda, aunque con toques de realidad incómoda. La atleta que llegó después comenzó a reclamar el primer puesto. Su “prueba”: una fotografía suya bajo el arco de meta a las 9:03 a.m. A simple vista, parece un dato más. Pero con el retraso de salida de casi una hora, eso significaría completar la maratón en poco más de dos horas. Dos horas y tres minutos, para ser exactos. Lo que, para contextualizar, sería pulverizar el récord mundial femenino en más de cinco minutos. Y todo esto sin ninguna repercusión internacional, sin cronometraje homologado, sin jueces independientes, sin cámaras oficiales. Solo una foto. En un punto que se pasaba varias veces durante la carrera. Todo muy sospechoso.

La reclamación, sin embargo, fue tomada en serio por la organización. Y ahí es donde entra el trasfondo más amargo del relato. Verdeliss, con la ironía justa, apunta que el cheque de 2.000 dólares ya debía tener nombre antes de que se lanzara el pistoletazo de salida. "Que oye…yo ni sabía que había premio en metálico! No pierdo nada, cuando nada esperaba. Y muy probablemente, hubiese renunciado a él…mi conciencia no quedaría tranquila, sabiendo la necesidad de un país con tanta necesidad como la República Democrática del Congo", escribía Verdeliss.

"Cuando he visto el trampeo"

No lo afirma con rencor, ni busca el escándalo. Solo constata lo evidente: algo no cuadraba. Y ante la posibilidad de entrar en una batalla absurda por un reconocimiento que ya sentía suyo , el de haber completado la carrera con honestidad, alegría y esfuerzo, decidió marcharse. No quiso discutir, no quiso pelear por un podio que moralmente ya le pertenecía. “Cuando he visto este trampeo y que me metían en la pelea, me he pirado. Corro por pasármelo bien, por disfrutar y sobretodo con ética. Paso de malos ratos, no voy a defenderme”, escribió con la claridad de quien sabe que, a veces, perder un trofeo es también una forma de ganar dignidad.

Hay un elemento que destaca en su relato y que trasciende la anécdota deportiva: la ética personal como brújula. Verdeliss admite que ni siquiera sabía que había premio en metálico. Y que, de haberlo sabido, probablemente lo habría rechazado, consciente de las carencias estructurales del país en el que estaba corriendo. Esa reflexión desmonta cualquier tentación de victimismo o escándalo fácil. No hay lamento, no hay rabia, no hay acusación directa. Solo una constatación amable, crítica en el fondo, pero luminosa en la forma: en un entorno donde las trampas pueden ser costumbre y la necesidad apremia, ella decidió quedarse con lo que había venido a buscar: una experiencia auténtica.

Más allá del dinero

Verdeliss no subió al podio. Pero lo cierto es que no lo necesitaba. En su relato, con emojis, “jajás” y expresiones ligeras, subyace una verdad más profunda: el deporte como vivencia, no como resultado. El viaje, los paisajes, la gente, el ambiente, el cuerpo en movimiento, el reto personal. Esos eran sus objetivos, y los cumplió todos. “Yo feliz con mis 42km y esa ilusión cumplida de correr en el corazón de África”, escribe. Y cuesta no creerle.

Este episodio, aunque pintoresco, revela tensiones conocidas en muchas competiciones deportivas organizadas en contextos de precariedad. La falta de fiscalización rigurosa, la posible corrupción institucional, las desigualdades económicas que convierten un premio de 2.000 dólares en un bien demasiado tentador… Todo eso forma parte del telón de fondo. Pero la protagonista ha optado por mirar hacia otro lado. Ha decidido quedarse con lo bueno.