Fútbol

El mito al que va a superar Joaquín antes de retirarse

De aquí al final de temporada, el capitán del Betis puede conseguir un récord anonadante si juega al menos ocho partidos de Liga

Joaquín, en la última final de Copa del Rey
Joaquín, en la última final de Copa del ReyEuropa Press

«Ha llegado mi momento». Joaquín Sánchez, veintitrés temporadas como profesional desde su debut en septiembre de 2000 en San Lázaro contra el Compostela, en partido de Segunda división, se retirará al final de esta campaña, cerca de cumplir los 42 años. El crack portuense, un hombre que ha hecho de la sobreexposición mediática un arte, eligió para anunciar su adiós un escueto mensaje que las redes sociales del Betis publicaron este miércoles. El extremo diestro con mucha más clase que palmarés –tres Copas del Rey y 58 internacionalidades interrumpidas justo en puertas del cuatrienio dorado 2008-12– quiere despedirse con un récord anonadante.

Porque Joaquín, que debutó en Segunda y jugó dos campañas en la Fiorentina, tiene a tiro convertirse en el futbolista de la historia con más presencias en Primera, plusmarca que ostenta un Andoni Zubizarreta que sumó a su condición de portero el no haberse marchado nunca fuera de España. El guardameta vasco jugó 622 partidos de Liga entre 1981 y 1998. Joaquín lleva 615, siete menos, cuando quedan nueve jornadas para el final del Campeonato. Si no media lesión, improbable en un jugador a quien la salud ha respetado, lo igualará contra el Getafe el 24 de mayo y lo superará en Gerona cuatro días más tarde. Si alguna desgracia se cruza en su camino e impide al capitán del Betis destronar a Zubi, podrá reprocharle a Manuel Pellegrini su renuencia a darle minutos en las tres primeras jornadas del presente curso, cuando lo mantuvo contumazmente en el banquillo a pesar de las muchas bajas con las que debía componer sus convocatorias.

La carrera de Joaquín, tan larga y fecunda, es difícilmente resumible con números. Seguramente, siempre quedará el resquemor de saber hasta dónde habría podido llegar de no haber mediado dos malas elecciones de club, un Valencia en crisis y el inestable Málaga del jeque Al-Thani, cuando salió traspasado del Betis en 2006. Lopera sacó por él 25 millones y sus bolsillos se llenaron, sí, pero su carrera se estancó hasta el punto de sacarlo de una selección que frecuentaba desde que tenía veinte años y apartarlo de los radares de los grandes del fútbol europeo. Entonces, lo quisieron el Real Madrid y el Chelsea de Abramovich, trenes que no suelen pasar dos veces...

Su historia con la selección fue frustrante. Jovencísimo, se ganó un puesto para ir al Mundial de 2002 y asistir a Morientes en aquel gol a Corea del Sur en cuartos injustamente anulado por Al Ghandour, el árbitro egipcio de infausto recuerdo. Ese día, falló el penalti que eliminó en la tanda a España. Participó en el sainete de la Eurocopa de Portugal con Iñaki Sáez y fue con Luis Aragonés a Alemania 2006, donde empezó todo: probó la hiel de la eliminación contra Francia en octavos y desapareció para siempre de los planes del seleccionador, y de los que vendrían después, tres meses antes de la Eurocopa de 2008. Esa espina, reconoce en cada entrevista, siempre la tendrá clavada.