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Entrevista
Pablo Batalla Cueto: «Todas las ideologías han utilizado la montaña políticamente»
En «La bandera en la cumbre» el autor trata una vertiente política del montañismo no explorada hasta ahora. Todo es política

Pablo Batalla (Gijón, 1987) es muchas cosas: historiador, corrector de estilo, traductor... Pero es, sobre todo, alpinista y escritor, dos pasiones que une en las páginas de «La bandera en la cumbre», un libro publicado por Capitán Swing en el que repasa el montañismo desde un punto de vista político.
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¿Por qué se le ocurre escribir desde este planteamiento político del alpinismo?
Un poco para llenar lo que yo veía que era un hueco. Yo soy montañero desde pequeño, pero también me gusta leer historias de montañismo y no conocía ninguna que abordase esta dimensión. Hay muchas historias desde el punto de vista deportivo, desde el punto de vista romántico, desde el punto de vista literario, o historias generales donde puede aparecer algún comentario sobre política, alpinismo nazi o cosas así más llamativas, pero no conocía ni en español ni en otros idiomas ningún libro que abordase la parte política que para mí era evidente que el alpinismo había tenido desde el minuto uno, cuando nace ya vinculado al liberalismo, a los nacionalismos del siglo XIX, al imperialismo británico, etc. A mí me parecía evidente que había esa vinculación desde el principio, pero nadie que yo conociera la había abordado. Sí que hay libros concretos sobre temas concretos, ya digo, alpinismo nazi, alpinismo estalinista, lo que sea, pero no una historia general política del alpinismo. Y entonces me propuse escribir ese libro que yo no conocía. A veces uno también escribe libros que le gustaría leer.
Su curiosidad por el alpinismo, ser practicante también, ¿es fundamental, me imagino, para enfrentarse a una historia así?
Yo soy alpinista, soy montañero desde pequeño, me empezó a llevar mi padre, un profesor que teníamos en el colegio también. Soy un enamorado de la montaña desde pequeño, también estuve en un par de grupos de montaña, en su momento. Ya en su momento adolescente, me llamaba la atención en el grupo de montaña concreto en el que yo estaba entonces, las diferentes miradas que había en las diferentes personas que participábamos en esas excursiones por Asturias. Había gente deportiva, más del tachar una cumbre, pero había otros interesados en la botánica, en la flora, en la fauna, una mirada digamos más ecologista; otros que tenían una cosa como muy de orgullo asturiano, de conocer bien Asturias, de la toponimia, los nombres en asturiano de las cosas, una mirada más regionalista o incluso nacionalista asturiana. Había otros que sabían un montón del maquis, de por dónde habían andado los maquis, en las sierras por las que íbamos, una mirada más de izquierdas. Entonces ya me llamaba la atención las diferentes miradas que podía haber de una misma montaña. La misma montaña puede ser mirada de maneras muy diferentes por dos personas distintas, de eso también hablo en el libro, identifico cada ideología con una mirada concreta y me doy cuenta de que en la misma sierra o en la misma cordillera, un pacifista, un ecologista lo que puede apreciar es la interrelación de todas las cosas vivas, el silencio, la armonía, y lo contrario, un fascista puede ver la violencia, la muerte, el sacrificio, las peleas de ciervos, la caza. Las peñas son mortales y dramáticas, como decía el Marqués de Villaviciosa cuando estaba promoviendo la declaración del primer parque nacional español, la montaña de Covadonga, «aquí la naturaleza es tan viril que habría que decir naturalezo». A mí desde siempre me llamó la atención lo muy diferentemente que se puede mirar una misma montaña.
«El alpinismo nace muy vinculado al imperialismo, los montañeros son soldados del imperio»
¿Cuánto tiene el montañismo, el alpinismo, de afán de dominación?
Mucho. Hay montañismos que no tienen ese afán, pero en general se ha tenido. Reinhold Messner, uno de los grandes alpinistas de la historia, lo decía, el lenguaje del montañismo con demasiada frecuencia ha sido un lenguaje de soldados, de conquista, de guerra. No sé si es de guerra desarmada o de guerra en la que no matas a otros sino que puedes morirte tú, pero una guerra al fin y al cabo. Se trata de conquistar sitios no conquistados, de someter a los dioses montaña de alguna manera, y efectivamente eso ha estado ahí desde el principio y el alpinismo también nace muy vinculado al imperialismo, a los imperialismos del siglo XIX y los montañeros también son soldados del imperio que están explorando zonas que se acaban de conquistar pero que no se conocen, que hay que mapear, hay que ver qué recursos hay, cómo se pueden explotar, qué gente hay, qué pueblos hay, cómo se puede explotar también a esa gente. Y la épica del individuo audaz y valeroso que conquista lugares que el ser humano no ha conquistado también escondía eso, un interés utilitario en explorar bien unas colonias que se habían adquirido, sobre todo en el caso del imperio británico en el Himalaya, y que había que conocer.
El afán de conquista se ve por una cuestión estratégica y también por la propia nomenclatura que se le da a los montes que se conquistan.
Sí, la conquista. También hay un alpinismo que impugna eso, es minoritario, pero por ejemplo Olga Blázquez, que es una alpinista madrileña que vive en Asturias, tiene un proyecto que se llama Antecima - Anticima. Es reivindicar esa mirada en la cual lo importante no es tachar la cumbre, hay vida más allá de la cumbre, puedes ni siquiera hacer cumbre y la montaña es un todo, es una flora, es una fauna, es un paisanaje, es una naturaleza, es la experiencia que tú tengas en el camino y eso es lo importante. Yo también hablo de personas que tenían esta mirada, como Nan Shepherd, en los Highlands escoceses que recorrió esa sierra todo lo que pudo y escribió uno de los clásicos de la literatura de naturaleza británica que se llama «La montaña viva», donde la mirada era esa, hay cumbres en esta sierra y él ha percibido que lo que le interesa es el río que se congela, los paisanos que viven allí, que le hablan gaélico a las vacas, los «lochs», las ardillas, los bosques, etcétera. Y todo eso es montaña.
Ya en la introducción cita «La montaña mágica» para decir que todo es política y el montañismo no escapa de eso.
A veces ha sido política explícita, literalmente plantar una bandera en una cumbre, que podía ser una bandera nacional, una bandera sufragista, una bandera comunista, una bandera nazi. A veces ha sido política involuntaria también. Y muchas veces, y procuro transmitir esa complejidad, todos tenemos una ideología y la declaramos, mi ideología es esta, pero a veces tenemos miradas o sensibilidades o reivindicaciones que no son propias de esa ideología. Y pasa tanto con gente de derechas que en un momento dado hace una reivindicación de izquierdas, como con gente de izquierdas que en un momento concreto su mirada es más bien entre comillas de derechas. Y aquí siempre pongo dos ejemplos, uno es el de las montañas privadas de Chile. En Chile hay montañas privadas, propiedades particulares o de empresas, algunas son fronterizas con Argentina y por el lado argentino son reservas naturales y por el lado chileno, privado. Los clubes de Santiago se movilizan contra eso, hacen manifestaciones para reclamar que se les deje pasar a esas montañas, incluso glaciares privadas. Los clubes de montaña de Santiago están más bien vinculados a una clase media, alta, gente por lo tanto más bien conservadora, pero que en ese momento están haciendo una reivindicación al fin y al cabo allendista, o sea que se abran las grandes alamedas, que lo privado se vuelva público. Y al revés, en el capítulo del conservadurismo, por ejemplo, meto a un alpinista que yo admiro mucho, Víctor Puente Cantero, un alpinista cántabro enamorado del desfiladero de la Hermida y que tiene un proyecto muy bonito de reivindicación de los pastores de la Hermida. No es un Reinhold Messner, sino que son los pastores de la Hermida que llevan siglos subiendo estas montañas por sitios por los que yo me atrevo a subir. Están buscando sus rastros, su toponimia, su memoria, de una manera que es conservadora. Conservadora para bien, pero conservadora al fin y al cabo. Reivindicar la tradición, reivindicar la memoria de la gente anónima que recorrió estas montañas sin ningún deseo de fama, pero que aquí hay que rescatar.

Hay un punto, clasista también en el origen del alpinismo. Cuenta en el libro que se borraba, no se consideraba que se había llegado a la cima si lo habían hecho pastores o guías.
Sí, sí, era como que no eran humanos. El primer ser humano que coronaba la montaña era el conde, el burgués. O la dama, porque también había mujeres que coronaban esa montaña. Y hubo mujeres pioneras del alpinismo ya muy a principios del siglo XIX que tuvo mucho valor lo que hicieron en términos de liberación de la mujer, pero que también podían ser tremendamente clasistas. Las primeras ascensiones, que ya se sabía que había habido de pastores, no contaban. Contaba el primero que reivindicaba su nombre al subir la montaña, porque los pastores no lo reivindicaban. Subían para ver las ovejas desde arriba o lo que fuera, y no tenían el afán deportivo o de conquista que tenían los alpinistas. Y luego a finales del siglo XIX también hubo una pugna muy interesante entre un alpinismo conservador que quería que las montañas siguieran siendo un cortijo privado de clases altas y un alpinismo vinculado al movimiento obrero que llevaba a obreros a la montaña, que decía «Berg Frei», montañas libres en Austria, por ejemplo, y que también se encontraba con una reacción, que esos conservadores subieran artificialmente el precio de los refugios para que los obreros no pudieran permitírselos, etc. La montaña ha sido también no solo espacio de reivindicación, sino de lucha literal, de conflicto, de gente que pugnaba por ver de quién era la montaña.
¿Cuánto de ego tiene la montaña? Porque parece que se habla de la cordada como una cosa como muy de equipo, muy de grupo, pero al final se impone el primero que pisa la cima, el que cuenta la historia, el que domina el relato.
Sí, es ese deseo de inscribir tu nombre en la historia. Los grandes alpinistas pasan a la historia, y en algunos casos incluso le dan su nombre a picos, que es como geologizar o enrocar tu propio nombre. En los Picos de Europa, por ejemplo, está la torre Casiano de Prado, que es el primero que exploró los Picos de Europa. O de otras montañas por todo el mundo que llevan nombres de personas concretas. Es como el sueño máximo del ego. Tampoco hay que demonizarlo. Eso ha estado ahí y también explica lo que está pasando en el alpinismo actual, que es ese alpinismo de la velocidad, de subir y bajar lo más rápido posible, subir 40 cumbres en 40 días, lo que sea, que es que ya no quedan gestas por hacer. Todos los 8.000 ya se subieron, por todas sus caras, en invierno, en verano, lo mismo en los Andes, en cualquier montaña difícil del mundo, en la Patagonia. Ya se ha subido, ya se ha subido por todas las caras, en todas las estaciones, y entonces lo que queda, en ese afán de ego, de inscribir tu nombre en la historia, es la pura velocidad, subir y bajar lo más rápido posible.
¿Qué valor político tiene ahora mismo subir alguna cima? Habla del Everest, que ya tiene todas las banderas.
Sí, de hecho, cualquier día que cojas de la temporada alta del Everest, te vas a encontrar con un montón de reivindicaciones políticas, que puede ser Palestina, puede ser Israel o puede ser incluso la mezcla de ambas cosas, porque en el libro también menciona una expedición pacifista organizada por un millonario estadounidense que llevó alpinistas israelíes y palestinos a la cumbre, y en la cumbre plantaron las dos banderas cosidas. A veces no se plantan ni siquiera una bandera u otra sino dos banderas cosidas. También hay muchas reivindicaciones de países pobres que hasta ahora no se podían permitir tener himalayistas, pero ya se lo van pudiendo permitir. Sigue habiendo el primer tanzano que sube a la cumbre, países pobres que se pueden permitir algo así. Y eso sigue teniendo un valor, ya no para el mundo, pero desde luego para él, como una manera de demostrarse a sí mismo, al propio país, que ahora ya están suficientemente desarrollados para hacer esto. Sigue habiendo reivindicaciones raciales, porque la primera persona negra que subió al Everest no fue hace tanto, fue en 2002, 2003, con sudafricanos. En general sigue habiendo pocas personas no blancas, o al menos no japonesas o chinas, en las cumbres del Himalaya. Entonces la reivindicación racial sigue teniendo valor, siguen haciéndose reivindicaciones feministas también, pero también siguen haciéndose las de toda la vida. La política ha estado muy presente en las montañas, y a veces parece que no es política, es una bandera de Red Bull o de la empresa que te está anunciando, una gesta promocional, publicitaria, pero eso es política también.
¿El deporte es un medio muy eficaz de propaganda política para todas las ideologías?
Hay deportes con los que es más fácil darse cuenta, ¿no? Por ejemplo, en los Juegos Olímpicos, hay nacionalismos. En la época de la Guerra Fría, el capitalismo contra el comunismo, el dopaje de masas en los países comunistas porque había que ganar sí o sí a los países capitalistas y viceversa. En los Juegos Olímpicos es evidente, en el fútbol también es bastante evidente porque a todos se nos ocurre un montón de ejemplos de política en los estadios que son desde las gradas ultras hasta el Barça declarando estrictamente que es un mes que un club. O sea, esto no es solo deporte, hay algo más que deporte, el Barça sumándose a las reivindicaciones catalanistas, etc. Con el alpinismo seguimos arrastrando una idea de las montañas como un lugar en el que te evades, ¿no? Polis es ciudad, las montañas son lo contrario de la ciudad y ahí nos evadimos de la política que es algo que ocurre en las ciudades. Podemos ser ángeles por un momento, no manchados por las cosas del mundo. Uno se da cuenta a poco que lea la historia del montañismo, de que no ha sido así, de que ha habido muchísima política también en las montañas, pero esa visión tiene mucho peso. Las montañas son un lugar al que te escapas. Y yo creo que hubo montañeros políticos que se hicieron esa reflexión. En el libro hablo, por ejemplo, de Guido Rosa, que era un montañero italiano, que en un momento dado se hizo la reflexión de que en estas paredes, en estas montañas, me estoy evadiendo de los problemas del mundo y no me puedo evadir de los problemas del mundo. Tengo que bajar de la montaña para sumarme en la ciudad a las manifestaciones, a las manifestaciones, a lo que se haga allí, es una causa política. Y se equivocaba, porque las montañas también puedes hacer política y de hecho se ha hecho.
Tiene mucho también de huida y de evasión física, como refugio de huidos.
Sí, el mundo entero está lleno de ejemplos de guerrillas, tanto de izquierdas como de derechas, que subieron a las montañas para resistir. En las ciudades no podías resistir, te pescaban, te detenían y te mataban con facilidad, pero en las montañas podías encastillarte y que no te derrotaran. Y eso es Sierra Maestra en Cuba o es el maquis antifranquista. Pero también eran los carlistas o el brigantagio napolitano, que eran un poco los carlistas de Nápoles después de la unificación italiana, se refugian en las montañas para luchar contra la unificación de Italia O son también guerrillas patrióticas en la Segunda Guerra Mundial. Lionel Terray y compañía, toda esa gran generación de alpinistas franceses, que son los primeros que suben un 8.000, el Annapurna en 1950, se habían forjado también en las batallas de los Alpes contra los nazis. Utilizaban sus conocimientos de montaña para luchar contra los nazis en los Alpes. En la Guerra Civil hubo el batallón del Guadarrama, que era más bien comunista. Hay ejemplos de todas las ideologías, no solo de las de izquierdas, que son las primeras que a uno se le ocurren, la larga marcha de Mao, etc., sino también de las derechas o de causas patrióticas, también en España en la Guerra de la Independencia a su momento. Cualquier guerra que haya habido ha tenido guerrilleros que han encontrado las montañas su lugar de resistencia.
Es una forma de hacer la guerra pacíficamente, pero que se ha llevado mucha gente por delante. Ha habido muchos muertos provocados por esas ideologías, por la necesidad de conquistar.
Sí, la modernidad en cualquiera de sus ideologías es esa idea de que gracias a la Revolución Industrial ya nada es imposible para el ser humano. Estamos inventando unas cosas que están transformándolo todo, que están cambiando nuestra misma antropología. Y el fascismo, por ejemplo, en su momento también se explica en parte por eso. Había habido una serie de eventos, la radio, el avión, el teléfono, que estaban transformando nuestra misma antropología. Hablar con una persona que no tienes delante a miles de kilómetros de distancia, volar, etcétera. Esa confianza moderna que ahora quizás estamos perdiendo. Ahora todo es posible y nos podemos convertir en dioses. Todas las ideologías tenían su ideal del homo novus, del hombre nuevo. Todas, las totalitarias por supuesto, pero incluso las no totalitarias, tenían un ideal del ser humano nuevo que aspiramos a construir. Y la montaña sirvió mucho para ello. Todas las ideologías han utilizado la montaña como una metáfora y como un espacio de politización también por eso. Porque es un lugar en el que te sacrificas, en el que te superas, en el que transgredes los límites, en el que si estás a mitad de una pared y estás agotado no puedes parar y volverte a casa como con otros deportes. Tienes que superar obstáculos. Entonces ha sido muy fácil para todas las ideologías, de izquierdas, de derechas, totalitarias, moderadas, lo que fuera, tener en las montañas eso. Una forma muy útil de forjar el hombre nuevo. Porque te obligaba a transgredir.
¿Cómo se le ocurre mezclar a Lenin con Heidi?
Una cosa que yo no sabía y la he descubierto documentándome. Yo busqué en el libro ejemplos de cada ideología, de líderes de esa ideología muy conocidos que hubieran tenido una pequeña experiencia montañera. Ahí está Churchill, está Helmut Kohl. Tenemos a Lenin porque efectivamente pasó una temporada muy importante para su vida, 1915-1916, en la zona de Suiza que se llama Heidiland. Se llama así porque es el lugar donde ocurre la trama de Heidi. Lenin va con su mujer. Nadezhda Krupskaya, que tenía s problemas de salud, por lo que la mandaron a un sanatorio de montaña. Se pasaron algún tiempo haciendo excursiones. Hubo cuadros después del realismo socialista que mostraban a Lenin en esas montañas. Fue un lugar importante en su vida. De hecho, luego él, cuando ya llega al poder en la Unión Soviética, cuando ya hace la Revolucion, utiliza metáforas montañeras en sus discursos para justificar las cosas que hace, la nueva política económica, etc. Parece ser que las montañas fueron importantes para él. Era un año antes de la Revolución, pero Kruspkaya contó después «Nunca vi tan deprimido a Lenin con respecto a la posibilidad de la Revolución como entonces. No hay nada que hacer, no vamos a hacer la Revolucion nunca, es imposible». Ocurre la Revolución. Y la montaña también fue para él un lugar en el que refrescarse, relajarse y coger fuerzas para todo eso.
Tiene esa capacidad que tiene para hablar de Tintín, de los Simpson relacionados con la política montañera. ¿Son tan inocentes como parecen?
No sé quién decía que si Shakespeare viviera hoy escribiría capítulos de los Simpson. Tiene razón, los Simpson parecen una cosa inocente, humorística y banal, pero ahí está todo. Todo el mundo contemporáneo está ahí satirizado con mucha creatividad. Lo que menciono concretamente en el libro es el capítulo en el que Homer sube al Matacuerno patrocinado por una empresa de barritas energéticas, porque me parece la mejor sátira que conozco del alpinismo neoliberal actual, ese alpinismo muy esponsorizado, muy de la velocidad, muy consumista, muy de pagar 100.000 dólares y te suben y te bajan al Everest, de dobles ascensiones como hay ya ahora, que te cojan en un helicóptero en un 8000 y te llevan a otro, ascensiones express, que en una semana y después de haberte aclimatado en casa te llevan a Katmandú, te suben, te bajan al Everest y vuelvas a casa de domingo a domingo. Esa cosa febril del alpinismo actual en ningún sitio está tan bien satirizada como en ese capítulo de los Simpson y es con el que acabo el libro.
¿Y no es un poco contradictorio ese alpinismo consumista con el origen o el ideal original del montañero?
Sí, porque por ejemplo Mallory, George Mallory, uno de los grandes montañeros de la historia, cuando subió al Everest en 1924, era un hombre vinculado a todo eso, al liberalismo, al nacionalismo, al imperialismo británico, pero era un hombre sensible también. Como parte de su mochila llevaba libros de poesía, obras de Shakespeare que leía en los campamentos. Él escribía muy bien, además hacía unas reflexiones muy bellas sobre cómo tenía que escribir el escritor montañero. Era una persona muy sensible, muy culta, muy humanista y que tenía una obsesión por las cumbres, obviamente, pero tenía también una mirada fascinada por todo lo que la montaña ofrecía que no era solo la cumbre. Iba a la montaña no deseando escapar de ella lo más rápido posible sino dejándose sumergir en ella, dejándose someter por ella. A mí me gusta así ponerlo de contraste con ese alpinismo actual que parece que, nuevamente, con un ejemplo de los Simpson, pasa un poco como aquello que decía el director Skinner en un capítulo de solo entré para ver cómo se salía. Voy a escapar de ella lo más rápido posible. Si vas a la montaña así no te gusta la montaña. Para ti es un desafío, lo que sea, pero no te gusta la montaña. Quieres estar todo el tiempo que puedas y disfrutar de todo lo que te ofrece.
«La gesta de Hillary comenzó con los sherpas y los porteadores cagando en la puerta de la Embajada bhritánica»
¿Ha encontrado alguna ideología que tenga especial interés por utilizar el alpinismo o es algo transversal?
Es algo transversal, sí que es verdad que quizá la que más haya utilizado el montañismo sea el nacionalismo, porque es una gesta para tu nación, una gesta para tu país, poner la bandera del país en la cumbre Sí, quizá sea esa la que más lo haya utilizado. Y también por eso escribí un libro con este formato de 18 capítulos, uno por cada ideología y cada uno más o menos con la misma extensión. Si hubiera escrito una historia lineal, el nacionalismo y alguna otra ideología hubieran aparecido muchísimo más que otras, pero se trataba de demostrar que todas lo han practicado.
Uno de los más extensos es el dedicado al feminismo y supongo que eso no es casualidad.
Sí, los más largos son feminismo y decolonialismo y antirracismo, pero quería que fueran deliberadamente largos, porque una crítica que me hicieron, y tenían razón, en mi libro anterior sobre montañismo, es que aparecían muy pocas mujeres y que también era una historia muy blanca, muy europea. En este libro también me proponía corregir un poco eso y sabiendo que el resto de capítulos iban a ser muy masculinos y muy blancos, aunque no conseguí que no lo fueran tanto, yo quería que esos dos capítulos fueran también largos para realzar esa dimensión. Las mujeres que han practicado el alpinismo, también esa parte decolonial de historias que no se cuentan. Por ejemplo, cuando te cuentan la gesta de Hillary en 1953, la primera subida triunfante al Everest, no te suelen contar cómo empezaron y yo lo descubrí documentándome para este libro, que es con los sherpas y los porteadores cagando literalmente delante de la Embajada británica en protesta porque los habían puesto a dormir en el suelo de un garaje húmedo sin ni siquiera un cubo para hacer sus necesidades. Una protesta decolonial, antirracista, los blancos están durmiendo en habitaciones cómodas de la embajada y los sherpas locales están siendo tratados como animales. Yo me proponía que en este libro también contar esta trastienda colonial, racista, que ha tenido muchas veces. Nada habría sido posible en la historia del himalayismo sin los sherpas y también quería dedicarles mucho espacio a ellos.
A los sherpas también se les pretende borrar de la historia muchas veces.
Muchas veces eran tratados literalmente como animales con una jerarquía muy brutal en la cual los expedicionarios blancos tenían 3.000 calorías al día y los sherpas, 1.800 nada más, cuando realmente ellos probablemente necesitaran más comida porque cargaban con más peso. Esa jerarquía también racial ha existido a todo el largo de la historia del alpinismo no solo en el himalayismo sino también en cualquier otra cordillera del mundo. Otra de las historias que cuento es la de Ekeney, que es una guía del Kilimanjaro, una guía tanzana que con mucho esfuerzo pasó de ser portadora a guía, consiguió reunir el dinero para ir a la Escuela de Guías y allí lo primero que se encontró fue con que le explicaran de qué manera evitar el acoso sexual que sí o sí iba a recibir de los turistas occidentales. De qué manera se rechazaban proposiciones sexuales sin generar una situación violenta que pudiera ser perjudicial para ella o para la empresa. Las técnicas de arte de la cobra por así decir para rechazar ese acoso sin que fuera violenta ni perjudicial para ella o para la empresa. Y eso sigue ocurriendo y esa es una historia que está ocurriendo hoy.
Como si fueran propiedad de los montañeros blancos y ricos
Ni siquiera tienen que ser ricos. Ahora hay una democratización del turismo gracias a los vuelos baratos y demás y puede ser gente muy de izquierdas, muy progresista muy feminista en su casa pero que allí se comportan de otra manera. Como dicen las feministas chilenas de los hombres de izquierdas, en la calle el Che, en casa Pinochet.
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