Guerra comercial

EE UU y China firman la primera fase del fin de las hostilidades comerciales

EE UU celebra como un triunfo los 200.000 millones que venderá al gigante asiático durante dos años. Los aranceles del 25% a 250.000 millones de importaciones en productos chinos siguen en vigor

US President Donald J. Trump signs a trade agreement with Chinese Vice Premier Liu He at the White House
El presidente de Estados Unidos Donald J. Trump y el vice primer ministro chino Liu He firman el acuerdo en el Ala Este de la Casa Blanca.ERIK S. LESSEREFE

Con un acto solemne, entre promesas de acabar con la inseguridad económica para los trabajadores de EE UU y con agradecimientos al presidente China, Xi Jinping, el mandatario estadounidense, Donald Trump, saludó la firma del tratado comercial entre ambas potencias. O, más exactamente, la que ha sido bautizada como la primera parte del acuerdo. Con este pacto, explicó Trump, «arreglamos los errores del pasado y ofrecemos un futuro de justicia económica y seguridad para los empleados, agricultores y familias estadounidenses». «Un buen día para América, China y el mundo», saludó el vicepresidente de EE UU, Mike Pence, que no olvidó alabar la boyante situación que vive la economía estadounidense. Pence fue cuidadoso en declarar que «la era de las derrotas económicas se había acabado». «Le dijiste a nuestros amigos en China que las cosas tenían que cambiar y gracias a tu liderazgo las cosas empiezan a cambiar», añadió. «El mayor impacto será en el sector agrícola», enfatizó Pence, al tiempo que anunció una era de progreso y bonanza para los agricultores estadounidenses y recordó los progresos para evitar la manipulación de las divisas y la protección de la propiedad intelectual. «Brindemos por un futuro más brillante para la gente de América, de China y del mundo», remató un Pence eufórico.

En principio, el Gobierno chino se compromete a aumentar en más de 200.000 millones de dólares el valor de las importaciones de productos estadounidenses. El problema es que no queda claro cómo podrán llevarse a la práctica algunos de los puntos esenciales. En el caso de la defensa de la propiedad intelectual, una vieja reivindicación de las industrias tecnológicas y los grandes estudios de cine, China se habría comprometido a presentar en menos de un mes una suerte de plan que garantice la inviolabilidad de la propiedad intelectual estadounidense. La lucha contra las falsificaciones, una de las grandes lacras del comercio chino y las disposiciones para abrir la economía del gigante asiático a la influencia y los negocios de las empresas de EE UU despejan, de momento, el temor a una nueva guerra arancelaria.

Atendiendo tanto al acto de celebración como a las propuestas efectivamente contenidas en el documento, más bien parece que las dos potencias se han concedido una tregua. Una pausa publicitaria que mezcla las declaraciones de intenciones y los brindis al sol con las primeras piedras en el camino que debiera de pavimentar un cambio sistémico en sus relaciones comerciales. No en vano hace ya un mes Trump, apurado por los escándalos, presionado por la sombra del «impeachment», escribió en Twitter: «Hemos acordado un gran pacto en la primera fase con China. Hemos cerrado muchos cambios estructurales y compras masivas de productos agrícolas, energía y productos manufacturados, y mucho más. Las tarifas del 25% se mantendrán como están. Las tarifas de penalización establecidas para el 15 de diciembre no entran en vigor dado que alcanzamos el pacto. Comenzaremos las negociaciones sobre el Acuerdo de la fase dos de inmediato, en lugar de esperar hasta después de las elecciones de 2020. Este es un trato increíble para todos».

El viceministro de Comercio de China, Wang Shouwen, le respondió celebrando que «con el acuerdo de primera fase EE UU se ha comprometido a revertir parte de los aranceles aplicados a los productos chinos y a ampliar las exenciones para las exportaciones chinas». También había aprovechado para explicar que China constituye «un importante mercado de exportación para los productos agrícolas de EE UU. De hecho somos el mayor destino para las exportaciones de algodón y soja estadounidenses».

Pero como parece imposible que el presidente Trump celebre una victoria sin aprovechar para pellizcar a un rival o oponente, apenas unos minutos antes de firmar el acuerdo con China aprovechó para enviar un recado a Apple, a la que acusó de no colaborar con la justicia en lo tocante a la inviolabilidad de sus terminales. «Estamos ayudando al comercio de Apple todo el tiempo y en muchos otros asuntos –escribió– y, sin embargo, se niega a desbloquear teléfonos utilizados por asesinos, traficantes de drogas y otros elementos criminales violentos. Tendrán que dar un paso al frente y ayudar a nuestro gran país». En el día en que Nancy Pelosi nombraba a los siete fiscales que llevarán la acusación del «impeachment», Trump cerraba por todo lo alto el primer capítulo de la guerra comercial.