Entrevista

“Los españoles hablan alto en el bar, no en las empresas y la voz es el motor de todo”

Entrevista a Pascale Bang-Rouhet, formadora empresarial y fundadora de ExpresArte

Pascale , coaching y especialista en lenguaje corporal.
Pascale , coaching y especialista en lenguaje corporal.©Gonzalo Pérez MataLa Razón.

Trotamundos por fuerza de un padre periodista, Pascale nació en Landau (Alemania) en 1956 aunque su pasaporte y su acento son franceses –«nadie es perfecto», ríe–. Arribó a España siguiendo a su marido tras doctorarse en teatro en La Sorbona parisina y en el arte de la comunicación tras una infancia «multinacional». Su experiencia como inspectora de ventas en Toshiba le hizo ver cómo se desmoronaba la credibilidad de muchos directivos al hablar en público y decidió dedicarse al «coaching» empresarial desde ExpresArte y saberexpresarte, su academia on-line para ejecutivos.

–¿Por qué nos da miedo hablar en público?

–Somos muy autoexigentes y nos pedimos mucho. No vemos nuestras fortalezas. Puedes tener mucha seguridad profesional y un nivel de autoestima muy alto, pero cuando nos enfrentamos a un auditorio reactivamos la timidez y el miedo al ridículo. Cada uno se pone sus propias limitaciones y son llaves que se deben abrir. Comunicar bien no es innato es como aprender a conducir.

–¿Se puede aprender desde la cuna?

–En Estados Unidos o Reino Unido trabajan la oratoria desde los cinco años. Desde el colegio se trabajan las presentaciones de proyectos delante de los compañeros o de los padres mientras que en el resto de Europa nos hacen creer que el contenido es lo más importante. Pero si el contenido no se transmite bien, es un fracaso.

–¿Qué nivel tienen los directivos españoles?

– Hay de todo. No puedo dar nombres por motivos de confidencialidad, pero tanto en Francia como en España hablar en público es un lastre. Por eso es necesaria la formación en este terreno. El castellano además tiene el hándicap de que se puede hablar muy rápido. Con un ritmo muy rápido, el publico no te va a seguir. Hay que aprender a manejar las pausas y los silencios, que dan credibilidad a un orador. Un silencio en su momento justo impacta en el público. Con la técnica apropiada se puede vender bien cualquier cosa.

–Que se lo digan a los vendedores de crecepelos que abundan más que nunca...

–La técnica sirve, pero no para engañar. Cuando engañas a un cliente se vuelve en contra tuya.

–Pues a algunos políticos parece no importarles.

–He trabajado con políticos. La comunicación política no se puede comparar a la empresarial porque solo tiene dos marchas: es ofensiva o defensiva todo el tiempo. Es un show.

– ¿Quién comunica mejor, la izquierda o la derecha?

–No me atrevo a decantarme porque es complejo identificar a un buen comunicador cuando hay tanta tensión. La comunicación debe servir a la esperanza y a perder el miedo al futuro. Sin embargo, asistimos a una bronca constante más que a la argumentación de mensajes. Sería deseable asistir, para variar, a un intercambio de mensajes positivos en vez de a un permanente combate sin dialéctica en el que cada uno lanza su mensaje sin tan siquiera escuchar ni responder al oponente.

–Vamos a lo práctico, ¿es necesario moverse en escena para mantener la atención?

–No aconsejo moverse mucho. La voz es el motor y si un orador se mueve demasiado, irremediablemente mirará hacia abajo y cambiará el tono de su voz lo que distraerá a su audiencia.

–¿Hay que ser natural?

–De forma natural no se pueden transmitir los valores de una empresa ni su implicación en la sociedad. Tampoco sus balances y cuentas. Hay que trabajarlo. Cuando uno está ante una junta de accionistas, lo importante es la expresividad y la actitud gestual. Hay que evitar a toda costa los brazos cruzados y el balanceo del cuerpo. El lado del cuerpo humano es el del contenido y el izquierdo, el de la emoción. Si te mueves mucho acabas hablando para ti y el público solo escucha un minuto sin técnicas que lo motiven. Luego está el tono de voz: hay que hablar alto para asegurarse la atención.

–En eso tenemos ventaja en España.

– Los españoles hablan alto en un bar, pero no en las empresas. Trabajamos en espacios donde todo el día tenemos que hablar bajito. La gente pierde voz y la voz deja huellas en la memoria. Cada voz es única y un valor que debemos potenciar.

–¿Qué valor le da al contenido?

–Es crucial y también debe trabajarse. Muchos oradores creen que en una presentación tienen que decir todo lo que saben sintetizar. Preparan las transparencias, pero luego improvisan el contendido. Es un error.

–¿Recomienda arrancar con el recurso de la cita o de una experiencia personal trascendente o en apariencia intrascendente, como las deportivas?

– Es mejor utilizar esos recursos al final. El arranque es el momento crucial y no conviene desviar el interés hacia otros asuntos que son colaterales.

–¿A quién no contrataría en una entrevista de trabajo?

–A quien no sea capaz de impactar en su presentación. A quien no controla su lenguaje corporal. A quien transmite inseguridad y nerviosismo, o tiene el cuerpo caído, sin energía. La precisión y la seguridad son muy relevantes en una entrevista. Hay que tratar de sintentizar bien.

De las bombas de Beirut a las de Argel

Pascale está acostumbrada a lidiar con conflictos. Se crió entre las bombas de Beirut, en el Marruecos del fin del Protectorado y en la Argelia de la guerra de liberación. «Cuando no hablas el idioma tienes que comunicar con lenguaje corporal de otro modo. Esos años me enseñaron mucho». Por sus manos han pasado, entre otros, directivos de BBVA, SEAT, Accenture, LVMH e Iberia.