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El riesgo climático, cada vez más presente en la toma de decisiones de los bancos
Más de 90 billones de dólares están adheridos actualmente a los principios de inversión responsable de Naciones Unidas
Han pasado quince años desde aquella misiva que el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, escribió a 50 CEOs de las mayores instituciones financieras del mundo para invitarles a unirse a la iniciativa del Pacto Mundial y poner en marcha las finanzas responsables. El objetivo era integrar de alguna manera en los mercados de capitales los criterios ESG –acrónimo del inglés Environment, Social and Governance–. Hoy, los criterios ESG son seguidos por inversores y emisores prácticamente de todos los continentes. Y también hoy, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) ha cerrado para siempre el grifo a los proyectos vinculados a combustibles fósiles, tal como anunció en 2019. Otros bancos de desarrollo y comerciales han pisado también el freno a la financiación de proyectos contaminantes, salvo que lleven implícito un propósito de enmienda y una estrategia clara para abordarlo.
¿A qué obedece este giro? «Hasta ahora el riesgo climático no era un elemento a considerar en la gestión de riesgos de la banca, ni tampoco un área evaluada por la supervisión prudencial. Pero esto está cambiando, hasta el punto de que ya algunos supervisores bancarios están esperando la involucración de las áreas de riesgo en este ámbito, al tiempo que están introduciendo el test de estrés para detectar la resiliencia de la banca al riesgo climático. Los bancos tienen que medir tanto los riesgos físicos, provocados por los efectos directos al cambio climático, como los riesgos de transición», señala Francisco Uría, socio responsable de Sector Financiero de KPMG en España y en la región de EMA y socio principal de KPMG Abogados.
Otra razón importante es evitar poner en riesgo su reputación financiando proyectos que van en contra del objetivo de descarbonización para el año 2050. «Los bancos están introduciendo principios medioambientales en las decisiones de financiación que toman. En la medida en que mandan señales de que lo que van a financiar son proyectos más verdes, más sostenibles, más circulares… de alguna manera ya están empujando a la totalidad del sistema productivo, sea o no creyente en la sostenibilidad, en esa dirección. Y eso ya es verdaderamente un proceso transformador. No es posible una transformación hacia modelos productivos más sostenibles sin la participación de los financiadores y de los inversores. Su papel es tanto o más relevante que el de los reguladores», sostiene Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad de KPMG en España.
COVID-19
En este escenario de máxima incertidumbre provocado por la COVID-19, los mercados de capitales han favorecido la inversión con criterios ESG. «En estos momentos, podemos afirmar que la integración de los aspectos de sostenibilidad en las inversiones está siendo un gran éxito. A corto plazo, hemos observado que en la crisis de la COVID-19, el 90% de los índices sostenibles han batido al mercado y que las estrategias de inversión basadas en ODS han superado en rentabilidad al mercado en casi un 10%. Esto refleja que los mercados de capitales están valorando positivamente la contribución de los aspectos ESG, tanto desde el punto de vista de oportunidad, como por su capacidad de reducción de riesgos», explica Jaime Silos, director de Desarrollo Corporativo y director del Clúster de Transparencia, Buen Gobierno e Integridad de Forética.
Sin embargo, pese a los grandes avances, todavía queda mucho por hacer para cumplir la Agenda 2030, advierte Jaime Silos. «Desde el punto de vista de la asignación de capital, todavía estamos lejos del objetivo. Por ejemplo, el año pasado se emitieron 465.000 millones de instrumentos de financiación verde. Debemos multiplicar esta cifra por cinco. No obstante, somos optimistas. Hoy hay más de 90 billones de dólares adheridos a los principios de inversión responsable de Naciones Unidas».
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