Opinión

Los pájaros venezolanos

Desde Ibrahim Issa a Reyes Rojas, el clan venezolano de Plus Ultra es experto en el «tocomocho», en no dejar un rastro limpio de sus dineros

Un mostrador cerrado de la aerolínea Plus Ultra, en el aeropuerto de Madrid
Un mostrador cerrado de la aerolínea Plus Ultra, en el aeropuerto de MadridAlejandro Martínez VélezEuropa Press

Hay un país donde tener un buen cambista es tener un tesoro. En Venezuela existen varios cambios oficiales, uno paralelo y otro extraoficial. En función del que se obtenga, una botella de agua, por ejemplo, cuesta entre 5 euros y 3 céntimos. En ese país, donde lo que cuesta esa botella da para comprar casi 100 millones de litros de combustible, quienes pueden se hacen primero con un cambista para toda la vida y luego buscan pareja y forman una familia. Con esas oscilaciones sísmicas, nadie quiere en su bolsillo la moneda local y así el bolívar anda cabizbajo y afligido por muy chulo y figurón que fuera en vida, que no en vano llevaba sangre vasca. Normal que los venezolanos estén pendientes cada mañana de los vaivenes monetarios.

La primera vez que pisé Venezuela, con Chávez recién entronizado y el control cambiario ya instaurado, logré hacerme a través de un contacto en la embajada con un cambista de renombre. Trabajaba de 8 a 5 en la bolsa de Caracas, aunque el grueso de sus ingresos llegaban de su negocio paralelo. Un negocio con hasta un 1.000% de rentabilidad. Gracias a él logré un cambio tan ventajoso que las dietas que me entregó este diario se multiplicaron por veinte, convirtiéndome en el señor Monopoly por unas pocas noches.

Ese cambista es hoy uno de los muchos empresarios vinculados a través de sus negocios panameños a los accionistas mayoritarios de la aerolínea Plus Ultra. A fuerza de tentar a la suerte, hasta el propio Chávez lo expedientó, aunque logró escabullirse y proseguir con su próspero negociado, engordando sus cuentas offshore y fijando su base en Miami. Como él, la mayoría del clan venezolano de Plus Ultra, desde Camilo Ibrahim Issa a Reyes Rojas, son expertos en el arte del «tocomocho». Y de tanto mover el dinero del contrabando petrolero y de vaya usted a saber qué vainas no hay quien siga un rastro limpio de sus ocupaciones reales. Por ahora.