Inflación y escasez

Hace un mes, un importante empresario de la cadena agroalimentaria, que dispone de un atalaya privilegiada para otear el comportamiento del mercado de productos de primera necesidad, así como para medir el grado de abastecimiento de los mismos, me aseguró que su principal preocupación era la inflación, «que ha venido para quedarse, por lo menos a corto y medio plazo».

Eso, por un lado, y por otro, destacó también, no solo la subida de los precios, sino la escasez para conseguir determinados productos: papel, cartón para los envases o derivados del petróleo para el empaquetado, por citar tan solo algunos. «El gran problema no es que haya importantes alzas de precios, sino la dificultad para comprar algunas mercancías, aunque se paguen mucho más caras».

Sus afirmaciones han resultado proféticas y, aunque ya se veía venir la situación hace treinta días, la verdad se pensaba que fuese a alcanzar esta gravedad. Ejemplos: la electricidad, la falta de componentes, el petróleo y sus derivados, el gas natural, el coste de los fletes, la falta de contenedores para el transporte a gran escala, la escasez de los camioneros y, por último, para no hacer la relación más larga, algunos alimentos. El coste del pan, la bollería, la pastelería y los macarrones, como ejemplo del resto de las pastas, o se han disparado ya o lo van a hacer en las próximas semanas, porque las cotizaciones de los cereales tanto de alimentación humana como animal, ya han registrado grandes subidas en los últimos meses.

Otro dato: según las estimaciones más recientes del Consejo Internacional de Cereales (CIC), durante la actual campaña 2021-2022 se alcanzarán niveles históricos de producción y consumo; las existencias finales serán muy elevadas, pero, dado el aumento del consumo, la relación stock/consumo podría caer al 26%, el nivel más bajo de los últimos ocho años. En los momentos más duros de la pandemia no hubo grandes problemas de abastecimiento. Puede que ahora sí.