Opinión

Dame más gasolina, toma más gasolina

Es un sinsentido que nos cobren 1 euro en impuestos por cada litro de combustible para devolvernos, en el mismo acto, 15 céntimos que debe anticipar la estación de servicio sumergiéndola en un caos burocrático y financiero sin precedentes

Juan Carlos Higueras, analista económico y profesor de EAE Business School

Éramos pocos y parió la abuela, una expresión popular que acompaña a las decisiones de un Ejecutivo que está superado por las circunstancias y que se parece, cada vez más, en sus medidas, a un pollo sin cabeza que corre de un lado a otro, chocando con todo, sin saber que se desangra y que, irremediablemente, está en proceso de parada cardíaca. La espiral inflacionista que sobrevuela Europa nos llega a España con vientos de fuerte intensidad mostrando el inicio de una fase en la que los precios comienzan a desbocarse al igual que las últimas medidas del Gobierno para intentar detener un caballo salvaje que amenaza con arruinar, si cabe más, la economía de nuestro país, empobreciendo a los ciudadanos.

El viernes pasado entró en vigor la última ocurrencia de quienes dicen gobernarnos para frenar la escalada de precios, en este caso de los carburantes, aplicando por la regla del siete, sin consenso alguno, un descuento de 20 céntimos por litro de carburante. Y el caos que está generando entre las gasolineras, por si no fuese poco el que ya hay con los transportistas y el desabastecimiento de productos básicos en las estanterías de los supermercados, es propio de futuros estudios sobre gestión del desconocimiento y teoría del despropósito, en escuelas de negocio.

Así pues, a la larga lista de sectores heridos de gravedad se suma el de las 8.000 estaciones de servicio que hay en España, muchas de ellas con insuficiencia respiratoria porque no tienen los fuertes pulmones financieros que se necesitan para afrontar esta medida y eso después de haber soportado la caída de ventas en el confinamiento. Unas compañías que juegan con unos márgenes pequeños, más reducidos si cabe para las “low-cost” donde el volumen de ventas es quien proporciona oxígeno al negocio y no tanto el margen.

En cualquier empresa la tesorería representa la sangre que circula a través de los procesos de negocio y que garantiza que los órganos de la compañía sigan funcionando, una liquidez que viene proporcionada por los ciclos de caja y que debe ser gestionada con sumo cuidado. Y esta medida rompe toda la gestión del circulante provocando un ictus en las operaciones con los consiguientes daños asociados.

Para evitarlo, se puede solicitar un anticipo al Estado equivalente al 90% de las ventas del mes del año pasado, dando por hecho que la actividad de este año es similar. Un anticipo del que se desconoce con precisión, con antelación, lo que se necesita y cuál es el formulario para solicitarlo ni tampoco cuándo se recibirá, aunque Hacienda indique que será la semana próxima, en el caso de que no haya ninguna incidencia en la solicitud. Además, reina el temor no infundado de que el dinero no llegue en tiempo y forma a la vista de lo sucedido con otros pagos y promesas realizadas.

Es un sinsentido que nos cobren 1 euro en impuestos por cada litro de combustible para devolvernos, en el mismo acto, 15 céntimos que debe anticipar la estación de servicio sumergiéndola en un caos burocrático y financiero sin precedentes, creando así la tormenta perfecta que podría arruinarla o, como poco, obligarla a cerrar temporalmente sus puertas hasta que disponga de la suficiente liquidez y certidumbre para hacer frente a la nueva medida, que no va a frenar los precios. Sin lugar a duda, será un caso de estudio que pasará a los anales de la economía moderna.

Ya son muchas las medidas que por real decreto sumergen en un caos a nuestra economía, pero todas ellas tienen un nexo común, la negativa a bajar impuestos que sería lo más transparente, fácil y sensato, para seguir recaudando y vaciando el bolsillo de las familias y empresas, para luego repartir subvenciones a discreción. Todo ello vinculado a dogmas ideológicos y electoralistas sobre el gasto público, del que no se quiere oír lo más mínimo acerca de un posible recorte, a pesar de la grave situación de crisis económica que se nos avecina como es la estanflación. Se pretende taponar la herida económica que sufrimos con parches que siguen pagando los ciudadanos, en vez de aplicar cirugía de precisión a las causas que originan el sangrado.

En un momento donde los agentes económicos y sociales necesitan certidumbre plena, se establecen medidas que ensombrecen el panorama económico y que hacen huir la inversión hacia otros lugares agudizando la problemática de nuestro mercado de trabajo. Si no sabemos bailar este reggaetón económico, lo mejor sería dejar paso a que otros tomen los mandos del país antes de que los mal llamados planes de choque nos hagan, literalmente, tomar tierra en vez de alzar el vuelo.