Deuda pública
España paga ya 566.000 millones de euros en intereses de deuda este siglo
La desaceleración económica y la rápida subida de tipos de interés, unidas al envejecimiento de la población, podrían elevar los intereses de la deuda pública hasta los 951.300 millones en el periodo 1995-2028
La deuda pública española no es cosa de broma, advierten los economistas, y ésta sigue mes a mes batiendo récords. Será el próximo escollo económico al que tendrá que enfrentarse el nuevo gobierno. En el segundo trimestre de 2023 la ratio de deuda sobre el PIB se situó en el 112 %, 13 puntos más respecto al nivel prepandemia, hasta los 1,56 billones de euros, lo que sitúa a España como uno de los países con mayores niveles de deuda, solo por detrás de Grecia e Italia. Las rápidas y contundentes subidas de tipos acometidas por el BCE en el último año (33 puntos básicos) han situado los tipos de interés en máximos del 4,5 %.
Pero si España debe esta «billonada» de euros, los tipos de interés a pagar por esta deuda también son disparatados. Desde el año 2000 hasta el año 2022, el país ha pagado, solo en intereses, 566.700 millones de euros, según datos del Ministerio de Hacienda, la mitad de la deuda total española. Y si se toman los datos desde 1995 hasta 2022 la cifra se eleva a 680.400 millones de euros. Un gasto en intereses que no da signos de parar, según las estimaciones realizadas por la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef). En su informe de octubre sobre las líneas fundamentales de los presupuestos de las administraciones públicas (AAPP) 2024,estima que las subidas de los tipos de interés acometidas por parte del BCE dispararán el coste de la deuda pública española desde los 31.800 millones de euros que se pagaron en 2022 (2,4% del PIB), hasta los 57.800 millones en 2028 (3,3% del PIB). Esto significaría que el gasto en intereses se incrementaría en apenas cinco años (desde 2023 a 2028) en 24.200 millones. De cumplirse estas previsiones, en el periodo 1995- 2028, España pagará en intereses de deuda casi un billón de euros (951.300 millones). Esto significa que cada español debe 32.500 euros y ha pagado en intereses de deuda 20.883 euros, mientras que los hogares deben 80.000 euros y en intereses han pagado, desde el año 2000, 52.142 euros.
Pero a pesar del elevado nivel de endeudamiento, el gasto de intereses se ha reducido en los últimos años debido a las favorables condiciones de financiación. La evolución del gasto de intereses está directamente relacionada tanto con la acumulación de deuda como con sus condiciones de financiación. En el último cuarto de siglo se pueden distinguir tres periodos distintos en la dinámica de ambos factores, lo que ha determinado la evolución de la carga financiera. En los años 90 hasta mediados de los 2000 se registró un periodo de deuda estable junto con una importante y continuada reducción de los tipos de interés (ver gráfico adjunto), lo que provocó un fuerte descenso de la carga financiera, tanto en valor absoluto como en porcentaje del PIB y de los ingresos. Así pues la carga financiera pasó del 5 % del PIB en 1996 al 1,6 % en 2006, reduciéndose en ese mismo periodo el tipo implícito de la deuda desde el 8,7 % al 4,1%. A raíz de la crisis financiera de 2007 y la Gran Recesión de los años siguientes la deuda inició un periodo de fuerte crecimiento con un repunte en las rentabilidades que provocó un considerable aumento del gasto por intereses hasta situarse en el 3,6 % del PIB en el año 2013.
La contundente actuación del BCE para sostener el euro a raíz de la crisis de deuda soberana marcó en 2012 el inicio de un periodo de pronunciados descensos en las rentabilidades y diferenciales de la deuda soberana europea hasta situarla en mínimos históricos. Este hecho provocó a su vez una reducción de la carga financiera a pesar de que el endeudamiento ha continuado creciendo a buen ritmo. A finales de 2021 el coste medio de las nuevas emisiones del Tesoro y el tipo de la deuda se situó en sus registros mínimos en el 0 % y 1,9 %, respectivamente, lo que ayudó a estabilizar el gasto en intereses en el 2,2 % del PIB.
Pero el año 2022 ha supuesto de un punto de inflexión en la evolución de los costes de financiación de la deuda. La elevada inflación que se ha venido registrando en los dos últimos años ha llevado a los bancos centrales de todo el mundo a reaccionar con históricas subidas de tipos de interés en un intento de poner freno a una inflación mucho más elevada y persistente de la inicialmente prevista. En conjunto, se aprecia una subida acumulada de entre 400 y 500 puntos básicos en los tipos de interés mundiales a lo largo del último año tras una década de rentabilidades cercanas a cero o incluso en niveles negativos en algunos países. En España, el cambio en la política monetaria ha elevado la financiación del Estado, y tras alcanzar su mínimo en 2021, el coste medio de las nuevas emisiones del Tesoro se ha incrementado desde el –0,04% hasta el 3,36% en septiembre de 2023, un valor no registrado desde el año 2011. En este sentido, las administraciones públicas tendrán que financiar elevadas cantidades de deuda (20% del PIB) a unos tipos de interés significativamente más altos y en unos mercados de deuda más tensionados por la desaparición de la demanda del BCE.
La Airef avisa que el nuevo ciclo económico –con el rápido e intenso endurecimiento de las condiciones de financiación–, unido al elevado nivel de deuda existente (1,5 billones de euros), sitúa la sostenibilidad de las finanzas públicas en un punto de partida de «gran vulnerabilidad». El previsible aumento del gasto asociado al envejecimiento de la población es uno de los principales desafíos para salvar las cuentas públicas en el medio y largo plazo. El elevado endeudamiento inicial, sumado a unas cuentas públicas no equilibradas con un déficit del 2,54 % del PIB, generará una dinámica desfavorable en la carga de la deuda incluso en un escenario de contención del coste de la deuda. En su escenario a largo plazo, la Airef proyecta un gasto de intereses en relación con el PIB que se irá incrementando gradual y sostenidamente desde el 2,4 % del PIB hasta situarse en el entorno del 4,5 % en los próximos 15 años. Es por eso que la Airef reclama ya un ajuste fiscal para frenar una futura «bola de nieve» de deuda soberana. Un ajuste fiscal anual de 0,64 puntos del PIB (2,56 puntos acumulado en cuatro años) en el periodo 2025-2028, hasta los 38.000 millones de euros de ajuste, lo que supondría una reducción de la ratio de deuda de 34 puntos de PIB en los próximos 16 años (hasta situarse en el 8 0% del PIB en 2038, 114 % en el escenario inercial). Prevé un aumento de los intereses de 2,6 puntos de 2026 a 2050 y de 1,8 puntos adicionales de 2050 a 2070, hasta situarse en el entorno del 7 % en el largo plazo.
Los expertos advierten del peligro que representa que España se esté empezando a acostumbrarse y sentirse cómoda en esta situación de endeudamiento. «Llevamos muchos años con una deuda que, en términos absolutos, no para de crecer y, evidentemente, la mochila de la deuda va pesando con una economía que no termina de despuntar, por lo que los fundamentales crecimiento-deuda no son favorables para que el mercado esté tranquilo en los próximos años», sostiene Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Universidad de Valencia y director de Estudios Financieros de Funcas. En opinión de Carbó, hasta que no se aprueben una normas fiscales europeas, será complicado volver a una situación de mayor equilibrio. Mientras tanto, aconseja reducir el gasto social superfluo, acometer reformas para crecer y ser cautelosos con cualquier cambio de impuestos. «La economía española necesita de impulsos para volver a crecer, para incrementar su productividad, mejorar su bienestar, sus salarios, lo que nos permitiría cubrir el sobrecoste de la deuda fiscal que se está produciendo por la subida de los tipos de interés por parte del BCE, subidas que además se van a sostener al menos uno o dos años más. En el ámbito fiscal, aconsejaría eliminar las ayudas expansivas que ha habido, como las aplicadas a raíz de la guerra de Ucrania y volver a una senda más razonable de gasto social, donde se ayude solo a los más vulnerables. En el ámbito de los impuestos, yo no tocaría gran cosa si no reducimos el gasto. El mercado se tomó mal la propuesta de Reino Unido o Italia de bajar los impuestos, por tanto, no debemos ir por ahí. Si no hacemos esto, si no creemos en las reformas y en que las empresas tienen que venir a España con mejores condiciones, y solo apostamos por el gasto social, seguiremos en este goteo de cierto declive de la economía española desde 2007-2008, con un mercado laboral que sobrevive pero con unos salarios muy bajos”, argumenta Carbó.
Funcas coincide con la Airef en que España debería comenzar la reducción de la ratio de deuda pública sobre PIB con celeridad, no solo para anticiparse a situaciones potencialmente adversas en los mercados financieros sino también para recuperar cuanto antes margen para la política fiscal. Así se advierte en su último número de Cuadernos de Información Económica. Santiago Lago recuerda que, ante la reformas de las reglas fiscales, la posición de varios países de la eurozona apuesta por una reducción de un punto anual en la ratio de deuda respecto al PIB para los países más endeudados, como es el caso de España. Los escenarios que se manejan no garantizan, en ausencia de políticas de ajuste, una reducción de la ratio de deuda a partir de 2025, sostiene Lago. Y es en el horizonte temporal de los próximos diez años donde se juega la sostenibilidad fiscal, cuyos riesgos, la Comisión Europea considera elevados en el medio plazo. En su informe sobre España 2023 del mes de mayo, la Comisión Europea, señala una “probabilidad del 32% de que la ratio de deuda en 2027 sea mayor que en 2022, lo que conlleva un alto riesgo habida cuenta del elevado nivel inicial de deuda”. Todo ello obliga a diseñar y ejecutar con urgencia un plan de consolidación gradual pero continuo y sostenible. La Comisión Europea presentó el pasado abril su propuesta legislativa para reformar las reglas fiscales europeas, después de que durante los años de pandemia, quedara suspendidas y los gobiernos europeos hayan podido inyectar dinero público sin cortapisas para auxiliar a las economías. En el texto se exige que los países europeos presenten un plan de cuatro años sobre déficit y deuda con una senda de gasto anual, cuando los países europeos infrinjan los topes previstos en la normativa europea. Los niveles actuales se mantienen imperturbables: 60% de deuda y 3% de déficit público. Los países que no lleguen a estos umbrales contarán con el asesoramiento técnico de la Comisión Europea para no pasar a la lista negra. En opinión de Rafael Pampillón, profesor del IE Business School, reducir la deuda vía impuestos en una "locura". Alerta del riesgo económico que supone la subida de las cotizaciones sociales a las empresas, que al final y al cabo es un impuesto sobre el trabajo, y, en su opinión, lleva a las empresas a sufrir y muchas de ellas ser verán abocadas a cerrar, vaticina Pampillón. Advierte de que si no se cumple con los criterios que marca Europa, España corre el riesgo de que se la abra un protocolo por deuda y déficit excesivo. “Hay que reducir la deuda y para ello es necesario vender activos y no comprarlos. Pero no parece que el Gobierno esté en línea de reducir gasto, pero si quieren cumplir con los criterios de la UE de una deuda del 60% y un déficit del 3% no le quedará otra. Afortunadamente tenemos a la UE que nos dice que esto de la deuda no es cosa de broma, alguien la tiene que pagar. No es solo un problema español, también europeo y mundial”, manifiesta el profesor del IE. Porque aplazar la necesidad de cuadrar las cuentas públicas solo pospone un problema a costa de hacerlo más grave en el futuro. “Debemos mirar a largo plazo y recuperar los principios de ortodoxia económica, dándole un impulso adicional a la consolidación fiscal para lograr, por fin, una senda creíble y consistente de superávits, aprovechando que el ciclo todavía mantiene un tono positivo. De lo contrario, el próximo ciclo bajista nos llegará en una posición vulnerable, sin munición monetaria, ni tampoco fiscal”, advierte Gregorio Izquierdo, director del Instituto de Estudios Económicos (IEE). Añade que los “efectos negativos de la deuda pública no han sido percibidos en la medida en que han sido comprados por los bancos centrales y esto ha hecho pensar a los gobiernos que la deuda pública no era relevante, y no les ha incentivado a consolidar las finanzas públicas. Pero claro, en el momento en que el ciclo monetario ha cambiado y los bancos centrales han subido los tipos de interés y han empezado a comprar menos deuda pública, pues ésta empieza a importar”.
La política del equilibrio de los bancos centrales
Sin poder descartar alguna subida más de los tipos de interés, la estrategia de los bancos centrales pasa por mantener sus tipos de intervención en zona restrictiva un periodo de tiempo «suficientemente largo», condicionando cualquier próximo paso a la evolución de los datos de actividad e inflación. El pasado septiembre el BCE subió los tipos un cuarto de punto, hasta el 4,5% –y la facilidad de depósito al 4%–, su nivel más alto desde 2001, en otro intento por apretar la batalla contra la inflación. Con unos tipos de interés en niveles claramente restrictivos y con indicios sólidos de que la transmisión de la política monetaria está funcionando, las autoridades monetarias han adoptado una actitud más prudente, conscientes de que el impacto macroeconómico de los incrementos de tipos opera con cierto retardo. El BCE rebajó significativamente sus proyecciones de crecimiento económico. Ahora espera que la zona del euro repunte un 0,7 % en 2023 (frente al 0,9 % anterior), un 1 % en 2024 (antes era el 1,5 %) y un 1,5 % en 2025, una décima menos. En total, resta ocho décimas a sus previsiones anteriores.
Tras el fuerte repunte de 2022, la rentabilidad de la deuda soberana europea se ha mantenido relativamente estable a lo largo de este año consolidando los niveles alcanzados. En 2023 la curva de tipos ha continuado aplanándose, subiendo de forma más considerable la rentabilidad a un año, pero con cierta estabilización en los demás plazos, sobre todo a partir del primer trimestre, donde las rentabilidades han fluctuado en un rango contenido. El último movimiento de subida de tipos por parte del BCE ha impulsado los rendimientos de las principales referencias de deuda europea a valores próximos a los máximos de los últimos meses.
El aumento de las rentabilidades como consecuencia de la elevada inflación ha sido un fenómeno global. En este sentido cabe destacar que la deuda española a 10 años ha mantenido en 2023 su diferencial respecto a la alemana, estabilizado en torno a los 100 puntos básicos, aunque en las últimas semanas ha experimentado un ligero repunte, que ha sido un tanto más significativo en el caso italiano, recoge la Airef. En términos históricos la prima de riesgo es relativamente baja. Este hecho, junto con el mantenimiento de la cotización de los seguros de crédito (CDS) en unos niveles muy contenidos, es una señal de que los inversores no perciben un deterioro de la salud financiera de la deuda pública española a pesar del alza de su rentabilidad. Adicionalmente, la determinación por parte del BCE de no permitir la fragmentación financiera de la eurozona mediante el uso de instrumentos como la reinversión de los vencimientos del PEPP o la implementación de una nueva herramienta antifragmentación está contribuyendo a que las primas de riesgo se mantengan en niveles relativamente bajos.
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