
Contaminación
Niño Becerra (74), economista: "Nuestro modelo de crecimiento es contaminante"
Reducir la contaminación que amenaza el futuro del planeta exige una renuncia ineludible: un menor crecimiento económico. El verdadero debate se centra ahora en el precio que, como sociedad, estamos dispuestos a pagar

La ecuación es tan simple como incómoda: a menos contaminación, menor crecimiento económico. Esta es la premisa fundamental que el economista Santiago Niño Becerra pone sobre la mesa para analizar la encrucijada climática de nuestro tiempo. Lejos de discursos grandilocuentes, su tesis apunta a que el modelo productivo actual es intrínsecamente contaminante, por lo que cualquier reducción real de las emisiones pasa, de forma inevitable, por una moderación de la actividad económica. Es una correlación directa e ineludible que choca frontalmente con los objetivos de expansión perpetua.
De hecho, esta disyuntiva ha quedado perfectamente retratada en la reciente postura de las grandes potencias europeas. La oposición de países como Francia, Alemania o Italia a los objetivos de reducción de emisiones para 2040 no es, según este análisis, un mero capricho político, sino la constatación de que la transición ecológica tiene un coste económico que sus industrias y sociedades quizás no estén dispuestas a asumir. Se enfrentan al dilema de sacrificar crecimiento por sostenibilidad.
En este sentido, el verdadero nudo gordiano del asunto no reside en fijar porcentajes o fechas en un calendario. La discusión de fondo, tal y como expone Santiago Niño Becerra en X, es de naturaleza social y exige una honestidad brutal: ¿a cuánta riqueza y consumo está dispuesta a renunciar la ciudadanía para garantizar un futuro más limpio? El debate, por tanto, debe ser público y transparente.
Un cambio de paradigma que exige sacrificios
Asimismo, esta renuncia al crecimiento ilimitado no es un concepto abstracto que solo afecte a las cifras macroeconómicas. Implica un cambio estructural profundo que afecta directamente al estilo de vida que se ha consolidado durante décadas. Hablamos de modificar los patrones de consumo, los modelos de producción de las empresas y, en última instancia, las expectativas de prosperidad material de la población.
Por otro lado, el economista advierte de que la viabilidad de cualquier estrategia climática no se decidirá en las cumbres internacionales ni dependerá de las declaraciones de intenciones de los líderes políticos. El éxito o el fracaso de la transición ecológica dependerá, en última instancia, del grado de aceptación social de estas consecuencias económicas. Sin un consenso amplio, los objetivos más ambiciosos corren el riesgo de convertirse en papel mojado.
En definitiva, la clave para un porvenir sostenible está íntimamente ligada a la voluntad colectiva de asumir un nuevo paradigma. Un modelo en el que, necesariamente, crecer menos no se interprete como un fracaso, sino como una condición indispensable para vivir mejor en un entorno más saludable y equilibrado para las generaciones que están por venir.
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