Editorial

De la deseable unión al inútil fratricidio

No parece que la vía de la absorción de CS que pretende el PP vaya a dar resultados a corto plazo

La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, durante la presentación del cómic 'Clara Campoamor'
La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, durante la presentación del cómic 'Clara Campoamor'Eduardo Parra

Los últimos sondeos de opinión que indagan sobre el futuro comportamiento de los votantes de Ciudadanos, especialmente los que se han elaborado en Madrid y Murcia, muestran, al menos, en estas dos regiones que hoy se encuentran en el ojo del huracán político, que la mayoría de quienes dieron su voto al partido naranja en anteriores comicios se inclinaría por las formaciones del espectro de la derecha en unas próximas elecciones. De hecho, en la comunidad madrileña, la encuesta que «NC Report» ha realizado para LA RAZÓN, detecta un trasvase del 46,3 por ciento de los antiguos electores de Ciudadanos hacia el Partido Popular, de un 15,4 por ciento con destino a VOX y de un 11 por ciento que se decantaría por la abstención. Sólo un 26,5 por ciento se mantendrían fieles a la formación que hoy lidera Inés Arrimadas, mientras que el cambio de preferencia hacía partidos de la izquierda, concretamente el PSOE, es residual.

Estas variaciones en la intención de voto reflejan, sin duda, el descontento por la inexplicable maniobra urdida por la dirección del partido con los socialistas para tumbar el gobierno de coalición con los populares en Murcia, pero, también, que se mantiene en toda su vigencia el desconcierto y el rechazo que produjo entre las filas de Ciudadanos la negativa de su anterior presidente, Albert Rivera, a conformar un gobierno con Pedro Sánchez, que, desde una mayoría absoluta parlamentaria, hubiera dado mayor estabilidad a España y, sobre todo, moderado las posiciones más radicales de Pedro Sánchez. Tal vez, Inés Arrimadas haya cometido un error de cálculo, probablemente inducido por la necesidad de recuperar protagonismo tras el batacazo catalán, pero lo cierto es que los males que aquejan a la formación naranja vienen de ese momento, cuando Rivera pensó, muy equivocadamente, que podía convertirse en el referente del centro derecha español, por delante del Partido Popular. Así las cosas, lo lógico y lo deseable era buscar una reunión del voto fragmentado entre dos partidos que, con las diferencias que se quieran aducir, comparten muchos valores en común, como la mejor vía hacia un cambio político que cada vez se demuestra más necesario para el futuro de la Nación.

Sin embargo, tras los últimos acontecimientos, asistimos a un fratricidio en el centro derecha, cuyas consecuencias no son fáciles de prever. Porque la absorción llana y simple de los dirigentes y de los votantes de Ciudadanos que se pretende desde las filas populares puede no estar llamada al éxito en todas las circunscripciones, como explica diáfanamente el caso catalán. Sería, sin embargo, más útil que ambos partidos, pese a la actual crisis, mantuvieran tendidos los puentes, consolidando unos gobiernos de coalición que estaban funcionando muy correctamente, y, por supuesto, desde el principio de mutua lealtad y respeto a los compromisos contraídos.