Editorial
Ayuso o el arte de espantar infundios
La izquierda pintó la agria caricatura de una región sumida en una especie de apocalipsis
La izquierda madrileña tiene, sin duda, un problema en Madrid cuando se demuestra, como en el debate de anoche, que es incapaz de abordar el legítimo enfrentamiento electoral con Isabel Díaz Ayuso sin recurrir al infundio. Escuchar a los representantes del PSOE, de Más Madrid y de Unidas Podemos era descubrir la existencia de una realidad paralela, la de una Comunidad de siete millones de almas sumida en un apocalipsis de miseria y muerte, en la que la presidenta Ayuso estaba llamada a ejercer todos y cada uno de los papeles de los siete jinetes infernales.
Por supuesto, la acción política del gobierno regional, como todo en la vida, presenta flancos abiertos a la crítica, incluso, al reproche, pero cuando los prejuicios ideológicos desdibujan los hechos hasta la caricatura, se antoja muy difícil que el electorado, que vive la cotidiana realidad, llegue a comprar ese mensaje de la catástrofe absoluta, ni siquiera entre aquellos sectores que más están padeciendo la crisis de la pandemia y a quienes le suenan vacías –por su experiencia con el Ingreso Mínimo Vital y con otros fiascos de las ayudas sociales del Gobierno central–, muchas de las promesas electorales que plantearon los candidatos de la izquierda. No es fácil, por ejemplo, que el mensaje de la protección de la vivienda de Unidas Podemos o Más Madrid, cuando en los barrios más desfavorecidos se traduce, en la práctica, en más okupación e inseguridad.
Es más, debería preocuparse esa misma izquierda del efecto que pueda tener en sus feudos un discurso como el de Vox, con una eficaz Rocío Monasterio, que , en su papel, llevó a sus propias contradicciones al socialista, Ángel Gabilondo, al fin y al cabo, candidato del partido que gobierna la nación, y mucho más cercano a la experiencia del día a día que sufren los vecinos de esos mismos barrios. Pero la caricatura dibujada por la izquierda llegó al extremo al describir la situación de la sanidad madrileña como un erial, obviando hechos palmarios que hablan de su aceptable situación general con respecto a otras de España y de Europa, pero también, y ahí la candidata de Mónica García estuvo efectista, se manipularon los datos de fallecimientos, al no deslindar las cifras de acuerdo a las sucesivas olas de la pandemia, donde el comportamiento de la Comunidad muestra una extraordinaria y encomiable mejora.
La candidata popular estuvo en su línea y, a nuestro juicio, fue de menos a más, cuando se impuso su habilidad, cimentada en las convicciones, en el arte de espantar los habituales infundios de la izquierda y supo trasmitir seguridad en su modelo de gestión, que mantiene la Comunidad abierta, dentro de las inevitables limitaciones, con la vida cultural viva y con una actividad económica más dinámica que la del resto. Por último, señalar que vimos a un Pablo Iglesias incapaz de cambiar de registro, que cedió al cuerpo a cuerpo con la representante de Vox y que no aportó novedad alguna, y a un eficaz candidato de Ciudadanos, Edmundo Bal, con un tono más moderado y conciliador y que tendió la mano a reeditar el gobierno con Ayuso.
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