Editorial

El atajo electoral pilla a contrapié a los socios

Se trata de un gesto político que se compadece mal con la lealtad demostrada por las formaciones de la moción de investidura, que han cumplido escrupulosamente los compromisos adquiridos.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez durante la reunión con el administrador de la NASA, Bill Nelson, este martes en el Palacio de la Moncloa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez durante la reunión con el administrador de la NASA, Bill Nelson, este martes en el Palacio de la Moncloa.Alberto R. RoldánLa Razón

Dado que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no consideró necesario consultar con su Consejo de Ministros ni con la Ejecutiva de su propio partido la decisión del adelanto electoral, no pueden quejarse sus aliados parlamentarios ni su socios en el Gabinete de trato discriminatorio alguno. Todo lo más, de una descortesía, más de forma que de fondo, que la frenética evolución de los acontecimientos dejará en mera anécdota.

Y, sin embargo, se trata de un gesto político que se compadece mal con la lealtad demostrada por las formaciones de la moción de investidura, que han cumplido escrupulosamente los compromisos adquiridos en el acuerdo que llevó al presidente Sánchez a La Moncloa. Otra cuestión, sobradamente tratada, es si la existencia de esos pactos ha llevado al PSOE a la contundente derrota del pasado domingo, pero, a los efectos prácticos, lo cierto es que el atajo electoral ha pillado a contrapié a unos socios que necesitaban tiempo para reevaluar sus relaciones con el partido del Gobierno.

Ni siquiera Bildu, que se ha visto muy favorecido por la carta de naturaleza política, es decir, por el blanqueo de la formación proetarra, propiciado por los socialistas, acaba de ver con buenos ojos la inmediatez de las elecciones generales, fundamentalmente, porque va a dificultar el entendimiento en Navarra, donde Arnaldo Otegi pretende intercambiar con el PSOE la Presidencia foral por Ayuntamiento de Pamplona.

Un pacto que, a todas luces, sería muy mal recibido por un amplio sector de la opinión pública –baste con recordar el caso de las listas electorales bildutarras, trufadas de antiguos terroristas– y que perjudicaría las expectativas de voto socialista. Tampoco le cuadran los tiempos electorales al PNV, que ha perdido el 20 por ciento de los votos en las últimas municipales, se ha visto superado en la Junta de Guipúzcoa por Bildu, ha empatado con la izquierda abertzale en Álava y está por debajo de los de Otegi en número de concejales.

Un peligroso síntoma de pérdida de hegemonía, que no se puede desvincular del apoyo prestado a Pedro Sánchez, tanto en la moción de censura, como durante la legislatura. De ERC, que se ha dejado 300.000 votos, la pretensión, inmediatamente desautorizada, del presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, de presentar una lista única independentista al Congreso explica por sí misma el temor a una debacle socialista en las generales, pero, también, a que sus pactos con el PSOE vuelvan a pasarles factura. Por último, están Unidas Podemos, Sumar y los otros 13 partidos de izquierda radical y nacionalistas, obligados a conformar una alternativa al PSOE y casi sin tiempo material para llevar a buen puerto la elaboración de unas listas, con demasiados intereses personales cruzados. Sí. Parece razonable que Sánchez haya preferido no consultar con nadie.