Editorial
Un Gobierno tocado y a la mera defensiva
La confianza que demuestra Sánchez en el apoyo de sus socios de investidura sólo puede sustentarse en la voluntad de acceder a todas las exigencias de los nacionalistas.
Debería sacar conclusiones el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de las muestras de incomodidad que muestran algunos de sus socios de investidura, como Podemos sin ir más lejos, y aquilatar con sumo cuidado qué significa y qué consecuencias puede traer una intervención pública como la del secretario general de Junts, Jordi Turull, cuando afirma que «en Madrid no tenemos amigos, tenemos intereses», al tiempo que invocaba «la oportunidad» que supone esta crisis con la debilidad del PSOE. Y debería hacerlo porque es evidente que el empecinamiento en mantener el calendario electoral para cumplir la legislatura va a tener un precio mayor para la igualdad de todos los españoles ante la ley que el pagado hasta ahora.
Ciertamente, entra en el terreno de la anécdota, de lo manido, que el inquilino de La Moncloa blasonara ayer de la mejora en la lucha contra la corrupción cuando la organización internacional que audita el índice de transparencia de los distintos países acaba de degradar una vez más la puntuación de España, pero da una pista sobre la táctica defensiva que va a emplear el Ejecutivo, y que los equipos monclovitas de propaganda ya están ensayando, para intentar salir del trance. Relato triunfalista de una gestión que no se compadece con la realidad, por un lado, y ofensiva dialéctica contra la oposición, responsable de todos los males. Por supuesto, se trata de reforzar en el imaginario de la militancia y de los simpatizantes más acérrimos la idea de que es mejor soportar un poco de corrupción, localizada, que entregar el poder a la derecha reaccionaria y corrupta que representa Alberto Núñez Feijóo, necesariamente apoyada por la «ultraderecha» de Abascal.
El principal problema que presenta esta táctica es que nadie en el Gobierno y en el partido socialista está en posición de asegurar que no salgan a la opinión pública nuevos audios grabados por Koldo, o que el «conseguidor» Aldama no abra nuevas líneas de investigación de las corruptelas que afectan al núcleo duro del sanchismo, puesto que conviene no olvidar que son personas de la máxima confianza del secretario general del PSOE las que están siendo escrudiñadas por la justicia. En cualquier caso, la confianza que demuestra Sánchez en el apoyo de sus socios de investidura –con su jactancioso desafío a Feijóo a que presente una moción de censura– sólo puede sustentarse en la voluntad de acceder a todas las exigencias de los nacionalistas que, como señalábamos al principio, ven una oportunidad en la debilidad del sanchismo. Esto presenta una contraindicación de la que están advirtiendo algunas voces socialistas muy significadas, como es el rechazo general entre los votantes no nacionalistas, incluidos los socialistas, que puede dañar irreversiblemente el futuro del partido. Pero, al parecer, en Sánchez sólo opera el rabioso presente.