Editorial

Toda violencia es condenable sin excepción

La síntesis incontestable es que Feijóo reprueba toda violencia y Sánchez pacta con ella. El resto es la sobreactuación, la hipérbole y la desinformación tan conocidas de Moncloa

Toda violencia es condenable sin excepción
Toda violencia es condenable sin excepciónEuropa Press

Las imágenes de los encapuchados y sus bárbaras actuaciones en los espacios públicos se han sucedido en nuestro país y en otros en determinadas coyunturas sociales y políticas. Siempre son grupúsculos extremistas de toda tendencia e ideología vinculados a la delincuencia y que fundamentalmente persiguen erosionar el sistema de libertades. Por tanto, el encaje de todos ellos no es la contienda partidaria, sino ese espacio lúgubre entre el hampa y el lumpen.

Hay que dejar sentado desde el primer momento que el matonismo que representan debe ser perseguido, castigado y erradicado y que el estado de derecho dispone de los medios para que así suceda. Los brotes de salvajismo que se han padecido no nos definen como comunidad, mayoritariamente pacífica, pero sí envilecen la convivencia y enturbian la imagen colectiva. No es difícil imaginar que nada hay de espontáneo en la aparición de unas decenas de embozados en las pacíficas movilizaciones en el centro de Madrid contra la amnistía y el resto de los planes del sanchismo contra la Constitución y la democracia, como tampoco que el propósito de reventar las protestas y desviar el foco de la atención mediática hacia esos «borrokos» no es inocente ni casual.

En cualquier caso, haya o no una mano que mece el guion de esos renglones torcidos, no existe, no puede existir, una violencia buena y una violencia mala. Toda ella es repudiable y condenable. Y esa variable crucial y definitiva es lo que diferencia a la izquierda y el centroderecha en este país. Todos los portavoces del PP han reaccionado con firmeza y celeridad en la censura pública del vandalismo que unos pocos han protagonizado en la capital de España, con el propio Núñez Feijóo al frente: «La violencia no tiene cabida en democracia y su impunidad tampoco».

Ni el PSOE ni el resto de la izquierda ni el soberanismo jamás se han solidarizado ni han reprochado las frecuentes agresiones y coacciones a los grupos de la oposición especialmente en periodo electoral. No puede gozar de autoridad moral alguna quien esgrime tal impostura, incluso quien presume y se jacta de contar como aliados con proetarras y golpistas y pretende amnistiar a grupos como Tsunami Democràtic y los CDR que arrasaron Barcelona y condenaron a la invalidez a varios policías.

La síntesis incontestable es que Feijóo reprueba toda violencia y Sánchez pacta con ella. El resto es la sobreactuación, la hipérbole y la desinformación tan conocidas de Moncloa que manipula la escena a lomos de la oportunidad brindada por los encapuchados para desacreditar las justas y cívicas movilizaciones contra los acuerdos de la vergüenza identificando a las decenas de miles de manifestantes pacíficos con ultras pastoreados. Es esa maquinaria del bulo la que banaliza la violencia. Los marcos artificiales de la realidad del sanchismo, parafraseando al ministro Bolaños, no frenarán las imprescindibles movilizaciones contra las acciones de un gobierno que ha alcanzado el cénit de la deslealtad convertido en un peligro para la democracia.