Universidad

La pandemia dispara las notas de la EBAU y Bachillerato, lo que perjudica a los estudiantes que se han esforzado más

En el último curso tanto el porcentaje de aprobados sobre matriculados como sobre presentados se sitúa en el máximo de la serie histórica, un 86% y un 91% respectivamente

El alumnado catalán registra el peor nivel en lectura desde el 2006
El alumnado catalán registra el peor nivel en lectura desde el 2006Marcial GuillénAgencia EFE

En España, a mediados de los años 70 del siglo pasado, cursaban estudios universitarios alrededor de medio millón de jóvenes, de los que tres cuartas partes eran hombres. Los datos de este curso muestran que nuestro país ha avanzado significativamente en el acceso a la Universidad. En el curso 2021/2022 se habían matriculado en nuestras instituciones de educación superior 1.679.518 estudiantes de los que 55.6% eran mujeres. Para 224.536 de esos chicos, 2021 fue el inicio de su aventura universitaria. Este es sin duda un cambio significativo que sirve para dinamizar nuestra economía, nuestra sociedad y nuestro futuro.

Antaño tener un título universitario era garantía de disfrutar una carrera profesional, un buen empleo y un brillante futuro. Sin embargo, las cosas también han cambiado en este sentido. Es cierto que los datos de la última EPA publicado recientemente siguen mostrando que conseguir egresar facilita a los más jóvenes obtener un empleo. Mientras que la tasa de paro por el grupo de población de 25 a 29 años estudios primarios es del 34,2%, la misma ratio para los jóvenes con estudios universitarios es tan solo del 13.1%. La conclusión es obvia, estudiar es rentable.

Sin embargo, un reciente estudio de la Universidad de Georgetown realizado por los profesores Carnevale, Cheah y Wenzinger para el caso estadounidense, pero que podría ser claramente aplicable al caso español, muestra que el retorno de los estudios ya no es tan uniforme ni tan elevado como en décadas anteriores. En concreto la monografía hace patente el desigual retorno entre los distintos conocimientos. Así, por ejemplo, la investigación constata que las áreas vinculadas a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la ingeniería están mejor remuneradas que el resto.

Las implicaciones son interesantes a la hora de decidir que carrera escoger: hay trabajadores TIC con niveles de estudios no universitario que obtienen salarios significativamente más altos que aquellos cuyas titulaciones pertenecen, por ejemplo, al grupo de humanidades. Adicionalmente, la publicación documenta que estas diferencias pueden ser importantes entre las distintas regiones y entre hombres y mujeres.

Otra situación, relativamente en este caso en España, hace más compleja la elección: la heterogeneidad entre los títulos de las distintas universidades. El International Review of Economic Policy recoge en el año 2020 un estudio, realizado en colaboración con los profesores Cuerdo y Grau de la URJC; que demuestra como la universidad pública española ofrece distintas realidades. Hay universidades públicas dónde, no tanto por dinero, sino por el acceso a una mayor calidad y cantidad de información, se concentran élites. Es decir, en educación superior ya no hay élites vinculadas al dinero, sino al conocimiento, aunque siga existiendo una fuerte correlación entre los dos factores. Esta situación perpetua la brecha social y hace que el esfuerzo se banalice como factor de ascenso social.

Desgraciadamente, la pandemia y las decisiones tomadas por el Gobierno actual han hecho más confusa todavía la situación. Los datos presentados por el Ministerio de Universidades el pasado 22 de abril sobre el acceso a la Universidad muestran como el bachillerato y las pruebas de acceso a la Universidad han perdido su carácter clasificador ya que el número de aprobados y el porcentaje de personas que han obtenido notas excelentes se ha incrementado sustancialmente. Eso sería una buena noticia sí significase que todos los estudiantes han hecho un mayor esfuerzo que se ha visto traducido en una mejora continuada. Sin embargo, la mayor parte de los análisis y las experiencias anecdóticas apuntan a que se ha producido una inflación en las notas que hace imposible distinguir la calidad de los estudiantes.

Los datos de la Estadística de las Pruebas de Acceso a la Universidad muestran que en el último curso tanto el porcentaje de aprobados sobre matriculados como sobre presentados se sitúa en el máximo de la serie histórica, un 86% y un 91% respectivamente, tres puntos porcentuales más que hace tan solo 6 años. De la misma forma, la nota media de bachillerato se ha incrementado un 9% en el mismo periodo de tiempo y la nota de acceso al grado se ha incrementado medio punto hasta el 7.6. Quizá la muestra más visual de esa inflación en las calificaciones sea el porcentaje de alumnos que han obtenido sobresaliente en las pruebas que se ha incrementado sustancialmente y que, por ejemplo, en Navarra, ha llegado a aumentar en 140%.

Una visión miope podría hacer pensar que este tipo de resultados es beneficioso para los alumnos. Sin embargo, la reducción en la dispersión de notas afecta negativamente a los estudiantes que se han esforzado más a lo largo de la educación secundaria y el bachillerato ya que les impide destacar. Esto nos lleva a la necesidad de que haya más transparencia a la hora hacia estudiantes y familias a la hora de conocer la calidad de las universidades. Desgraciadamente, la falta de orientación que existe en la escuela española, como casi siempre, tiene que ser suplida por el esfuerzo de las familias para que no sea fuente de desigualdad.

Jorge Sainz es catedrático de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos y Fellow del IPR de la Universidad de Bath