Consejo de Ministros
La carteras de los ministros: 1.000 euros por un posado
Se fabrican en un taller de Madrid, pesan tres kilos y se personalizan a mano. Cuestan 970 euros más que las de los diputados
La noche anterior a que un Ministro recoja su maletín, el elegido no es el único que no puede dormir. A Pablo del Barrio, el hombre que hace las carteras que escenifican el cambio de responsables en el Ejecutivo español, le sucede lo mismo, pero si en el caso de los primeros esto se debe a los nervios, en el de Del Barrio es más una cuestión de acumulación de trabajo: «Por la nomenclatura particular de cada Ministerio y los cambios que se producen con cada Ejecutivo, las carteras no se pueden preparar hasta que salen en el Boletín Oficial del Estado, es ahí cuando tenemos la confirmación definitiva del nombre del departamento», asegura este artesano. «A veces, de hecho, como en las elecciones anteriores, hubo un cambio de última hora. De ahí que no se estampe hasta que no aparezcan en el BOE, la noche anterior a la de la toma de posesión. El ritmo es frenético, porque en algunos casos se nos confirma a las 20:00 y tienen que estar todos listos para la mañana siguiente. Incluso a veces hay errores: no hace mucho se olvidaron de solicitar uno y nos llamaron a las 9:00 para que estuviera listo en una hora. A las 10:00 estaba en el ministerio».
Del Barrio lleva tiempo ya encargado de estos menesteres, de este pequeño detalle que siempre ocupa la portada de los informativos y los periódicos del día. Desde su taller en el 19 de la calle Luna de Madrid, dirige un estudio que empezó en 1930 en la calle Duque de Alba. Fue su abuelo quien abrió ese negocio destinado a clientes particulares donde las cosas se hacían a medida. Después, llegó su padre, el cambio de localización y su turno. Él está ahora inmerso en una ampliación de este espacio y una reorientación del negocio que le va a llevar a lanzar nuevos modelos, una web más completa y abrir Del Barrio Estudio al público en general: «Estamos con nuevos modelos, además de las carteras ministeriales y de las de algunos secretarios de Estado, unos diseños que respiran el mismo aire que la de los ministros pero con un toque más contemporáneo, algo más comercial pero con sobriedad». Si alguien quiere sentirse como un ministro (o parecido) bastará con ponerse en contacto con ellos y, al menos, saber que lleva la misma marca que el Notario mayor del Reino (es decir, el Ministro de Justicia).
La clave de la elección de este taller, además de la calidad, es por un motivo sencillo: «Influye la cercanía. Respondemos rápido y personalizamos las piezas». La cartera en cuestión es un modelo que llevamos viendo prácticamente toda la democracia. Mide 44 centímetros de ancho por 36 de alto y 16 de fondo. Se confecciona en piel de vacuno «box calf» negra y lisa, con doble cierre (puede ser de llave o contraseña) y bolsillo exterior. En su interior, sus excelencias encontrarán cinco fuelles, un portabolígrafos y un tarjetero. El asa se hace a mano y es la parte que más desgaste sufre. Aunque, lo cierto es, como dice el artesano, que no se emplean mucho: «En los primeros consejos de Ministros se les suele ver con ellos, pero con el paso del tiempo suelen llevar otras». De hecho, algunas se han llegado a reutilizar, cambiando elementos como la solapa al modificarse el nombre del Ministerio. Y es que el más mínimo fallo en la nomenclatura arruina el trabajo. «Esa operación puede llegar a llevar dos horas», explica. «Cada nombre se hace letra a letra. Se compone la nomenclatura de manera artesanal siguiendo una plantilla para que quede recto». Se trata de un trabajo de termoimpresión con película de oro y el precio, según se lee en el portal de transparencia, ronda los 1.000 euros (el maletín y la impresión del nombre).
Esta tradición, recuerda Del Barrio, se empezó a popularizar a finales de los 90, con los gobiernos de Aznar: «La prensa jugó un papel definitivo para que el intercambio de carteras se hiciera tan conocido». Pese a ello, su relación con los Ministerios venía desde los 80: «Empezamos a realizar estos encargos a finales de los años 80. Al principio éramos varios fabricantes en todo Madrid, pero para el 2000 ya hacíamos casi todos. La última vez, todos menos uno». Se refiere a la casa Tarín, que en la última hornada de ministros recibió el encargo de una cartera.
Pero, como comentaba Del Barrio, muchos de los ministros suelen cambiar el maletín. El ministro de Justicia, Fernando Grande-Marlaska, en el primer Consejo de Ministros al que asistió en 2018, fue con la cartera y una mochila al hombro. Otras, en cambio, prefirieron lucir sus propios bolsos, como Isabel Celaá, la fallida ministra de Sanidad, Carmen Montón o Margarita Robles. En cambio, este martes Pablo Iglesias, Alberto Garzón o Irene Montero no han querido prescindir de esta cartera.
Hay que diferenciar, eso sí, las carteras de ministros, grandes, con mucha presencia y en color negro, de las que reciben los diputados, en marrón más claro y en polipiel. El primer día, esta vez sin necesidad que nadie les dé la maleta de manera oficial, sus señorías reciben un sobrio attaché junto con las diversas prebendas de su cargo (un iPhone y un iPad por los que la Cámara Baja desembolsará más de 600.000 euros). En este caso se trata de un modelo mucho más barato que el de los ministros: es un diseño de la fábrica Piel Galván S.L., una compañía cuya sede se encuentra en Ubrique y cuyo precio oscila los 30 euros. En su frontal aparece en letras plateadas la inscripción «Congreso de los Diputados». Las medidas en este caso son más pequeñas que las de las maletas que hace Del Barrio. El maletín en cuestión mide 42 centímetros de ancho por 30 de alto y 4,5 de fondo. Una diferencia significativa que marca dónde comienza la frontera entre la bancada azul del Congreso y la roja; entre el poder ejecutivo y el legislativo; entre el éxito y el fracaso.
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