Partido Popular

Uno más uno no siempre son dos

Los politólogos advierten de los riesgos reputacionales de concurrir en alianza y descartan esa confluencia en Galicia, aunque no la ven con malos ojos en el País Vasco y Cataluña

Inés Arrimadas y Cayetana Álvarez de Toledo, durante el debate de la moción de censura contra Torra en el Parlament
Inés Arrimadas y Cayetana Álvarez de Toledo, durante el debate de la moción de censura contra Torra en el ParlamentQuique GarcíaEFE

El batacazo electoral de los naranjas en las elecciones del 10 de noviembre ha propiciado que modifiquen su postura respecto a concurrir en coalición con el Partido Popular a las próximas citas electorales que se celebran en España. País Vasco, Galicia, y, ahora, también Cataluña celebran autonómicas este año. Si hace unos meses repetían que «no es no», ahora los de Inés Arrimadas estarían dispuestos a ir de la mano con los constitucionalistas en una candidatura conjunta. ¿A quién le beneficia esta alianza? ¿Suman o restan estas coaliciones? ¿Está el centroderecha huérfano de líderes? LA RAZÓN analiza con cuatro politólogos los posibles escenarios y consecuencias políticas de esta unión táctica.

En lo primero que coinciden los expertos consultados es en subrayar el cuestionable funcionamiento de las anteriores coaliciones en nuestro país. Citan dos ejemplos: la formada entre el Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT) y Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), en cuyas listas se incluyeron también independientes, y por otro lado la formada entre Podemos e Izquierda Unida. «Mi sensación, analizando lo que ha pasado en los últimos años es que, en general, no suman. Recordemos que en 2016, cuando Podemos e Izquierda Unida concurrieron juntos perdieron un millón de votos en comparación a lo que logró en diciembre Podemos e Izquierda Unida por separado, a pesar de haber mantenido el mismo número de escaños en el Congreso», asegura el sociólogo experto en análisis demoscópicos, y director de Asuntos Públicos de Atrevia, Manuel Mostaza. Algo similar sucedió en las pasadas elecciones catalanas del 28 de abril, en la que los de Puigdemont fueron relegados a la cuarta posición, una debacle histórica.

«La izquierda catalana prefirió votar a la CUP y, en el caso de las generales, el votante feminista de Izquierda Unida prefirió no votar o votar a otros», asegura Lluis Orriols, politólogo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid. En su opinión, se puede hablar de dos efectos en las coaliciones: el que se conoce como mecánico y el psicológico. «Desde un punto visto mecánico electoral estas coaliciones ayudan a superar barrera efectivas y mejorar resultados en circunscripciones pequeñas». Sin embargo, en las grandes –tales como Cataluña, País Vasco y Galicia, este efecto se mitiga. Desde el punto de visto psicológico –explica Orriols– concurrir bajo una coalición tiene sus riesgos, porque si el electorado siente rechazo a una de las dos partes puede generar abstención de ese parte del electorado o la fuga hacia otro formación política. Además, apunta un importante riesgo a largo plazo para estas alianzas: « Hay costes de reputación y marca. Sorteamos los problemas derivados de la circunscripción, pero a cambio cedemos en el afianzamiento de nuestras siglas y en el conocimiento por parte de nuestro electorado de esas mismas siglas», explica. Por su parte, el profesor de la Universidad Camilo José Cela (UCJC) Eduardo G. Vega insiste en la necesidad de elaborar un exhaustivo estudio electoral para «analizar cada una de las circunscripciones y posibilidades de voto, con calma, pensando si matemáticamente interesa o no». Sostiene que en un «escenario volátil» como el actual no se pueden tomar la decisión a la ligera. «En un contexto de fragmentación política, el electorado tiende a votar menos unido», explica.

La propuesta de Ciudadanos de concurrir juntos suscita algunos interrogantes. ¿Solo en Cataluña o también en el resto de comunidades? El vicesecretario de Participación del Partido Popular (PP), Jaime de Olano, aseguró ayer que el acuerdo tiene «todo el sentido» en aquellos lugares en los que «el constitucionalismo está gravemente amenazado», algo que, subrayó, no ocurre en Galicia. De hecho, los expertos consultados por este periódico coinciden en señalar que de producirse esa alianza, Cataluña y País Vasco serían los únicos escenarios probables. Así lo explica la politóloga Verónica Fumanal. «Por lo que yo entiendo, Arrimadas habló de constitucionalistas y no de Vox. Es decir, activar la vía 221 para las tres autonomías en las que se celebran elecciones. Se da la peculiaridad de que las tres son territorios con nacionalidades históricas y, en cada una, las fuerzas constitucionalistas son percibidas de manera diferente». Además de nacionalidades históricas, el resultado electoral de cada una es distinto. «En mi opinión, en Cataluña podría verse esa unión, pero considero que no sería políticamente rentable». En el País Vasco, por otro lado, Cs no tiene representación y el PP tiene nueve. «Allí podría darse una coalición al estilo de Navarra Suma». Sin, embargo, en Galicia, donde el Feijóo gobierna con mayoría absoluta, «el hecho de presentarse en coalición podría entenderse como un signo de debilidad del presidente de la Xunta», explica Fumanal.

La pregunta del millón está clara: ¿quién gana y pierde en una coalición de este tipo? En líneas generales, el que puede sufrir es el socio minoritario ya que puede ser una víctima y ser absorbido por el mayoritario. A la hora de diseñar la marca, el hecho de ir en coalición supone un «coste de imagen porque en las fusiones o coaliciones tiendes a perder cierta imagen de marca», reconocen los expertos consultados.

Tres días después de lanzar su propuesta, el posicionamiento de los llamados a formar parte de la coalición no es todavía claro. Cabe pensar, incluso, si el anuncio de Inés Arrimadas es un «globo sonda», lanzado con la intención de retratar a los partidos constitucionalistas de Cataluña, ahora que la maquinaría electoral vuelve a rodar. En los próximos meses, por lo tanto, volveremos a asistir a la puja por el centroderecha y el voto útil, una batalla histórica en España donde los votantes tendían, hasta ahora, a entregar su voto al que tiene más posibilidades de gobernar, pese a tener una mayor afinidad con otro partido.