Gobierno de España
Y al final Sánchez dejó sola a Calviño
Crónica de los recelos y el descontrol en Moncloa. En mitad del caos y de la crisis sanitaria, sólo las figuras de Robles y Marlaska parecen emerger en la coalición
La frase corresponde a un miembro del Gobierno y refleja con crudeza la nefasta relación que existe con el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias: «Yo a su lado no me siento». Más allá de la polémica porque el líder de Unidas Podemos se salte cuando quiera la cuarentena, el hecho demuestra los fuertes recelos existentes en el seno del Consejo de Ministros, sobre todo tras el celebrado el pasado catorce de marzo. Siete horas de intenso debate para aprobar las primeras medidas contra la pandemia, bajo el empeño de Iglesias de nacionalizar sectores enteros como la banca, las eléctricas y medios de comunicación.
Un plan bolivariano en toda regla que sacaría a España de la Unión Europea, de todos los foros económicos importantes y la llevaría a la ruina absoluta. Según fuentes gubernamentales, el forcejeo fue tremendo y, tal como avanzó este periódico, provocó la reacción de la vicepresidenta de Economía, Nadia Calviño: «Si esto sucede, yo aquí no pinto nada». Desde entonces ya nada sigue igual. En palabras de algunos ministros ortodoxos y críticos con los titulares de Unidas Podemos, el Gobierno se sustenta en tres «ces»: «Coalición, caos y comunismo».
Aunque de puertas afuera y ante la enorme tragedia del coronavirus todos quieren aparentar imagen de unidad, lo cierto es que la improvisación y descoordinación imperan a golpe de decreto. Según las fuentes consultadas, únicamente se salvan dos miembros del Gabinete: Margarita Robles y Fernando Grande Marlaska, por la impecable conducta de las Fuerzas Armadas y los Cuerpos de Seguridad del Estado. Así pues, están en alza ante la opinión pública y los partidos de la oposición la ministra de Defensa y el titular de Interior. El resto del Ejecutivo merece un sonoro suspenso, aunque con matices. El presidente Sánchez sucumbe a las presiones de Iglesias, ha dejado sola a Nadia Calviño y pierde socios parlamentarios para aprobar sus decretos en el Congreso.
El repaso es claro. La vicepresidenta primera, Carmen Calvo, está desaparecida por la reclusión en su domicilio con una cuarentena a rajatabla tras haber dado positivo por coronavirus. Lo mismo les sucede a la titular de Igualdad, Irene Montero, y a la de Política Territorial, Carolina Darias. El vicepresidente segundo de Asuntos Sociales va por libre, aparece cuando le da la gana y acapara el protagonismo mediático que tanto le gusta. En la presentación de las medidas sociales hizo gala de su discurso demagógico, al más puro estilo chavista, mientras la titular de Hacienda y portavoz, María Jesús Montero, le presentaba con el lapsus de «vicepresidente económico».
A su lado, la cara de Nadia Calviño fue un poema y se conformó con los parcheados decretos de otra comunista, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Una radical vestida como niña pija, que lanzó unos ERTES precipitados, provocando una avalancha de despidos y la cifra de un millón de parados que presentó en una grotesca rueda de prensa con amplia sonrisa, ante el estupor de los periodistas.
Muchos ministros no entienden las cesiones de Pedro Sánchez ante Pablo Iglesias. Y tampoco su ausencia, como responsable de Asuntos Sociales, ante el drama y los cadáveres de ancianos en sus residencias. En el equipo económico, Nadia Calviño está completamente noqueada, tragándose muchos sapos y en una debilidad que refleja su visita en solitario al Rey Felipe VI. Por no hablar de sus conversaciones con los líderes europeos, que le preguntan por las medidas de Iglesias ante un negro futuro.
Fuentes empresariales aseguran que España habrá de aceptar un rescate para pagar el elevado coste de la crisis, que cifran cercano al billón de euros. El desastre de Yolanda Díaz, una sindicalista que no ha pisado una empresa en su vida, se conjuga con el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, que ha pasado de fervoroso liberal nombrado por el PP a abanderar las tesis comunistas de Pablo Iglesias. Su actuación contra los autónomos, a quienes ha dado la espalda, son de pésima nota.
La ministra de Hacienda y portavoz, María Jesús Montero, y el de Transportes, José Luis Ábalos, son unos «sanchistas» puros, pero tampoco brillan por su gestión. El aplazamiento de los impuestos y los avales del ICO a la Banca han provocado confusión y rechazo, mientras las empresas constructoras reclaman más ayudas para no acabar en la quiebra. La ministra de Industria, Reyes Maroto, de talante moderado, afronta la crisis del sector turístico y hotelero con poco peso político dentro del Gobierno.
De los ministros mudos, la de Exteriores, Arancha González Laya; el de Ciencia, Pedro Duque; y el de Consumo, el comunista Alberto Garzón, poco o nada se sabe a excepción del último ridículo diplomático con el avión de suministro sanitario interceptado en Turquía. Y capítulo aparte merece el ministro de Sanidad, Salvador Illa, totalmente desbordado en una gestión desastrosa, quien desoyó las advertencias en el mes de enero sobre el virus, mientras ahora miles de personas se mueren en sus casas o en los pasillos de los hospitales.
Ante este panorama tan negro y desnortado, reconforta ver a los militares, altos mandos policiales y de la Guardia Civil que comparecen todos los días en la rueda de prensa sobre la evolución de la pandemia. Frente a la improvisación del mando único en Sanidad, un trabajo ejemplar de las Fuerzas Armadas, en especial las que integran la «Operación Balmis» que trabajan a destajo contra el Covid-19.
Así lo expresó el Rey Felipe VI en su visita al Mando de Operaciones en Pozuelo de Alarcón, junto a la ministra de Defensa, Margarita Robles, y el Jemad, General del Aire Miguel Ángel Villaroya. Un operativo en el que participan 8.261 miembros de los tres ejércitos, la UME y la Guardia Real desplegados en trescientos municipios. Esto sí es una tarea social y un orgullo para España, frente a la ruina totalitaria de impulsada desde el Ejecutivo por Pablo Iglesias.
La imagen de unidad que desean trasladar desde Moncloa saltó por los aires con la rueda de Prensa de Pablo Iglesias junto al ministro de Sanidad, Salvador Illa, en la que remarcó el escudo social de las medidas. Ausencia total de las ministras «keynesianas», Calviño y la de Hacienda, María Jesús Montero, para presentar un plan que se apoya en las tesis de la ministra de Trabajo, la comunista Yolanda Díaz.
Y sobre todo, en su última comparecencia junto a Calviño y Montero en la que supeditó «la riqueza de los españoles al interés general», invocando el artículo 128 de la Constitución. Una idea puramente leninista, aplicada con dramáticas consecuencias en Venezuela, que abre la vía de nacionalizar empresas y los ahorros de los ciudadanos en nombre de ese mal llamado «bien común». Una receta ruinosa que, según algunos ministros y dirigente del PSOE, se llevará a Pedro Sánchez, al partido y a España por delante. Si el presidente no rectifica a tiempo ante quien antes le quitaba el sueño.
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