Moción de censura

Abascal reafirma el “no” en el PP

Casado oficializará hoy su posición, pero el discurso antieuropeista, antiautonómico y conservador en materia social enciende al PP más moderado. El líder de Vox se centra en la batalla ideológica para debilitar a Génova

Moción sin futuro
Moción sin futuroEUROPA PRESS/E. Parra. POOLEuropa Press

El discurso con el que el candidato Santiago Abascal presentó su moción de censura no fue el mejor de los que ha hecho en su carrera política, pero a lo largo de la jornada parlamentaria se fue creciendo hasta llegar al golpe emocional de echarle en cara a EH Bildu los nombres de todas las víctimas de ETA, una a una. El duelo con Pedro Sánchez lo ganó el presidente del Gobierno, y en el conjunto del debate de ayer, Sánchez pudo fumarse un puro viendo cómo Abascal le hacía el trabajo de aglutinar a su alrededor los votos que él ha ido perdiendo de la mayoría Frankenstein, sobre todo a raíz de la gestión de la pandemia.

Pero el pulso estaba en otro sitio. Abascal buscó el perfil presidenciable, y no desaprovechó oportunidad ni encontronazo con ninguno de los portavoces parlamentarios para pelearlo. También buscó ganar la batalla ideológica, y ahí consiguió meter presión, aunque esto sea una carrera en la que la zancada tiene que ser sostenida, y la carrera es larga. Los dirigentes de Vox sabían que la batalla estaba ahí porque presentaron la moción sin los apoyos para que prosperara, de hecho, es una argucia constitucional porque ni con los votos de PP, Ciudadanos y Vox podría haber salido adelante. Tenía que votarla el PSOE o los independentistas o los nacionalistas ya que se necesitan más de 176 escaños y todo el bloque de la derecha suma 150.

Sin embargo, la exposición puede venirle bien a Vox porque sus objetivos estratégicos no eran hacer caer a Sánchez, sino que los españoles visualicen la idea de que son el partido de la oposición y hacer caer más a Casado.

La respuesta de la dirección popular fue ridiculizar la altura de la intervención de Abascal. «Por lo menos Trump tiene gracia. Vaya tío más flojo», comentaban, con ironía. Abascal se ajustó a los pilares ideológicos de la doctrina de su partido, justo donde más daño puede hacer al PP por el flanco de la derecha, como es en el combate al nacionalismo, la crítica al Estado autonómico o en el mensaje más conservador en materia de derechos sociales.

Vox echó gasolina a la confrontación y a la polarización, en la que también trabaja Sánchez. Agitó el nerviosismo de la dirección popular por cómo pueda recibir la opinión pública la dura enmienda a la totalidad del líder de Vox al Gobierno de coalición. Una enmienda que Génova sabe que comparte el electorado de derechas, como así confirman las encuestas privadas que se han realizado durante estos últimos días. Y que han llegado a apuntar que el 80 por ciento de los votantes de la derecha justifica la iniciativa de Vox.

Pero, por otro lado, el discurso de Abascal también tuvo un efecto de réplica fuera de Madrid. Ese PP « de pueblo», como se reivindican, recibió el mensaje de Abascal con un estremecimiento. La parte más moderada y centrista del partido revalidó su convicción de que un acercamiento a la formación verde les hará perder el centro que necesitan para mantener gobiernos autonómicos, alcaldías y para poder volver a gobernar. Y, al mismo tiempo, saben que Casado necesitará llegar a algún tipo de pacto con Vox si quiere tener la mayoría necesaria para sentarse en el Palacio de la Moncloa. El presidente del PP oficializará hoy el sentido del voto de su grupo, en el último momento, pero ayer le pudo llegar que en su partido la interpretación de Abascal en el teatro de la moción de censura alimentó la exigencia del «no». Como así se lo habían hecho llegar por otros canales indirectos dirigentes autonómicos. «Este PP joven querría ser Vox. Son del PP madrileño. Pero los del PP de la periferia estamos alucinados de que podamos dudar de qué lado estamos. Y desde el punto de vista europeo, Abascal ha recogido toda la doctrina de la peor derecha de Europa. Su discurso sobre la UE es el de Marine Le Pen y lo de comparar la UE con la URSS es de Farage»,

La parte del discurso del candidato Abascal contra el Estado autonómico, y en algunas cuestiones en materia social, incluso en inmigración, conecta con el electorado más a la derecha, que también necesita recuperar el PP de Casado, pero, asimismo, abre costuras en la mayoría de las organizaciones territoriales.

En cualquier caso, el Congreso acogió ayer un debate que en su conjunto parecía estar celebrándose en otra galaxia temporal, aislado de la realidad de las prioridades de la calle. Y como ayer no entró la intervención del PP, por ir de menor a mayor en los grupos, la portavoz de Ciudadanos (Cs), Inés Arrimadas, fue la que primero puso voz en ese Parlamento al sentimiento de una parte sustancial de la estructura popular que no se identifica con la confrontación de Madrid. Por un lado, centró su intervención en la pandemia y en sus consecuencias económicas y sociales. Y, además, defendió el «no» con los mismos argumentos que se escuchan dentro del PP: el «modelo trasnochado» de Vox no es una alternativa a la mala gestión de la pandemia del Gobierno de Sánchez e Iglesias.

Sánchez y Casado se ausentaron de la sesión de la tarde y la jornada transcurrió como si fuera un debate del estado de la nación, sin presidente, y en la etapa prepandemia. Horas antes, sobre las doce y cuarto de la mañana, de la Parroquia de Nuestra Señora de la Fuencisla, en el barrio madrileño de Usera, salía una larga fila de mujeres, hombres y niños con bolsas vacías al hombro, esperando su turno para entrar en el reparto de alimentos de primera necesidad. Casi a la misma hora que en la función parlamentaria estaban ya enredados en un debate de referencias históricas. La España de la Guerra Civil, Unamuno, Hitler, Franco.