Pedro Sánchez

El liderazgo menguante de Sánchez desconcierta al PSOE

Los incidentes en varias ciudades alarman a los gestores autonómicos, que echan en falta un liderazgo de Estado. «La política nacional es la cerilla».

Sánchez desconcertó a sus ministros con su sillón vacío en el Congreso en el debate de la prórroga del estado de alarma
Sánchez desconcertó a sus ministros con su sillón vacío en el Congreso en el debate de la prórroga del estado de alarmaPool MoncloaPool Moncloa

Los incidentes en varias ciudades españolas pueden quedarse en un problema coyuntural o ser la punta del iceberg de un estallido social que complique aún más la gobernanza de la pandemia. La política tiende a restarles relevancia, como también se la quitaron a la Covid-19, y no atribuyen la tensión social a la ausencia de un liderazgo nacional y de grandes políticas, sino a la ultraderecha y a grupos antisistema.

Hace cuatro meses las cúpulas nacionales del PSOE y del PP todavía peleaban entre ellas por ver quién conseguía que fuera el otro el que quedara como responsable ante la opinión pública del fracaso del acuerdo.

Ya no se habla de acuerdos nacionales, como tampoco se habla de rastreadores, de refuerzo de la atención primaria o del número de test que se hacen. Sólo se habla de confinamientos y la pelea política ahora no está en ganar al otro, haciéndole responsable del fracaso del acuerdo, sino en vencerlo al conseguir que aparezca como el culpable del confinamiento. «Ahora más que nunca, ante la virulencia de la pandemia y un descontento social al alza, sería necesario ese gran acuerdo de reconstrucción, en vez de que derecha e izquierda agiten la polarización y el enfrentamiento», lamenta un presidente autonómico popular.

Sin embargo, el PP nacional está contento con su balance de las últimas semanas. En el juicio político, valoran como una fortaleza propia la debilidad que mostró el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el debate de la prórroga del último estado de alarma. La silla vacía en el Congreso de los Diputados se la apuntan en su haber. Mientras que en la bancada socialista se preguntan qué le pasa a Sánchez, no entienden qué objetivo tiene esta mercadotecnia de Moncloa ni dónde está la ventaja del escapismo presidencial en esta segunda oleada de la Covid. Y hasta reprochan al jefe del Ejecutivo que deje campar a sus aires a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y que le permita «ganar el pulso desde la arbitrariedad».

El presidente ausente da fuerzas a la oposición y descoloca a sus huestes, aunque todo es tan circunstancial en los ánimos políticos que de un día para otro pueden intercambiarse los papeles los protagonistas de la gestión nacional de esta crisis sanitaria, económica y social.

Sánchez ha dado un giro de 180 grados a la gestión de la pandemia con respecto a la primera ola. Ni en su partido entienden la renuncia a su obligación de gestionar con un liderazgo de Estado la crisis nacional para transferir todas las responsabilidades a las Administraciones autonómicas, yendo mucho más allá de Estados federales como Alemania, donde la canciller, Ángela Merkel, mantiene el timón de la crisis.

Aquí, la nueva autoridad federal es el Consejo Interterritorial de Salud, que sólo es un órgano de coordinación con facultad para aprobar recomendaciones si hay consenso entre los consejeros de salud de las comunidades autónomas. Sánchez da la impresión de que tiene miedo del Parlamento y de que se sacude las decisiones para responder a la fuerza brutal de la pandemia, en un momento en el que a nivel autonómico ya se especula sobre la fecha de un nuevo estado de alarma que ampare los confinamientos domiciliarios para intentar salvar la actividad económica y la educación, a la manera que están haciendo otros países europeos.

La tensión política y la falta de liderazgo está agrietando la comunicación necesaria para dar instrucciones a los ciudadanos. Pero es que a Sánchez le han dicho que le conviene un perfil bajo para que sean los otros los que se quemen en la hoguera y luego él pueda renacer con los fondos europeos. Moncloa sostiene que llegarán a tiempo y que permitirán «varios años de inyección de gasto» antes de que se nos eche encima la etapa de los ajustes. Que también llegará, pero nunca antes de unas nuevas elecciones generales, y las duras decisiones, inevitables, quedarán para el próximo Gobierno, lo tutele quien lo tutele. Antes de implementar esos ajustes, Sánchez convocaría elecciones. Ahora tiene la tranquilidad de que cuenta con los votos necesarios para sacar los Presupuestos, o eso adelantan en su entorno. «ERC no necesita mesas ni veleidades independentistas, sino dinero y que pueda vender en Cataluña que ha conseguido, con su apoyo a las cuentas, desbloquear cuestiones pendientes», que exigen aumentar más la partida a la Generalitat frente a lo que reciben otras comunidades. «ERC se jugará las urnas a la carta del pragmatismo», dicen en Madrid. Mientras que Génova va pisando poco a poco el freno de su estrategia porque también toma conciencia de que, aunque la crisis económica será lo que les impulse a La Moncloa, el aterrizaje no será tan rápido como pensaban.

Entretanto, detrás de las protestas la Policía ve a grupos transversales y heterogéneos. Sin más organización que el cabreo como elemento de unión.

En Barcelona, ultraderechistas; en Burgos, extrema izquierda y antisistema; en Valencia, negacionistas y hosteleros; en Sevilla, jóvenes que protestan porque no les dejan salir a la calle y simpatizantes ultras del Sevilla Fútbol Club. La Policía advierte de que hay cabreo no organizado, hay sensación de fracaso político y sanitario, y las protestas seguirán al menos durante todo el puente.