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Pedro Sánchez

La infame Ley Celaá

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, firma durante su visita programada al Consejo Superior de Investigaciones Científicas Pool Moncloa/Fernando Calvo y Borja PuigPool Moncloa/Fernando Calvo y Bo

El PSOE ha conmemorado sus 140 años de historia como lo hiciera en 1979, con ocasión de las primeras elecciones municipales celebradas tras la aprobación de la Constitución. Entonces, y lo sigue haciendo ahora, se atrevió a definirse nada menos que como «el partido de los 100 años de honradez»… a los que diez años después se hizo viral el añadido «y diez de ayuntamientos». A ese eslogan hoy se podrían agregar muchos más calificativos, pero ninguno podrá superar el derivado de la felonía a España, pactando con ERC y Bildu su apoyo a los presupuestos a cambio de suprimir en la infame Lomloe –o Ley Celaá– la consideración del castellano como lengua vehicular en el sistema educativo junto a las lenguas cooficiales, donde éstas existan. Que se produzcan pactos de ese tipo con un partido separatista –gracias al cual el PSOE obtuvo el Gobierno y en él sigue y que, además, tiene a sus dirigentes cumpliendo condena de cárcel por delito de rebelión, entre otros, mientras proclama que lo «volverán a hacer»–, nos indica que una parte no menor de la sociedad está bajo el efecto del «síndrome de la rana hervida»: sin pulso vital ni capacidad de reacción frente a semejante tropelía.

Pero la cosa no acaba ahí: tras pretender someter por ley nuestra memoria a lo que el PSOE considere democrático, ahora quiere subyugar los medios a su control, para censurar lo que juzga falso. El actual PSOE sanchista supera lo que novelara Orwell.

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