Fue senadora de Podemos entre 2016 y 2019, tras ser elegida en la lista de En Comú Podem por Tarragona, pero abandonó el partido decepcionada con el rumbo de la formación morada. Celia Cánovas (Barcelona, 1966) denunció a su antiguo partido en los tribunales por inflar supuestamente las donaciones a la “caja de solidaridad”, pero el juez que investiga la financiación de Podemos no vio indicios de delito, una decisión que ella ha recurrido.
Ahora, Cánovas encabeza la candidatura de Izquierda en Positivo en las elecciones del 14 de febrero del próximo año, una nueva andadura política en la que reivindica una opción progresista alejada del nacionalismo que cree más necesaria que nunca en la Cataluña del “posprocés”. Porque el nacionalismo, alerta, “ha conseguido colarnos la gran mentira de que ser nacionalista es ser progresista”.
-Fue candidata al Senado por Podemos, ¿por qué se presenta ahora por Izquierda en Positivo?
-Porque veo en Izquierda en Positivo la posibilidad de traer realmente un cambio a la política catalana, cosa que por desgracia, no vi en Podemos. Una izquierda cercana a la gente, progresista y sensata, muy necesaria. Izquierda en Positivo quiere entrar al Parlament y quiero ayudar en todo lo posible para que así sea.
-¿Cuánto ha pesado en su decisión su decepción con Podemos?
Mucho. En Podemos entre con la ilusión de poder hacer política real, política que ayudase a mejorar la vida de la gente, pero al salir me fui con la frustración de no haberlo podido hacer. Podemos busca el titular mediático pero no hace política real para cambiar las cosas. Y la política real se hace debatiendo, buscando consensos y aprobando leyes. A ellos lo de aprobar leyes parecía que les aburría, preferían la bronca parlamentaria, el enfrentamiento y el postureo.
-Dice que puede arañar votos entre los que apoyaron a Ada Colau. ¿Por qué?
-Nosotros defendemos políticas de izquierdas, pero no tonteamos con el nacionalismo como ella. Entre quienes votan a Colau hay mucha gente que no comulga en absoluto con el nacionalismo, pero la votaron porque no tenían una opción contraria al nacionalismo. Ahora sí la tienen: Izquierda en Positivo
-Denunció a Podemos en los tribunales, pero el juez no vio indicios de delito ¿insiste en que tras la caja de solidaridad puede haber una operativa de blanqueo?
-Hay otras investigaciones judiciales que sí han visto indicios. Hay que dejar a la justicia actuar.
-Defiende una propuesta de izquierdas no nacionalista. ¿El coqueteo con el nacionalismo ha terminado por diluir a la izquierda en Cataluña?
-Totalmente. El nacionalismo ha conseguido colarnos la gran mentira de que ser nacionalista es ser progresista. Izquierda y el nacionalismo son incompatibles. Ante el miedo a que la todopoderosa maquinaria nacionalista le tildara de “facha”, las demás izquierdas catalanas ha acabado rindiéndose y siendo un sostén del nacionalismo. La izquierda catalana debe denunciar el nacionalismo por lo que es: un plan elitista que quiere privilegios para unos pocos.
-¿Se identifica con lo que ha significado históricamente el voto al PSC?
-Cualquiera que se sienta de izquierdas se ha podido sentir identificado con el PSC. Pero el problema es que al PSC le ha pasado como al resto de la izquierda catalana: ante el auge del nacionalismo ha acabado justificándolo, a veces defendiéndolo y en algunos casos formando parte de él. Ahora parece que podría apoyar un nuevo tripartito con Esquerra. El auge del nacionalismo es un problema, y mientras el PSC no reaccione y siga justificando el nacionalismo, existirá Izquierda en Positivo.
-Tras una legislatura tan convulsa por el desafío independentista, un president huido y Torra inhabilitado ¿Qué es lo peor que podría pasar para el futuro de Cataluña en estas elecciones?
-Que todo siga igual es lo peor que podría pasar. Que siga el bloqueo político en el que vive Cataluña desde hace años, con un Govern que no gobierna y una clase política que no sabe hablar de otra cosa que sea el procés. Los ciudadanos estamos cansados. Necesitamos pasar página. Que la política catalana cambie de rumbo radicalmente, sacando del debate público la matraca del independentismo y poniendo soluciones a los problemas que nos acucian: la crisis sanitaria , la crisis económica y el desempleo. Debemos corregir el declive económico que vive Cataluña y reparar la fractura social.
-¿Ve posible un pacto en Cataluña entre las fuerzas no nacionalistas como ha sucedido con los partidos independentistas de ideologías opuestas?
-Es perfectamente posible. Pero tienen que cambiar las piezas del tablero político, y ahí es donde entra Izquierda en Positivo. Hasta ahora, los votantes de izquierda no nacionalistas no tenían a quién votar. Tenían que elegir entre votar partidos de izquierdas nacionalistas, o partidos de derechas no nacionalistas. Ahora pueden votar izquierda no nacionalista. La irrupción de una fuerza de izquierdas no nacionalista en el Parlament es lo que puede cambiar el rumbo y propiciar pactos que hasta ahora no parecían posibles.
-¿Cuál es en su opinión el principal reto en Cataluña para los próximos años?
-Por un lado, los mismos retos que tiene el resto de España: bajar el desempleo, mejorar la economía, mejorar los servicios públicos. Por otro, superar el bloqueo político que ha traído el proceso independentista, y superar el auge del nacionalismo y, por supuesto, reparar la fractura social.
-¿Qué le parece la polémica Ley Celaá y la desaparición del idioma español como lengua vehicular en la enseñanza?
-La ley Celaá tiene muchos aspectos. En lo relativo a la desaparición del español como lengua vehicular, nos parece totalmente inaceptable. Y desde el punto de vista jurídico cabría ver si incluso inconstitucional. Que un niño no pueda estudiar en su propio idioma en su propio país es totalmente inaudito. Es algo que no ocurre en ningún país del mundo. Y no tiene ninguna lógica. Es inadmisible que los nacionalistas traten de obligar a la mitad de los catalanes a estudiar en una lengua que no es la suya. En los años 80 ellos pedían exactamente lo mismo que ahora niegan a los castellanoparlantes. Es sumamente hipócrita.