Inmigración

La travesía de Ousmane: «Volver a mi país sería morir de hambre»

Este senegalés se embarcó en una patera durante 10 días y tras alojarse en un hotel viajó a Málaga para reunirse con su tío

Ousmane Ngom, pescador de tiene 21 años, horas antes de viajar a Málaga
Ousmane Ngom, pescador de tiene 21 años, horas antes de viajar a MálagaLaRazón

Es una noche fría y algo lluviosa en la capital. Ousmane Ngom está sentado en un banco de la playa de Las Canteras con dos compañeros con los que inició su viaje en Dakar hace mes y medio, y de los que finalmente se separará al día siguiente.

Este joven pescador senegalés de 21 años es de los pocos que logrará continuar su viaje y no quedar en el limbo de lo que los expertos han denominado «islas-cárceles», una forma de contención del flujo migratorio en las islas para impedir que lleguen a territorio continental. A Ousmane le espera su tío en Málaga, quien le ha comprado un billete para reencontrarse con él en la ciudad andaluza.Él espera encontrar trabajo en Málaga como jornalero o comerciante.

Después de varias semanas de trámites, con su pasaporte en regla y superado el tiempo legal para estar en un dispositivo de acogida, legalmente tiene «libertad deambulatoria», ya que, además, la entrada irregular al país no es un delito, sino una falta administrativa. Algo tímido y cobijado bajo una gorra gris, habla de sus padres y de su esposa, con quien se casó hace apenas seis meses y a quien espera llevar consigo más adelante. Nos cuenta que desde hace tres años faenar en las aguas de Senegal se ha vuelto una tarea imposible. A la competencia ejercida por los barcos de bandera china y europea se suma los efectos de la pandemia por Covid. El virus ha terminado de frenar toda actividad. «No hay nada. En el mar no hay nada. Puedes salir a pescar a las cinco de la mañana y llegar a las siete de la tarde y no llevas ni cinco euros a tu casa…por eso quise venir a Europa», cuenta a La Razón.

Desde Rufisque, su ciudad natal, no tuvo que ir muy lejos para subirse a un cayuco. En su pueblo todos conocían a la persona que se dedicaba a estos viajes clandestinos. Pagó 600 euros y se marchó a Dakar, a tan solo 25 kilómetros de su casa.

La ruta desde Senegal es una de las más peligrosas por ser de las costas más alejadas y de mayor duración, de dos a tres semanas. Según la Ong «Caminando Fronteras», en solo una semana, en el mes de octubre, murieron 480 personas intentando alcanzar el archipiélago. De ahí que en aquel momento surgiera un movimiento en redes sociales bajo la etiqueta #senegalenduelo para hacer un llamamiento al gobierno de ese país a poner soluciones. Ousmane y sus compañeros tuvieron más suerte, pero estuvieron perdidos 10 días en el mar.

Entre wolof y francés, sus idiomas natales, nos cuenta que llegaron a Canarias el pasado 2 de noviembre. Recuerda el intenso viento. El cayuco golpeaba fuerte contra las olas y en varias ocasiones creyeron que volcarían. Ellos mismos pararon el motor porque la barquilla empezaba a dañarse por los impactos. Al tercer día pensaron en volver a Senegal por miedo a un naufragio, pero la mayoría se negó: «Ya estamos aquí adentro, no vamos a volver, vamos a España, todo el mundo decía España, España». Al cabo de una semana ya no tenían comida y tuvieron que beber del agua del mar.

Es la primera vez que los tres se subían a una patera. En ella iban 69 personas, pero uno de ellos murió en la travesía. Las embarcaciones senegalesas, a diferencia de las marroquíes, son más grandes y de mayor capacidad.

Mientras conversamos nos enseñan fotos y vídeos de cómo viajaban en ella, y del momento en que Salvamento Marítimo los rescató. «Un día más y hubiésemos muerto todos porque ya se había metido mucha agua dentro».

En ella también iban niños, a los que colocan en la parte más baja de la barquilla para su seguridad y a los que cubren con una lona para protegerlos del mal tiempo.

A diferencia de la mayoría de los inmigrantes que trasladaron al muelle de Arguineguín, Ousmane y sus compañeros fueron llevados al Puerto de Las Palmas. A un muelle también. Y también más de 72 horas. Ocho días. Después de los protocolos de filiación y asistencia médica fueron trasladados a un hotel de la capital grancanaria con los resultados de PCR negativa y con la obligatoriedad de cumplir una cuarentena. Después de ese tiempo, ya podían entrar y salir del hotel con más libertad. En estas instalaciones son atendidos y supervisados por personal de Cruz Roja, quienes les proveen de comidas y asistencia médica.

A partir de la visita a Senegal de la ministra de Exteriores,Arancha González Laya, se retomaron las repatriaciones. Pese a la existencia de un acuerdo bilateral entre ambos países, los vuelos de repatriación de ciudadanos senegaleses que llegaban a España por vía irregular estaban paralizados por el cierre de fronteras a raíz de la Covid-19. González Laya anunció durante esa visita el envío de una patrullera y un avión de la Guardia Civil para sumarse al dispositivo de vigilancia en el país africano

Ahora, en la explanada del antiguo CIE, cerrado en agosto, está montado el campamento de acogida temporal de inmigrantes de Barranco Seco que tiene capacidad para 800 personas, a los que han remitido a muchos de los que estaban hacinados en el muelle de Arguineguín.

Al mismo tiempo continúan levantando instalaciones en cuarteles militares de Gran Canaria, Tenerife y Fuerteventura, además de en naves cedidas por instituciones privadas y adaptando colegios abandonados.

El objetivo, reubicar en ellos antes del 31 de diciembre a las casi 7.000 personas que continúan en los hoteles. Mientras conversamos con Ousmane y sus compañeros, algo repiten y dejan siempre claro. Sienten que no tienen nada que perder. «Volver a mi país sería morir de hambre, no importa el viaje en patera, esto siempre será mejor», nos dice.

Uno de ellos, Sidi, nos muestra el papel que les cumplimentan nada más llegar a tierra. Ese papel es una identificación temporal que deben llevar en todo momento consigo. Es tan importante que lo tiene doblado y guardado con sumo cuidado en un pequeño envoltorio que guarda, a su vez, en la cartera. Es ahora mismo su única documentación. Sabe lo valioso que es que no le quita la vista de encima hasta que terminamos de leerlo. Con el mismo cuidado y celo vuelve a guardarlo en su funda y, otra vez, a su cartera. Como un ritual. Como si tuviera que protegerlo de nuevo de la lluvia y el oleaje. Como si fuera su única vía para lograr una vida mejor. Sidi espera pacientemente su tiempo. Mientras, Ousmane podrá seguir su travesía a la mañana siguiente.


«Han entrado en patera pero tienen pasaporte»

El secretario de la Federación de Asociaciones Africanas en Canarias, Teodoro Bondyale, explica a LA RAZÓN ante la polémica sobre los viajes que, «aunque hayan llegado de forma irregular, algunos tienen pasaporte –sin visado de entrada al país–, pero tienen dinero, se compran un billete con su propio móvil, cogen el avión y se van». «No los podemos tener como presos porque no han cometido delito, entrar al país de forma irregular solo es una falta administrativa».