Crisis en el partido naranja
Motín de Ciudadanos en Cataluña
Un grupo de críticos, con marca propia (Renovadores Cs) y cada vez más representación, se prepara para plantar cara a la dirección y renovar liderazgos
La semilla de Ciudadanos se sembró el 7 de junio de 2005 en Barcelona: ahora hace casi 16 años, quince intelectuales firmaron un manifiesto para la creación de un nuevo partido político en Cataluña que rehuyera del nacionalismo. Entonces, «Rivera destacaba por su oratoria, se implicó mucho en el proyecto, estaba en todo», recuerdan los que participaron en ello.
El proyecto naranja debutó electoralmente en 2006 con el célebre cartel del desnudo de Albert Rivera y, desde entonces, no hizo más que crecer. Tras tres legislaturas en Cataluña, Rivera apostó por expandir su proyecto. «Era un boca a boca, buscaba gente de confianza, de izquierdas o de derechas, que creyera en el proyecto liberal de Cs». Se afianzó la ilusión naranja que vio la cumbre en 2017 con la incontestable victoria en las elecciones catalanas de Inés Arrimadas y bordeó el éxito del «sorpasso» al PP en las generales de abril de 2019. Sin embargo, pocos meses después (noviembre), la trayectoria ascendente de Ciudadanos inició una cuesta abajo sin frenos que ha rematado ahora con la hecatombe del 14-F, que ha conducido al partido a una profunda crisis interna de desenlace incierto.
Desenlace incierto porque el murmullo en pro de una alianza con el PP puede ir «in crescendo», pero también hay voces críticas internas que apuestan por una regeneración del partido que puede acabar incluso arrollando y tumbando a Arrimadas. Lo cierto es que la debacle de Ciudadanos en las elecciones catalanas ha acentuado esas voces disonantes con la dirección que ya en verano se habían hecho oír con el intento de impugnar la elección a dedo de Carlos Carrizosa como candidato para relevar a Lorena Roldán (afín a Rivera) que había vencido en unas primarias. Aunque el candidato catalán haya sido respaldado por la Ejecutiva, algunos aseguran que no era un «excelente» aspirante y tenía abandonadas las estructuras territoriales.
De primera a séptima fuerza en Cataluña
Los críticos ahora se han planteado ir a más para tratar de revitalizar a un partido que ha pasado de ser primera fuerza en Cataluña a ser la séptima: se ha dejado más del 90% de los votos (más de 950.000) y 30 escaños en el Parlament.
Organizados desde Barcelona, pero con voluntad de extenderse por todo el ámbito nacional, este colectivo se ha articulado ya bajo marca propia (Renovadores Cs), cuenta cada vez con más adhesiones y tiene una pequeña estructura para tratar de plantar cara a la dirección y conseguir una renovación de los liderazgos.
La intención es forzar cambios, pero el empuje que este grupo está teniendo puede también culminar en la celebración de un Congreso extraordinario o dar fin al ciclo de Arrimadas. «Estamos encadenando una serie de fracasos electorales y queremos cambios, que esperamos que haga Inés. Si –Arrimadas– sigue en posición de inmovilismo, acabaremos solicitando un cambio que llegue hasta la presidencia del partido. No descartamos la celebración de un Congreso extraordinario, donde lideraríamos una alternativa», resumen desde el grupo, que tiene, por encima de todo, la voluntad de hacer una renovación de liderazgos y de organización.
De entrada, en poco menos de una semana ha conseguido que el documento crítico que han distribuido entre la militancia haya recabado ya entre 3.000 y 4.000 adhesiones en toda España. Entre los respaldos hay algún diputado nacional -de los diez con los que cuenta en la Cámara Baja-, diputados autonómicos y concejales: es decir, voces con peso. Pero también se han adherido exmilitantes y alguno de los quinces intelectuales que alumbraron el partido. No es posible hacer un cálculo del porcentaje que representan sobre el global de afiliados porque la dirección siempre ha sido «opaca» con los datos. «Esa opacidad es para evitar medir y tener un termómetro de las personas que nos están apoyando», aseguran desde el colectivo.
En Renovadores Cs matizan que no son ninguna «corriente» porque no tienen voluntad de cuestionar el ideario del partido y defienden la continuidad y vida de la formación naranja, desterrando así cualquier opción de alianza con el PP: ni sumando siglas ni mucho menos integrándose. Consideran que Ciudadanos es un proyecto político de centro, liberal-social, diferenciado tanto de PP como de PSOE, y tiene encaje en el mapa político español. «No queremos ni que el partido desaparezca ni que quede engullido», repiten. En cualquier caso, Renovadores Cs ha saltado a la palestra a raíz de los malos resultados del 14-F y recriminan la falta de autocrítica de la dirección tras el hundimiento y advierten de que no todo acaba en Arrimadas: «Pueden surgir nuevos liderazgos».
Reilusionar
Uno de los fundadores de los naranjas recuerda que, en los orígenes a Cs se le trató en Cataluña como «fascistas en un ambiente hostil». Durante dos legislaturas seguidas alcanzaron la representación de tres escaños, algo que ha recordado recientemente Arrimadas tras la debacle de Cataluña. «Tenemos que volver a ilusionar», fue el mensaje a la Ejecutiva y su conclusión de los malos resultados.
¿Y por qué dejó de ilusionar? En Ciudadanos piensan que es una combinación de arrastrar la herencia recibida de Rivera con sus últimos malos resultados, el no haber sabido movilizar a su electorado «indeciso» que se quedó en casa, la Covid, que Arrimadas no ha podido implementar aún el proyecto. Sin embargo, el electorado aún no ha conseguido conectar con el liderazgo de Arrimadas y sigue desconcertado con qué se hará con su voto naranja. “Arrimadas no es Rivera”, sentencian.
Uno de los fundadores de Cs asegura a LA RAZÓN que está convencido de que el partido «puede sobrevivir si lo hace bien y sigue siendo fronterizo entre PP y PSOE». Considera que fusionarse con los populares sería «perder la identidad propia» y advierte de que Cs tiene que saber que su función es la de «partido bisagra» porque, ambicionar más «sería un error» y, a su juicio, volver al bipartidismo, también. «El error de Rivera fue su apuesta por encabezar la derecha, por querer hundir al PP. Desaprovechó la ocasión de gobernar con Sánchez».
Quien estuvo en los orígenes del proyecto naranja considera que Arrimadas ha sabido dar un «giro elegante» al error del exlíder de Cs desde el punto de vista estratégico, pero, coincide con las voces críticas en que, uno de los «pecados» que aún le lastra, y que tiene por superar es el de mantener el partido con las mismas personas y no sumar a algunos críticos. «Igea es una persona válida, debería haberse planteado incorporarle. Eso no lo supo hacer», subraya.
Otro sector crítico recuerda que el hecho de que Inés Arrimadas no llegara a presentarse a la investidura en 2017, aunque no tuviera posibilidades de que saliera adelante, dejó una imagen de «dejadez y abandono» que les ha pasado factura. «Se guiaron por intereses personales y se fueron a Madrid», critican. Entonces, en las elecciones generales lograron 57 escaños y sumaban con el PSOE los 180 necesarios para formar gobierno sin Podemos. «Eso era algo por lo que todos los afiliados habíamos luchado: ser decisivos para cambiar las cosas, regenerar la política... y lo habíamos logrado». Los críticos apuntan que entonces es cuando comienza un «cisma» interno entre los fichajes de la sociedad civil y el sector más político lo que llevó al partido a sufrir bajas en las agrupaciones. Cayó también la afiliación y se dieron los escándalos de las manipulaciones en las votaciones telemáticas de las primarias –sobre todo de Castilla y León, Murcia y Madrid–. «Eso mermó aún más el entusiasmo de los afiliados», confiesan.
Los críticos exigieron el pasado lunes a Arrimadas dimisiones en especial la del director de campaña Carlos Cuadrado al que critican por haber «acaparado» todo el control, su mala gestión de campaña, y le acusan incluso de «falta de transparencia». También cargan contra la mano derecha de la líder de Cs, José María Espejo.
Los miembros del partido y los críticos insisten en reflotar el proyecto. Por delante, les queda una labor de «construcción» y de reforzar estructuras territoriales. Andalucía será el termómetro que medirá si el electrocardiograma naranja vuelve a latir con fuerza, se queda como algo residual o desaparece.
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