Balance 2021

Moncloa: La demolición

Sánchez buscó dar un impulso al Gobierno con la remodelación, Iglesias dejó la política y Yolanda Díaz se convirtió en la candidata a la que Podemos fía su remontada

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la declaración institucional que ha realizado hoy en el Palacio de la Moncloa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la declaración institucional que ha realizado hoy en el Palacio de la Moncloa.JOSE LUIS ROCA

Que el 4-M fueron unos comicios en clave nacional lo saben bien Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La victoria de Isabel Díaz Ayuso supuso una derrota implícita para el presidente del Gobierno y explícita para el PSOE madrileño, que perdió la hegemonía de la izquierda –sorpasado por Más Madrid–, rompiendo su suelo histórico. Después de meses de pandemia en los que el jefe del Ejecutivo concedió a la presidenta de la Comunidad de Madrid la condición de líder de la oposición –el ejemplo más visual fue la «cumbre de las banderas» en Sol–, confrontando sus modelos de gestión de la crisis sanitaria, Sánchez se jugaba en las urnas su crédito político. El aval mayoritario al PP significó un punto de inflexión para los socialistas, que hasta la fecha encadenaban resultados solventes y sucesivas victorias, incluso en territorios complicados como Cataluña.

Pero las consecuencias de los resultados en Madrid no solo fueron un revés para los socialistas. Unidas Podemos tuvo que reinventarse a pasos acelerados. Pablo Iglesias salió del Gobierno porque vio claro que su bagaje, el rédito político y mediático que creía haber obtenido en Moncloa servirían como freno a la candidatura de Ayuso. Erró. Aunque logró mejorar los resultados que vaticinaban el fin de los morados en la capital, eran insuficientes –unido al batacazo de Ángel Gabilondo– para cambiar el color político de la Puerta del Sol. La consecuencia inmediata, no podía ser otra. No recogería su acta como diputado en la Asamblea ni seguiría al frente de Podemos. Un paso, este último, que ya había meditado en verano de 2020 pero que no preveía dar de manera tan inminente. Pero lo había dejado todo atado con su salida de Moncloa en marzo; su sucesora «in pectore» sería Yolanda Díaz en el Gobierno, a la que señaló «a dedo» como futura candidata de Unidas Podemos a las próximas elecciones. El otro mandato fue la designación de Ione Belarra como secretaria general de Podemos y que, a la vez, ascendía a ministra de Derechos Sociales.

Dos nombramientos que dieron paso a una nueva etapa en Moncloa, bien aceptados por la parte socialista, quien llegó a disfrutar, en un primer momento, de una relativa calma en el seno del Ejecutivo tras un permanente estado de alarma con Iglesias. Justo en el momento en el que el presidente del Gobierno puso resistencia al cambio de ciclo para paliar el mal resultado del PSOE en Madrid. Un cambio de ciclo que se tornó en amenaza ante un eventual adelanto electoral en Andalucía, que aún hoy no ha llegado a concretarse. En la reunión de la Ejecutiva que debía hacer autocrítica sobre el fiasco madrileño, Sánchez utilizó como cortina de humo el impulso a las primarias del socialismo andaluz para materializar el relevo de Susana Díaz al frente de la dirección. Con Juan Espadas ya al frente del PSOE-A la convicción de que el partido sufrirá una nueva derrota es total, lo que aumenta las alertas sobre la necesidad de dar un giro de timón que permita romper con la dinámica de resultados negativos en los que ha entrado la formación.

Para tratar de dar un impulso político al Ejecutivo y al partido, Sánchez activó la crisis de Gobierno que llevaba meses meditando. Más que remodelación fue una demolición en la que prescindió de su guardia pretoriana. De Moncloa salieron Carmen Calvo, José Luis Ábalos e incluso su áulico jefe de Gabinete, Iván Redondo. Una vuelta al PSOE de 2014 con perfiles jóvenes y del municipalismo. El objetivo: recuperar la calle, la asignatura pendiente que dejó el 4-M, donde el presidente socialdemócrata fue consciente de que la desconexión era total. La siguiente etapa de esta revolución se vivió al frente del partido, tras el 40º Congreso que se celebró en el mes de octubre y que sirvió para culminar el reajuste de piezas de Sánchez, con cambios en las portavocías del PSOE en el Congreso y el Senado y apartando a Adriana Lastra del foco mediático para mantenerse en exclusiva en sus responsabilidades de partido.

Sánchez se ha afanado en la última mitad de 2021 en mantener la iniciativa política e intentar trasladar la sensación de que la «recuperación justa» a través de la inyección de fondos de Europa iba a llegar a todos los hogares. Nada queda ya del efecto de los indultos, ahora son los récords consecutivos del precio de la luz, la inflación en máximos o los cuellos de botella en las cadenas de suministros los que minan la credibilidad del Gobierno porque hacen que el crecimiento económico previsto por el Ejecutivo se ralentice. En Moncloa preocupa esta situación y confían en que sea coyuntural, pues fían todas sus opciones de revalidar el Gobierno en 2023 a que la recuperación cristalice. De hecho, el presidente ha asumido como un reto personal demostrar que desde la izquierda también se puede gestionar y superar una crisis económica. En este sentido, defiende que hay otra manera, una manera «progresista y justa» de encarar esta difícil coyuntura, muy diferente a como el PP lo hizo en 2008, aunque sean dos circunstancias difícilmente comparables.

En todo caso, el Gobierno ha apretado en esta recta final del año para canalizar a través de los Pertes (Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica) los fondos que van llegando de Bruselas y empezar así a materializar la reactivación. La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, así como el acuerdo para la reforma laboral con Patronal y sindicatos son dos de los hitos claves para seguir avanzando en su agenda de legislatura y alejar las elecciones generales hasta agotar el mandato.

Réquiem por una ley que creaba empleo
Réquiem por una ley que creaba empleoEUROPA PRESS/E. Parra. POOLEuropa Press

Esta es la prerrogativa a la que también se rinden en el ala morada, quienes aunque asumen las limitaciones de su acción en el Gobierno, ven un rédito positivo en su primera experiencia. Pero será a partir del nuevo año cuando socialistas y morados recuperen o acentúen sus diferencias. El reloj electoral comenzará a apremiar y si bien el PSOE apura a consolidar su estrategia electoral también analiza ya el impacto de la candidatura a su izquierda, la que comienza a fraguar Yolanda Díaz, quien cuenta con una alta percepción social en las encuestas. Los socialistas ven con buenos ojos que Díaz alcance un proyecto sólido que les permita gobernar de nuevo, al entender que ha quedado atrás la etapa del bipartidismo, pero a la par siguen con preocupación el resultado en el que se pueda materializarse este éxito. Pero a favor del PSOE corre que a su izquierda queda todo por hacer. Será en el primer trimestre cuando la líder de Unidas Podemos pondrá sus cartas encima de la mesa. Díaz ha dejado pasar el luto necesario tras la salida de Iglesias para ir fraguando su camino propio tanto en el Gobierno como frente a Podemos. En Moncloa ha impuesto sus formas. En una mano el diálogo social y en la otra la discreción. Así es como ha conseguido ganar varias batallas al socio mayoritario, como la subida del Salario Mínimo Interprofesional, la ley de Vivienda o medidas para contener el precio de la luz. En el plano político, la dirigente gallega ha tomado distancias con los morados. Quiere emprender un proyecto transversal en el que los partidos sean herramientas secundarias. Recoser heridas con los ex morados y no conformarse con el espacio a la izquierda del PSOE. Esa es su máxima. La incógnita por desvelar será si Podemos está dispuesto realmente a aceptar un segundo plano.