Política

El PSOE no entiende qué paso el 4M

No hay peor diagnóstico que el que quiere ocultar la dolencia, el que niega la realidad de los hechos. En política, es una salida para amortiguar la derrota, pero de escaso recorrido, porque persistir en el error sólo conduce a repetir el desastre. En esas está el PSOE, que todavía no se atreve a hacer una valoración de la tremenda debacle sufrida en Madrid, ocultándola con unas patéticas declaraciones de algunos de sus dirigentes denigrando al votante del PP, despreciando a la vencedora inapelable, Isabel Díaz Ayuso, como un mero epítome trumpista, pero, sobre todo, sin admitir el peor de los errores: subirse a la estela de la campaña de violencia y guerracivilismo dirigida por Pablo Iglesias. Se diría que esto último está en la lógica de un partido que se ha «podemizado» y que ha hecho suyo el discurso radical de Podemos. Ayer, el candidato socialista, Ángel Gabilondo, anunció su renuncia después de haber sido doblemente humillado: por el electorado de izquierdas que no le fue fiel y por su propio partido. Antes, José Manuel Franco, secretario general de los socialistas madrileños, presentó la dimisión, tanto por la aplastante victoria de Díaz Ayuso –en todos los distritos de la capital y en el autoproclamado «cinturón rojo»–, como por haber sido superado por Más Madrid al ser visto como un partido más serio y moderado. Sin embargo, se trata de una dimisión con la que no se resuelve toda la responsabilidad porque la dirección de la campaña se ha llevado directamente desde La Moncloa. Reclamar responsabilidades más allá de la federación socialista madrileña supondría llegar a Ferraz, incluso a los círculos más próximos del Pedro Sánchez, algo que no va a suceder, por lo menos de momento. Que ha creado un malestar en la militancia y los cuadros del partido, es innegable, pero este descontento no va a concretarse en ninguna iniciativa orgánica. Tras el Comité Federal se han mostrado gestos de que el PSOE sigue sonado por su derrota y es posible que necesite tiempo para digerirla y, sobre todo, para diseñar una nueva política que renueve el discurso oscurantista que exhibió en la campaña de Madrid. Anunciar, por contra, precisamente en este momento, que se va a iniciar un proceso de primarias en Andalucía no es más que una operación de distracción con la que parece dar un portazo a los sucedido el 4M. Emprender un batalla entre sectores del partido para que Sánchez amplíe su poder, imponer un candidato elegido por Ferraz y sustituir a Susana Díaz no parece la mejor manera para recomponer a un partido que sigue sin entender algunas dinámicas sociales y los modelos de gestión en comunidades gobernadas por el PP. Más llamativo es todavía cuando en Cataluña sus socios de ERC todavía no han conseguido formar gobierno, que, a la postre, son los que mantienen a Sánchez en La Moncloa.