13-F

Preocupación en Moncloa por el desgaste de Sánchez ante las elecciones de Castilla y León

El presidente medirá al máximo su exposición para que la derrota no se «personifique» en él. En su ausencia, los ministros saldrán «a jugar»

Pedro Sánchez, junto al candidato socialista a la presidencia de la Junta de Castilla y León, Luis Tudanca, el 9 de enero en Palencia
Pedro Sánchez, junto al candidato socialista a la presidencia de la Junta de Castilla y León, Luis Tudanca, el 9 de enero en PalenciaNACHO GALLEGOAgencia EFE

Las elecciones en Castilla y León se juegan, como todas las que se celebran en la última etapa, en clave nacional. En el «estado demoscópico» que se ha instalado en España, en el que cada semana nos desayunamos con una o dos encuestas diferentes, los barómetros ya no buscan pulsar la opinión pública, sino crearla y sirven, en paralelo, para dirigir o modular la hoja de ruta de los partidos, que valoran, en función de sus tendencias, las decisiones que deben adoptar.

No obstante, los efectos que el próximo 13-F puede tener en los dos principales partidos son muy diferentes. Mientras que Pablo Casado espera que una victoria de Alfonso Fernández Mañueco le sirva para apuntalar definitivamente su liderazgo y el «cambio de ciclo» no sea computable exclusivamente a Isabel Díaz Ayuso, en el cuartel general de los socialistas hacen ya control de daños y ponderan la implicación que Pedro Sánchez debe tener en la campaña castellano y leonesa para evitar que una nueva derrota le salpique.

En Ferraz han puesto a funcionar toda su maquinaria electoral y aseguran que no ahorrarán en esfuerzos para lograr que Luis Tudanca revalide la victoria que consiguió en 2019, pero que fue insuficiente para romper la hegemonía del PP en la región. Sin embargo, ahora los pronósticos no son tan favorables y la prioridad es blindar a Sánchez. Para ello, la exposición del presidente en campaña se medirá al milímetro, de manera que una eventual derrota no se «personifique» en su figura.

La lección del 4-M en la Comunidad de Madrid sigue grabada a fuego en el imaginario socialista. Entonces, hubo una confrontación directa entre Díaz Ayuso y Sánchez, que de facto le concedió el estatus de igual, de líder de la oposición en la gestión de la pandemia, con la «cumbre de las banderas» en la Puerta del Sol. La debacle del PSM, que rompió su suelo histórico, fue computable a muchos factores, pero el germen del «antisanchismo» cultivado por la presidenta de la Comunidad de Madrid fue uno de los que Moncloa se afanó rápidamente en revertir.

Sánchez activó inmediatamente la remodelación del Gobierno y, posteriormente, cambios en el PSOE de cara al 40º Congreso Federal que se celebró en el mes de octubre. La vocación de estas transformaciones eran lograr un impulso político para encarar la recta final de la legislatura, sin embargo, el impacto de los cambios ha sido muy limitado y ha quedado eclipsado por la incapacidaddel Ejecutivo para responder a problemáticas tan tangibles como la del precio de la luz.

Además, desnudando el Gabinete de pesos pesados, el presidente pretendía quedar él en primer plano para rentabilizar los réditos de la gestión que se avecinaban, pero ni los fondos europeos se han concretado todavía en la ansiada «recuperación justa» que prometió ni la campaña de vacunación se ha mostrado suficiente para aplacar la virulencia de la sexta ola de contagios de Ómicron. Con todo, Sánchez –que dio pasaporte a Iván Redondo, Carmen Calvo y José Luis Ábalos– se despojó de sus cortafuegos y ha quedado más expuesto a los embates de la oposición y al desgaste.

Ahondar en ese desgaste personal es lo que se quiere evitar ahora con la cascada de citas electorales que se avecina. El presidente participó la semana pasada en un primer mitin de precampaña en Palencia, pero este fin de semana ha excusado su presencia. En lugar de acompañar al candidato en capilla, Luis Tudanca, ha preferido viajar hasta Granada para intentar relanzar la renqueante candidatura de Juan Espadas, que también tendrá elecciones en Andalucía en 2022, con la convicción de que para impulsar al PSOE en un feudo histórico todavía hay margen y mucho más en juego que en Castilla y León.

La prioridad es prevenir a toda costa que una sucesión de derrotas electorales (Comunidad de Madrid, Castilla y León y Andalucía) traslade la sensación de que el PSOE es una marca a la baja y lastre las opciones de cara a las municipales y autonómicas de 2023, pero, sobre todo, de las generales, en las que se pondría en jaque la reelección.

Mientras Sánchez se expone lo justo, su vacío lo cubrirán otros miembros del Gobierno. Los ministros socialistas saldrán «a jugar» en ausencia del presidente para vender gestión, su principal baza ante un PP abonado al «negacionismo político» (Sánchez dixit). Ayer lo hizo el de Presidencia, Félix Bolaños, y también le seguirán otros pesos pesados de Moncloa y Ferraz. En el horizonte más inmediato, borrar cuanto antes el tropiezo de la polémica de las macrogranjas, que el presidente del Gobierno ya ha dado la orden de zanjar.