Antonio Martín Beaumont

«¡Tú qué vas a arreglar!»

Sánchez vive fuera de la realidad del país. Parece como si su existencia presidencial consistiese en un metaverso por el que deambula sin poder salir

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro SánchezGEORGI LICOVSKIAgencia EFE

Pocas imágenes resumen mejor el curso político que se cierra que Pedro Sánchez montándose en el helicóptero para recorrer los 26 kilómetros entre Moncloa y la Base de Torrejón, donde le esperaba el Falcon rumbo a los Balcanes. Un derroche de hipocresía y queroseno tras protagonizar el «show de la corbata» como medida estrella para combatir la crisis energética. Sanchismo en estado puro.

El balance que el viernes diseñaron algunos de los 383 «rasputines» al servicio de Sánchez fue, en realidad, otro ejercicio de escapismo. Ni Copperfield ofrecería un espectáculo similar. El líder del PSOE es un maestro en invertir la carga de la prueba. Claro. Vive fuera de la realidad del país. Parece como si su existencia presidencial consistiese en un metaverso por el que deambula sin poder salir. Eso sí, a cuerpo de rey.

Es imprescindible una alta dosis de cinismo para ponerse delante de los españoles y afirmar sin ruborizarse que los buenos datos son gracias a su gestión y los fracasos, culpa de un conglomerado impreciso empeñado en boicotear su ejemplar gobernanza. Porque, de lo malo que nos pasa –que parece que no es poco–, Sánchez señala desde al PP hasta a «Botín y Galán», pasando por Putin. Bueno, también a la pandemia, a un volcán y a una guerra puestos ahí para ocultar la diligencia y unidad que caracteriza a la coalición progresista que rige nuestros destinos.

De algunos «sucesos» que han escandalizado a la opinión pública, Sánchez no sabe nada. O, al menos, nada dijo de ellos. Ni mu sobre el controvertido vuelco de nuestra política internacional respecto al Sáhara ni sobre qué hay detrás del espionaje con Pegasus que ha puesto el CNI patas arriba. ¿Va a adoptar alguna medida en su partido tras las condenas del Supremo a Chaves y Griñán, al menos para que el erario público recupere los 680 millones desfalcados durante tres lustros seguidos de corrupción de sus conmilitones? Tampoco lo mencionó. ¿Y qué decir del drama del 11% de inflación que asfixia a millones de familias? Pues que al presidente solo se le ocurrió advertirnos de que, si no fuese por él, los precios estarían más caros. Como le dijo el recio paisano zamorano en el incendio de su pueblo al que acudió Sánchez: «¡Tú qué vas a arreglar!».

Los silencios del líder socialista en ese auto-homenaje en «prime time» que le organizaron para despejar su retiro vacacional sonaron, en realidad, a acusaciones. Porque dejó sin aclarar preguntas que se hacen los españoles. ¿Considera que su Gobierno está cohesionado y preparado para afrontar los recios tiempos económicos que vienen? ¿De verdad resulta efectivo linchar a empresas señeras que son embajadoras de España en el mundo para dar combustible a los socios de izquierda radical que allanan su poder? Tampoco aludió a la mano tendida de Alberto Núñez Feijóo para que el país reme en la misma dirección. Al revés, si algo tuvo para la oposición fueron descalificaciones. ¿Cree Sánchez que junto a Unidas Podemos, Bildu y ERC va a lograr sortear el tiempo de tormenta que llega?

Absoluto silencio sobre si dispone de un plan para ir reduciendo el déficit y la gigantesca deuda pública en caso de que nuestros acreedores empiecen a apretarnos el cinturón. O sobre si es rentable para los ciudadanos el asalto del Gobierno a instituciones como la Justicia y el Tribunal Constitucional.Sánchez, por no hablar, ni tan siquiera se refirió a si tiene «plan B» en caso de que su partido sufra en mayo un nuevo varapalo electoral en las municipales y autonómicas, como ya le ha sucedido en Madrid, Castilla y León y Andalucía. ¿Se le habrá pasado alguna vez por la cabeza que sus ocurrencias ya no cuelan y que tal vez el problema pueda ser él y su gestión errática?