España

Duelo de titanes

España es cosa de dos, el resto de partidos son secundarios

A Pedro Sánchez no le van bien las encuestas. En cierto modo es lógico porque administrar una pandemia, una guerra y una crisis energética a la vez que económica no es moco de pavo. Básicamente es una piedra constante en el zapato para el Gobierno de España y para el conjunto de gobiernos de la Unión Europea. Nunca antes había cogido tanta fuerza aquello tan italiano de «piove, porco governo», porque nunca llueve a gusto de todos. A Alberto Núñez Feijóo, le sucede al contrario. Las encuestas le van viento en popa. Se lleva como en el tute el voto de Ciudadanos después de un arrastre, su «enemigo íntimo», Vox, no pasa por su mejor momento y todo son parabienes para el líder de los populares. Los suyos dan por hecho que el camino hacía la Moncloa acabará recogiendo la fruta madura.

Sin embargo, haría bien el jefe de filas del Partido Popular tener en cuenta que Pedro Sánchez no se arredra, se reinventa y le va la lucha cuerpo a cuerpo. Hasta el rabo todo es toro, dirán algunos. Otros se apuntarán a eso de «no vendas la piel del oso antes de cazarlo», o en una versión catalana «no diguis blat, fins que no el tinguis al sac i ben lligat» –no digas trigo hasta que lo tengas en el saco y bien atado–.

La autocomplacencia es el peor enemigo para la política, pero también para la economía y para la vida en general. No basta con conquistar, sino que hay que mantener. Hasta ahora Feijóo ha conquistado pero debe mantener un pulso, conservar apoyos, y no lo tiene fácil. El gallego ha tenido algunos deslices que le señalan debilidades en su discurso, tiene problemas por resolver de enjundia –desmarcarse de Vox–, atar en corto a Isabel Díaz Ayuso, hacer la corte al Partido Nacionalista Vasco resolver el inacabable problema catalán donde los populares son residuales, definir el modelo de estado, que cuando lo intentó le propició tormenta interna y más de un dolor de cabeza, y concretar su alternativa económica más allá de negarle el pan y la sal a Sánchez.

El presidente del Gobierno se ha dado cuenta de los puntos débiles de su rival y ha decidido coger el guante en primera persona. El presidente va a ir al cuerpo a cuerpo y para ello no reparará en esfuerzos para aflorar las contradicciones del tranquilo líder gallego. Ante un rival fuerte hay que poner en marcha la tuneladora para dañar su solidez. El ramillete que ha ido construyendo el presidente para forzar el continuo encontronazo con el líder de la oposición es variado. Desde la renovación del Consejo General del Poder Judicial hasta la economía, pasando por las libertades individuales y las colectivas. Se dirá que prefiere acuerdos con los independentistas y los radicales, pero eso es precisamente lo que quiere Sánchez: que se visualice que tiene el liderazgo para dirigir el país aunque sea con una amalgama de formaciones. Enfrente quiere manifestar la soledad de Alberto Núñez Feijóo que solo tiene el cariño –a veces– de Vox, justo lo que aleja del PP a otro tipo de formaciones, léase el PNV, los Regionalistas de Cantabria o los representantes de la España Vaciada.

Dicen que queda más de un año para las generales –presidente dixit– pero las autonómicas y municipales están a la vuelta de la esquina. Y esto quiere aprovechar Pedro Sánchez para no dejar que Alberto Núñez Feijóo tome aliento para que llegue desfondado a la recta final. Dar la vuelta a las encuestas requiere «retratar» a Feijóo y, sobre todo, dejarle sin la iniciativa política, hacerle jugar a la defensiva. Para contrarrestar el ataque, el líder popular debe despejar incógnitas: alternativa económica y modelo de estado, fundamentalmente, y no meterse en jardines sino regarlos.

No lo tienen fácil ni uno ni otro y se avecina un duelo de titanes, porque tras las crisis continuadas solo dos partidos tienen el fuelle necesario. España es cosa de dos. El resto de los protagonistas son todos secundarios. Y algunos ni eso. Ya solo son un halo fantasmagórico de lo que en su día fueron.