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Sánchez aprovechará en su favor la debilidad de ERC

Tiende la mano para que el PSC garantice la «estabilidad» del Govern y les dará oxígeno frente a Junts en la «mesa de diálogo»

Una «mesa» con muchas líneas rojas
Una «mesa» con muchas líneas rojasEmilio NaranjoAgencia EFE

En Moncloa y en el PSOE siempre han sostenido que el gobierno independentista que se fraguó tras las últimas elecciones catalanas, en las que ganó el candidato del PSC, Salvador Illa, nacía con fecha de caducidad. Con las horas contadas, asumían que la amenaza de ruptura llegaría más temprano que tarde y desde hace meses trabajaban con el escenario de una repetición electoral en otoño. A priori, que Junts salga de la Generalitat no plantea un escenario desfavorable para el Ejecutivo central. A Pedro Sánchez le interesa que el elemento radical y desestabilizador que contamina el Govern se despeje de la ecuación de la gobernabilidad y, de paso, deje a ERC en una posición de debilidad en su relación con el Estado y el PSC.

Hasta ahora, Moncloa había utilizado las discrepancias en el seno del Govern en su favor –por ejemplo, para retrasar la convocatoria de la última mesa de diálogo a la que finalmente no se sentó Junts–. Ahora, se prevé que también se aproveche la ventana de oportunidad que se abre. El presidente del Gobierno aseguró ayer desde Praga que«aboga» por la «estabilidad» del Govern de la Generalitat en momentos de tanta incertidumbre como los actuales, marcados por la crisis económica y energética, y mostró la mano tendida del PSC para hacerlo, en su defensa de los «intereses de los ciudadanos». Una mano tendida que no será un cheque en blanco, porque los socialistas catalanes se juegan su credibilidad como alternativa, pero que es extrapolable a mantener la actual relación de «diálogo» y «reencuentro» entre el Ejecutivo central y la Generalitat.

No obstante, las futuras relaciones entre ERC y los socialistas van a estar marcadas por el clima electoral, pues ambos partidos son competencia directa en las municipales del próximo 28 de mayo. Tampoco las encuestas a nivel autonómico permiten a los republicanos perder de vista a Illa, que sigue siendo primero en intención de voto, por lo que Aragonès no tiene incentivos para una convocatoria electoral tras romperse la coalición soberanista. Tampoco el PSC, porque aunque volviera a ganar los comicios, el equilibrio de fuerzas arrojaría una aritmética equivalente a la actual, cegando cualquier posibilidad de llegar al poder. Estas miradas de reojo van en una doble dirección y condicionarán cualquier movimiento. Todos necesitan ganar tiempo. Lo sabe bien el presidente de la Generalitat, que se revuelve contra la dependencia del PSC, porque esto compromete también su posición de fuerza en Madrid.

La salida de Junts del Govern obliga, sin embargo, a un esfuerzo de interlocución entre Sánchez y Aragonès antes de que la campaña lo embargue todo. En Moncloa son conscientes de que sus socios necesitarán cierto oxígeno y rentabilizar electoralmente su vía más pragmática, de apuesta por el diálogo, frente a los furibundos ataques al Estado y –por extensión– a ERC por sentarse con ellos que se multiplicarán ahora que los de Carles Puigdemont se han liberado del corsé institucional y lideran la oposición en el espacio soberanista. Por su parte, los republicanos necesitan mantener la hegemonía que consiguieron sentándose a la «mesa de diálogo» y eso les coloca en una posición de dependencia del Gobierno central. ERC necesita rentabilizar los tres próximos meses.

El termómetro

En el corto plazo, será la negociación de los Presupuestos la que permita testar el estado de la relación entre los republicanos y el Gobierno. En Moncloa no creen que la crisis en la Generalitat vaya a afectar al apoyo de los republicanos a las cuentas públicas. Es más, entraría en juego la teoría de los vasos comunicantes. Un ticket presupuestario para aprobar, en paralelo, las cuentas de Cataluña y del Estado. «No creo que tenga ninguna relación», dicen en Moncloa, donde aseguran que «la situación del Govern es ya conocida» y llevan meses lidiando con ella. «En lo que afecta al Gobierno de España, hay una mesa de diálogo abierta, al menos, con una parte del Govern que está consiguiendo que se supere esa tensión insoportable que estaba sufriendo Cataluña en 2017 y 2018», señala el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, encargado de liderar las relaciones con Cataluña.

«Vamos a llegar a acuerdos amplios en los que se pueda ver reflejada toda la pluralidad de la sociedad catalana y vamos a mirar al futuro y en esto en el Gobierno de España seguimos, y creo que ERC también está», aseguran en Moncloa. Sánchez no va a dejar caer a Aragonès, porque ERC es uno de sus principales puntales en Madrid y les necesita tanto para sacar adelante las cuentas públicas como para impulsar otras normas de marcado acento social como la ley de vivienda.