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Alberto Núñez Feijóo: Somos el Partido Popular

Foto: Cipriano Pastrano
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Nadie escoge la era en la que le toca nacer y vivir, pero sí es propietario de las decisiones que adopta en las circunstancias que el azar o, simplemente, el devenir de los acontecimientos va deparando. El cuarenta aniversario de nuestra Constitución, que hemos celebrado hace apenas mes y medio, nos lo ha recordado al rememorar a aquellos españoles que, en una etapa tan trascendental para nuestro país, quisieron ser dueños de su destino.

Gracias a ellos, hoy vivimos en una España rica en diversidad, como pone de manifiesto el Estado de las autonomías. Vivimos en una España fraterna y solidaria, como demuestran la mayoría de los ciudadanos en su vida cotidiana. Vivimos en una España cohesionada, en la que sigue pesando más lo que nos une que lo que nos separa. Vivimos, en definitiva, en una España en libertad.

Hoy de nuevo España vive momentos decisivos, que tampoco hemos elegido. Algunos representantes públicos, y sé que no solo del Partido Popular, no habríamos escogido nunca hacer política en un contexto de efervescencia como el actual, en el que se revisa el statu quo de la democracia española cada 24 horas, se pretende cimentar el país en tuits de unos pocos caracteres, o se eleva a categoría de dogma lo que apenas un día después ya no es más que doctrina caduca.

No lo habríamos escogido pero sí elegimos ser actores protagonistas de una sociedad como la nuestra, a la que nadie le ha regalado nada. Y por eso seguimos comprometidos con la defensa de esa España en libertad desde el Partido Popular, mi partido.

Tomamos esa decisión gracias, en primer lugar, a Manuel Fraga, cuya contribución fue fundamental para dotar a España de su Constitución, pero también para crear un partido como el nuestro, que a día de hoy sigue siendo la única alternativa posible a la izquierda y al nacionalismo.

No hace tanto tiempo de eso como para que hayamos olvidado el arduo trabajo que hicimos desde entonces. Aquellos que pretenden aturdirnos con las incertezas del presente olvidan que el Partido Popular ha afrontado y superado retos de todo tipo. Por poner solo algunos ejemplos, los oscuros años del terrorismo, la entrada de España en el euro o la superación de todas las crisis económicas son pruebas fehacientes de que ningún desafío puede desmoralizar a las mujeres y hombres del Partido Popular. Si alguien aspira a ello, desconoce nuestra hoja de servicios.

«Nosotros salimos de puerto cuando los demás entran». Es el lema con el que los integrantes de Salvamento Marítimo resumen su labor porque, con independencia de las condiciones del mar, ellos jamás dudan en subir a bordo si alguien está en peligro o necesita su ayuda. Somos ese partido. Un partido que, aún consciente de cada uno de sus errores, se siente orgulloso de la historia y el legado que para sí quisieran los que nos quieren disputar el patrimonio de nuestras ideas.

En efecto, detrás de las amplias mayorías que cosechó primero el presidente Aznar, y que luego incrementó el presidente Rajoy, se forjó una dilatada experiencia que está avalada por el crecimiento de la economía y la mejora de nuestro Estado del Bienestar logradas en sus respectivos ejecutivos. Ambos comenzaron a gobernar en plena crisis y dejaron una España mucho mejor de la que se encontraron.

Ninguna otra formación puede presentar un balance igual. Ninguna otra formación dispone de los mimbres necesarios para afrontar con éxito todo lo que resta por hacer en el futuro. Y, desde luego, ninguna otra formación tiene la capacidad de reunir a la mayoría de ciudadanos en el proyecto común y sereno que necesita España.

Por eso, frente a marcas blancas o malas copias, yo reivindico a mi partido. Me hago consciente de que es necesario que fortalezcamos nuestros valores, pero no puedo aceptar que nadie nos dé lecciones en lo esencial.

No acepto lecciones de combatir al nacionalismo, ni a los que les plantamos cara desde los gobiernos ni mucho menos a los que tan caro han pagado las consecuencias de esa ideología en el País Vasco, o más recientemente en Cataluña.

No acepto lecciones de defensa de la soberanía nacional porque sigo creyendo que para ello no es más útil apropiarse de la bandera de todos que evitar el rescate de nuestro país por parte de la Unión Europea, como logró el Presidente Rajoy.

Ni tampoco acepto lecciones de compromiso social porque los servicios públicos se defienden haciéndolos, como los hemos hecho siempre que hemos gobernado. Directamente y también garantizando la prosperidad económica necesaria para mantenerlos.

Reivindico a mi partido por su larga trayectoria en el pasado, pero también por lo que puede hacer en el futuro, tal y como quedará de manifiesto en la hoja de ruta que debatiremos y terminaremos de perfilar en la convención nacional que he tenido el honor de coordinar gracias a la confianza depositada por nuestro presidente, Pablo Casado.

La fragmentación parece ser el signo del mundo de hoy y la búsqueda de puentes es la tarea que nos convoca y para la que tenemos un proyecto. En él no hay más límite que los 48 millones de españoles, que son a los que aspiramos a representar porque el Partido Popular es un partido de mayorías, que quiere gobernar para todos.

Nuestro proyecto se sustenta en esa idea: la política se cambia desde las instituciones y no solo desde las consignas. En efecto, la crispación es el mayor enemigo del progreso. Por eso el Partido Popular no se va a dejar llevar por la grandilocuencia de los discursos de unos o de otros porque no estamos en política para participar en la batalla de la estridencia.

El desafío que afrontamos como país nos obliga a otro modelo. Uno más reflexivo, sosegado, lejos de la sobreactuación. Un modelo de moderación que ofrezca un paraguas común a la inmensa mayoría de los demócratas de este país. Un espacio en el que convivan conservadores, liberales, democristianos e incluso los que no quieren ser etiquetados. Las mismas corrientes que siempre existieron en el Partido Popular y que nos hicieron ser, juntos, competitivos en todos los procesos electorales.

El Partido Popular es esa formación que ha sabido permanecer con liderazgos duraderos como los de Fraga, Aznar y Rajoy; que está por encima de sus cuadros dirigentes porque no es una fuerza personalista concebida de arriba abajo sino que crece por la suma de los esfuerzos de todos y cada uno de sus militantes y simpatizantes.

Frente a los argumentos demogagógicos, presentamos la reflexión profunda y sosegada del Partido Popular. Frente a los hiperliderazgos, ofrecemos la solidez y unidad del Partido Popular. Frente a los que quieren dividir España en bandos, proponemos la defensa de España del Partido Popular. Frente a los excesos, garantizamos la moderación y el sentido común del Partido Popular.

Sabemos lo que somos y sabemos lo que queremos ser. Y pensamos que nuestro país, con un presidente en precario que vive de prestado en el Palacio de la Moncloa a merced de los populistas, nacionalistas e independentistas, merece una alternativa fuerte y revitalizada.

Tenemos la obligación como partido de, lejos de ser esa manta escasa que solo permite taparnos los pies o taparnos la cabeza, crecer en horizontal, a derecha y a izquierda, para lograr que el actual Gobierno, además de ser un intento fallido para nuestro país, sea un gobierno breve.

A ese reto estamos convocados en esta Convención que hoy arranca y estamos convencidos de que sabremos darle a España lo mejor de cada uno para que confíen en nosotros la responsabilidad de guiar el destino de un gran país. Como hemos hecho en los momentos decisivos y como volveremos a hacer.